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Cómo estudiar la corteza terrestre sin perforar

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Perfil de terreno producido por reflexión sísmica (Richard Davies).

Los geólogos que están interesados en estudiar las diferentes capas de rocas que hay en la corteza terrestre están usando los mapas de perfil 3D de terreno, hasta ahora confidenciales, confeccionados por las compañías petrolíferas que buscan nuevas bolsas de combustibles fósiles.
Estos mapas son levantados con una tecnología denominada reflexión sísmica, y produce imágenes tridimensionales de estructuras geológicas hundidas a cientos o miles de metros.
Las imágenes pueden arrojar luz sobre los procesos geológicos fundamentales de la corteza terrestre, los cambios químicos producidos en las rocas a grandes profundidades, la intrusión de magma en la corteza continental y el flujo de sedimentos a lo largo de valles oceánicos.
Para obtener estas imágenes se requiere una buena relación entre las universidades y las compañías para lograr convencer a las segundas de que compartan los datos. A veces, el hecho de que algunos geólogos hayan trabajado con anterioridad en ese tipo de compañías puede allanar el camino.
Con la ayuda del software apropiado los mapas o imágenes pueden ser rotados, troceados, y en definitiva manipulados para mostrar lo que los investigadores quieren ver.
Para crear estos mapas se usan ondas sísmicas creadas por explosiones u otros medios. Dichas ondas viajan por el subsuelo durante cientos o miles de metros y son reflejadas y refractadas por las distintas rocas del subsuelo y son vigiladas en distintos puntos mediante sensores especiales situados en la superficie y espaciadas de 12 a 25 metros. Un computador potente recrea posteriormente el perfil de capas de rocas que produce el patrón registrado. El advenimiento de esta tecnología fue posible en su día gracias a la creación de algoritmos basados en análisis de Fourier de ecuaciones diferenciales. Un conjunto completo de datos suele costar un millón de dólares.
La mejor resolución alcanzada se obtiene entre la superficie y los mil metros de profundidad. Pero los geólogos están más interesados en las capas situadas entre los 1000 y 6000 metros de profundidad donde la resolución es muy pobre, viéndose en la obligación de tener que extrapolar datos.
La colaboración entre universidades y compañías beneficia a ambas partes. Pues la parte académica obtiene acceso a estos datos valiosos y caros, mientras que los geólogos de las compañías pueden mejorar sus modelos.