- NeoFronteras - http://neofronteras.com -

¿Dónde buscar vida inteligente?

Según un estudio los mundos más propicios para encontrar vida inteligente orbitan alrededor de estrellas como el Sol.

Foto
Impresión artística de un mundo habitado cubierto por agua. Foto: Nahks Tr’Enhl.

Por primera vez en la Historia estamos detectando mundos alrededor de otras estrellas. Quizás dentro de relativamente poco tiempo podamos incluso detectar planetas similares en tamaño a la Tierra. La esperanza es que alguno de ellos esté a una distancia tal de su estrella que caiga dentro de la zona habitable, esto es, la región en la cual el agua puede permanecer en estado líquido, ni demasiado cerca de la estrella (demasiado caliente y el agua se evapora) ni muy demasiado lejos (tan frío como para que se congele).
La zona habitable varía mucho de una estrella a otra. En estrellas frías ese anillo estará muy cerca de la estrella y en estrellas calientes lejos. Además, las abundancias relativas de los distintos tipos de estrellas no son la misma en nuestra galaxia, y encima cada tipo de estrella brilla durante un periodo de tiempo muy distinto al resto.
Según un estudio reciente si queremos buscar planetas propicios para la vida inteligente lo ideal es que lo hagamos alrededor de estrellas como el Sol, con una temperatura de entre 5300 y 6000 Kelvins. Esto es algo que los científicos siempre habían sospechado.
Según el principio de mediocridad, a menos que haya evidencias de lo contrario, nuestras observaciones deben de ser las típicas entre las de los observadores inteligentes.
Según Daniel Whitmire, de University of Louisiana en Lafayette, hay un pero, y es que nuestra estrella no es una estrella típica. Las estrellas más abundantes en nuestra galaxia son las estrellas de baja masa y no vivimos alrededor de una estrella de baja masa. Según él, en su artículo se explica por qué. El 93% de las estrellas de la galaxia son menos masivas que el Sol, menos luminosas y más frías. La estrella típica pesa un décimo de la masa solar. En el estudio se confirma el principio de mediocridad si se aplica al Sol.
En NeoFronteras ya nos hicimos eco de ciertas teorías que sostienen que la vida es posible alrededor de enanas rojas o en lugares incluso más exóticos. Pero que sea posible, no significa que sea probable. Según este estudio los más probable es que la vida inteligente se dé en estrellas más escasas, como la nuestra.
Para realizar los cálculos Whitmire y John Matese combinaron modelos de formación planetaria con datos de la distribución de estrellas en la Vía Láctea en función de la masa.
Los modelos de formación muestran cuándo es más fácil que se forme un planeta en la zona habitable, que es donde es más fácil que pueda surgir la vida.

Foto
Distribución de los exoplanetas conocidos en función de su masa y distancia orbital. Se añaden algunos planetas de nuestro sistema solar y una franja habitable: la nuestra. Foto: NASA.

Los modelos astrofísicos predicen además que cuanto más masiva es la estrella más grande es su zona habitable. Pero según lo que sabemos, las estrellas masivas son menos abundantes y cuanto más masiva es una estrella más corta es su vida al consumir el combustible nuclear más rápidamente. Por encima de un límite incluso explotan como supernovas a los pocos millones de años de haberse formado.
Es muy difícil que a la vida le de tiempo aparecer y evolucionar en un planeta que orbite alrededor de una estrella demasiado masiva. Pedir, encima, que aparezca vida inteligente es pedir demasiado en este caso.
Puede que haya planetas en la zona habitable de una enana roja. Contarían con la ventaja de que la posible vida que hubiera allí tendría mucho tiempo para evolucionar. Pero la probabilidad de que un planeta se forme en una zona habitable tan estrecha y cerca de la estrella es muy baja.
Por tanto, la probabilidad de que haya vida compleja en un planeta depende de un compromiso entre la distribución de tipos de estrellas que hay y la probabilidad de que haya un planeta en la zona habitable. Hay que distinguir también entre un planeta en la zona habitable y uno que además pueda llegar a tener vida inteligente. En nuestro caso se necesitaron 4500 millones de años para que apareciéramos por aquí.
Estos autores llegan a la conclusión que el equilibrio se alcanza justo con estrellas como el Sol. Tienen suficiente masa como para que haya cierta probabilidad de que haya planetas en sus zonas habitables, pero son lo suficiente longevos como para permitir la aparición de vida inteligente. Según ellos un 10% de las estrellas de la Vía Láctea caen dentro de esta categoría, es decir, hay unos 10.000 millones de candidatos.
Según Whitmire este resultado mitiga el argumento, usado frecuentemente, de que la vida inteligente debe de ser muy escasa. Esta idea se basa en el principio antrópico y fue introducida por Brandon Carter. Según Carter hay una coincidencia entre el tiempo que le llevó a la vida alcanzar la inteligencia sobre la Tierra y la vida del Sol. Si asumimos que estas dos escalas son independientes esta coincidencia hace que la vida inteligente sea muy improbable, ya que la vida necesita en general de más tiempo que la estrella le puede dar.
Según Whitmire, en su estudio se explica la coincidencia de que el tiempo de vida del Sol es el que es. El otro argumento en contra del razonamiento de Carter es que la vida inteligente necesita de varios miles de millones de años para aparecer, si asumimos que nuestro caso es el típico, pero esto puede ser proporcionado por cierto tipo de estrellas.
Lo malo de las estadísticas basadas en un solo caso es que realmente no sabemos cuánto tiempo se necesita en promedio para llegar a la vida compleja o a la vida inteligente una vez aparece la primera célula. Ni siquiera sabemos la probabilidad de que aparezca la vida una vez tenemos un planeta propicio situado en la zona habitable.
Otro punto flaco de este estudio es que hasta que tengamos datos reales sobre planetas en zonas habitables con los que elaborar una estadística, debemos de conformarnos con modelos de formación planetaria, que no tienen por qué ser necesariamente correctos.

Fuentes y referencias:
Noticia en Astrobiology magazine. [1]
Artículo original. [2]