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Las adicciones podrían depender de una mutación

Las personas con una mutación que produciría menos receptores D2 en sus cerebros podrían ser más proclives a desarrollar adicciones que los demás, porque tendrían una menor capacidad de aprender de sus experiencias.

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Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. La mayoría de la gente suele aprender de sus errores, pero para algunos tropezar en la misma piedra una y otra vez suele ser lo habitual. Según unos investigadores los drogadictos, alcohólicos, y jugadores compulsivos podrían portar una mutación genética que les condicionaría a repetir la misma historia reiteradamente.
Esta mutación limitaría el número de receptores cerebrales de tipo D2, receptores que se suelen activar cuando los niveles del neurotransmisores dopamina caen.
La dopamina es responsable de mediar en las señales cerebrales de placer. Pero, además, la dopamina nos ayuda a aprender. Cuando tomamos una decisión que nos produce placer la dopamina es la recompensa que recibe el cerebro, y esto exhorta al mismo para repetir la elección. Ser privado de esa recompensa debería, teóricamente, activar los receptores D2 y condicionar al individuo a no tomar la misma decisión de nuevo.
Se ha teorizado que la gente con menos receptores D2 podría ser menos capaz de aprender de un refuerzo negativo. Para demostrar esta teoría Tilmann Klein y Markus Ullsperger del Instituto Max Planck en Leipzig (Alemania) hicieron unos experimentos con unos voluntarios.
Vigilaron la actividad cerebral de 26 varones con un sistema de resonancia magnética nuclear mientras que éstos tomaban decisiones. Doce de los voluntarios tenían una mutación que producía un menor número de receptores D2. Se eligió sólo a hombres y a ninguna mujer para el experimento porque los niveles de dopamina cambian a lo largo del ciclo menstrual de la mujer.
A los sujetos se les solicitó elegir un símbolo entre dos conjuntos de símbolos que se les presentaba. Después de realizar la decisión, en la pantalla aparecía brevemente una cara sonriente o recriminadora, que proporcionaban un estímulo positivo o negativo respectivamente.
El símbolo A fue el más reforzado positivamente por los investigadores con un 80% de los casos, mientras que el B fue reforzado negativamente en la misma proporción. Para otros caracteres como C o F había un reforzamiento neutro, con un 50% de ambos tipos de caras.
Después, el equipo de investigadores comprobó si los voluntarios que habían aprendido a elegir el símbolo A (aprendizaje por refuerzo positivo) o a rechazar la B (aprendizaje por refuerzo negativo).
Ambos grupos de voluntarios aprendieron a elegir la A, pero los hombres con menos receptores D2 tuvieron problemas para aprender de la recriminación.
Las imágenes de actividad cerebral confirmaron que las regiones cerebrales relacionadas con el aprendizaje de los errores tenían un papel importante en el proceso. Durante las pruebas de aprendizaje una de esas regiones estaba más activa en los voluntarios normales que en los portadores de la mutación. Lo mismo pasaba con el hipocampo, que es una región relacionada con la memoria.
Obviamente las decisiones de la vida real están basadas en mucho más que la respuesta de los receptores D2 del cerebro, pero según este estudio estos receptores tienen efecto sobre nuestra habilidad de aprender de nuestros errores.
Desvelar cómo aprendemos a tomar buenas decisiones en lugar de las malas podría ayudar a explicar cómo son procesados en el cerebro los casos de adicción y de comportamiento compulsivo.
El cerebro de los adictos podría ser menos proclive a aprender de los errores. Sus circuitos estarían predispuestos a los sentimientos positivos, como la euforia inducida por las drogas, o por la emoción provocada por una buena a mano de naipes, pero ignoraría las pérdidas y sus consecuencias. Es decir una receta para el desastre.

Fuentes y referencias:
Artículo en science (resumen). [1]
Noticia en Nature. [2]
Ilustración: Roadsidepictures, vía Flickr.