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Atravesamos una nube interestelar

El sistema solar está atravesando una nube interestelar local de 30 años luz de ancho.

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En el número de Nature del 24 de diciembre un grupo de científicos de la NASA, liderados por Merav Opher, revelan que el sistema solar está atravesando una nube interestelar que según la Astrofísica tradicional no debería existir.
Este resultado proviene del análisis de los datos que todavía proporcionan las sondas Voyager, que se encuentran más allá de la órbita de Plutón gracias a un viaje que dura ya 30 años. Este grupo de científicos ha podido comprobar, gracias a esos datos, que hay un fuerte campo magnético que mantiene cohesionada la nube interestelar a partir del borde del Sistema Solar.
A esta nube Interestelar local la llaman también “Local Fluff”. Tendría unos 30 años luz de diámetro de ancho y estaría compuesta principalmente por hidrógeno y helio a una temperatura de 6000 grados centígrados.
Para poder explicar el misterio de esta nube habría que remontarse a hace 10.000 millones de años, cuando un grupo de supernovas explotó por “nuestras cercanías”, creando una burbuja de gas a un millón de grados de temperatura. La nube local actual está completamente rodeada por el residuo a alta presión de esas explosiones y debería colisionar o dispersase debido a ello. La temperatura observada en la nube local no proporciona suficiente presión para resistir la presión del gas que la rodea procedente de esas explosiones de supernova. Entonces, ¿cómo es posible que todavía exista la nube local?

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Concepción artística de la nube interestelar local. Fuente: Linda Huff (American Scientist) y Priscilla Frisch (University of Chicago).

Las sondas Voyager han encontrado la respuesta. Sus datos muestran que la nube local está más fuertemente magnetizada de lo que previamente se había pensado, concretamente a 4 ó 5 microgauss (el campo magnético terrestre tiene unos 500 microgauss). Este campo proporciona una presión extra que se opone la destrucción de la nube local.
La nube local empezaría más allá de la heliopausa, que es una burbuja formada por el campo magnético del Sol inflada por viento solar hasta los 10.000 millones de km de anchura. La heliosfera actúa como un escudo y nos protege de los rayos cósmicos galácticos y de las nubes interestelares. El tamaño de la heliosfera es determinado por un equilibrio de fuerzas. Por un lado el viento solar infla la burbuja desde el interior, mientras que la nube local la comprime desde el exterior.

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Anatomía de la heliosfera (alta resolución) [1]. Fuente: NASA, Walt Feimer.

Las Voyager no se encuentran todavía dentro de la nube local, pero se aproximan cada vez más a ella y pueden sentir su presencia. Se encuentran justo en la capa más exterior de la heliosfera, donde el viento solar reduce su velocidad debido a la presión del gas interestelar.
El hecho de que la nube local esté magnetiza significa que otras nubes en nuestra vecindad galáctica también lo podrían estar. Puede que el sistema solar finalmente entre en alguna de estas otras nubes y que la heliosfera sea comprimida aún más. Una compresión adicional podría permitir que más rayos cósmicos entren en el Sistema Solar y que estos afecten el clima terrestre.
Esto también afectaría la capacidad de los futuros astronautas de poder viajar a través del espacio sin ser muy irradiados y nos dice que éstos no podrían viajar muy lejos, ya que el peligroso espacio interestelar estaría mucho más cerca.
Sin embargo, este tipo de eventos necesitaría de decenas o cientos de miles de años para tener lugar.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa de la NASA. [3]
Foto cabecera: The American Museum of Natural History.