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Más ataques a investigadores

Se han producido nuevos ataques hacia investigadores que trabajan con animales, esta vez en la Universidad de California en Santa Cruz. Se sospecha de activistas por derechos de los animales.

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Automóvil quemado de un profesor de UCSC. Foto: Santa Cruz Sentinel.

La ciudad de Santa Cruz es un sitio idílico de la costa de California. Fundada por misioneros españoles, como muchas de las ciudades de la región, está situada entre el océano Pacífico y las montañas neblinosas cubiertas de bosques de secoyas del mismo nombre. En las noches de verano uno puede oír, gracias al silencio de la noche, a los leones marinos a través de la ventana abierta u oír de día al águila culebrera mientras sobrevuela tu cabeza. Santa Cruz es una de las mecas del surf y durante los sesenta fue abanderada del movimiento hippie. En esa misma década se fundó la Universidad de California en Santa (UCSC), como parte del sistema universitario estatal UC. El campus se encuentra en las montañas, en el mismo bosque, y sus edificios se encuentran diseminados por él de tal modo que son casi invisibles. Todavía se pueden ver pumas salvajes pulular por el campus en las horas de menor bullicio. Los científicos que trabajan en esa universidad son de primera línea mundial, dedicándose a diversos campos del conocimiento, desde el estudio de las galaxias más lejanas a los secretos que guardan los genes.
Desgraciadamente en los últimos tiempos los habitantes de la ciudad y los profesores de su universidad están despertando de ese sueño.
El sábado pasado una bomba incendiaria afectó a la casa del neurobiólogo David Feldheim, que investiga en esa universidad. Su familia pudo escapar a través de la ventana del segundo piso utilizando la escalera de incendios. Un dispositivo similar destruyó el automóvil de otro investigador de la misma universidad. Aunque de momento nadie ha reclamado la autoría de los atentados la policía sospecha de grupos de activistas pro derechos de los animales.
En los últimos años las amenazas, acosos y ataques por parte de estos individuos hacia el personal investigador y sus familias han aumentado considerablemente a lo largo de todo EEUU. No es raro, por ejemplo, que las familias de los investigadores que necesitan experimentar con animales reciban de manera frecuente llamadas de teléfono amenazantes.
Al parecer California es el epicentro de este tipo de movimientos pro derechos de los animales y algunos de estos grupos pueden ser bastante extremistas. En febrero pasado siete enmascarados trataron de entrar en la casa de un investigador de UCSC durante la fiesta de cumpleaños de su hija pequeña. Pero esta universidad no es la única, ni siquiera la primera universidad de la zona en sufrir este tipo de ataques. En los últimos años diversos investigadores de UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) han sufrido ataques en forma de acosos y actos vandálicos por parte de esta gente. En UC Berkeley han atacado a 22 investigadores y otros 7 empleados de la universidad en los últimos meses.
En Santa Cruz aparecieron en las últimas semanas panfletos en las cafeterías del centro de la ciudad. En ellos se citaban nombres, direcciones y números de teléfonos de investigadores de la universidad que supuestamente experimentaban con animales.
David Feldheim usa ratones para el estudio del desarrollo del sistema visual del cerebro, pero la única «falta» que ha cometido otro investigador que se menciona en el panfleto es tener su despacho a lado de uno que experimenta con animales.
Las autoridades académicas han condenado estos ataques y se niegan a comentar las medidas de seguridad tomadas por razones obvias.
La policía, que dice tener pistas, no ha suministrado mucha más información al respecto y trabaja junto al FBI en este asunto.
Determinadas investigaciones científicas en el campo de la Biología y la Medicina serían imposibles sin el uso de animales de laboratorio. Todos los científicos que trabajan con este tipo de animales trabajan con protocolos estrictos y tratan en todo momento de infligir el menor dolor posible a los mismos. Gracias al sacrificio de estos seres contamos con nuevas medicinas y ampliamos los límites del conocimiento.
Los científicos universitarios que investigan en este campo pueden soportar el bajo salario, las interminables horas de trabajo y la competitividad académica, pero no pueden ni deben soportar amenazas hacia ellos y sus familias.
Los movimientos pro derechos de los animales funcionan casi como religiones de verdad revelada y no dudan en utilizar métodos violentos para alcanzar sus fines. En sus esfuerzos por imponer su ideología se olvidan de la multitud de especies en vías de extinción que nunca tienen suficiente apoyo. Y se olvidan además de las ratas que mueren envenenadas en las alcantarillas de cualquier ciudad que quiera mantener unas mínimas normas de higiene.

Fuentes y referencias:
Noticia en Santa Cruz Sentinel. [1]
Noticia en Santa Cruz Sentinel. [2]
Noticia en Santa Cruz Sentinel. [3]
Noticia en Santa Cruz Sentinel. [4]