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La fertilización del océano no arregla el efecto invernadero

Según un estudio reciente el sembrado del océano con partículas de hierro para así fertilizarlo y que absorba más dióxido de carbono no funcionaría.

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Fitoplancton. Foto: Microscopy-uk.

El fitoplancton, que esencialmente son plantas microscópicas o algas que realizan la fotosíntesis, necesita de ciertos oligoelementos para crecer. Al parecer uno de estos elementos, que es escaso en los océanos, es el hierro. Esta escasez de hierro limita el crecimiento de estos organismos y por tanto limita su capacidad de absorber dióxido de carbono. Un proyecto que se viene discutiendo desde hace tiempo consiste en la fertilización del océano con este elemento. De este modo habría más fitoplancton y este absorbería más cantidad de dióxido de carbono, con lo que se eliminaría de la atmósfera mucho más cantidad de este gas que el ser humano emite, y que contribuye al efecto invernadero y, por consiguiente, al calentamiento global.
Este proyecto, con un posible volumen de negocio de miles de millones de euros, es bastante discutible y las primeras pruebas han levantado bastante polémica.
Ahora científicos de las universidades de Stanford y del estado de Oregón (EEUU) sugieren que esta fertilización oceánica no es un método efectivo para reducir el dióxido de carbono de la atmósfera.
La receta sólo funciona si las algas que fijan el dióxido de carbono van directas al fondo oceánico una vez muertas, que haría de sumidero del gas. De este modo se secuestraría el dióxido el carbono que contiene.
Hasta ahora se creía que este «bombeo biológico» dependía de la abundancia de algas en las capas superficiales del océano. Es decir, a más algas más carbono es transportado a las profundidades del océano.
Para comprobar esta teoría los investigadores compararon la abundancia de algas superficiales en los océanos terrestres con la cantidad real de carbono de las aguas profundas. Encontraron un patrón estacional claro tanto en la abundancia de algas como en el efecto sumidero de las aguas profundas, pero sorprendentemente la relación entre ambos era diferente a lo esperado. El secuestro de carbono era menor precisamente durante los meses de verano, cuando más algas proliferaban en la superficie, que el resto del año. Esto significa que el «bombeo biológico» presenta fugas.
Durante la proliferación del fitoplancton se produce por tanto un mayor reciclado de carbono en las aguas superficiales y menos cantidad de éste se hunde hacia el fondo. No hay mayor fijación de carbono pese a la proliferación de fitoplancton. Desde el punto de vista biológico es razonable que así sea, porque el ecosistema debe de haber evolucionado para minimizar las pérdidas. Al fin y al cabo un proceso de «florecimiento» de algas es un «llamamiento a la cena» para las demás especies y es el ecosistema en su conjunto el que se beneficia de él.
La fertilización del océano, que básicamente produciría un «verano artificial» al hacer proliferar las algas, no eliminaría más dióxido de carbono de la atmósfera. La idea no funcionaría porque, básicamente, se han ignorado los procesos naturales revelados en este estudio.
En un reciente congreso sobre fertilización oceánica se estimó que este proceso representaría un volumen de negocio de 100.000 millones de dólares gracias a los tratados que permiten la compra de derechos de emisión de dióxido de carbono. Sin embargo, este proceso de fertilización no está todavía aprobado en los tratados de regulación de emisiones.
De momento hay demasiadas dudas sobre la eficacia y seguridad, sobre todo debido a posibles efectos ecológicos secundarios de este método. Obviamente se necesitan más experimentos y solucionar problemas de jurisdicción antes de pensar en comercializarlo. De momento la fertilización de los océanos es, bajo las leyes internacionales del mar , simple y llanamente arrojar basura al océano.
Según algunos expertos tratar de aminorar los efectos de las emisiones de CO2 dañando el mar, que es fundamental para la vida en la Tierra, puede ser contraproducente, ineficaz e incluso dañino, pudiendo causar más daño que beneficio en el mejor de los casos.
Este hallazgo, publicado en Journal of Geophysical Research, coincide con la decisión tomada por la convención de Londres sobre la comercialización de la fertilización oceánica en la que se desaconseja este método por no estar científicamente justificado.

Fuentes y referencias:
Nota de prensa de la Universidad de Miami. [1]