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Encuentran los restos de Copernico

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Reconstrucción de Nicolás Copernico basada en el cráneo.

Científicos de Varsovia afirman haber descubierto los restos mortales de Copérnico, el padre del sistema heliocéntrico que afirma que el sol está en el centro del sistema solar.
Aunque parezca difícil de creer no se sabía donde se encontraba su tumba. La autorización para la publicación de su libro “De Revolutionibus Orbium Coelestium” en el que exponía la teoría se realizó poco antes de su muerte por temor a una persecución de las autoridades eclesiásticas sobre su persona. De este modo la fama le vino después de muerto. No hay documentos que digan dónde están sus restos.
La tumba con sus restos ha sido hallada en una catedral polaca y en ella han encontrado numerosos huesos y su cráneo.
A partir de este cráneo, expertos en medicina forense han realizado una reconstrucción de las facciones del fallecido que encajan con los retratos que se poseen del científico de siglo XVI.
Para confirmar su hallazgo los científicos quieren hacer una prueba de ADN y comparar los resultados con los de su tío materno Lukas Watzenrode.
Jerzy Gassowski, arqueólogo líder de la excavación, dice estar convencido en un 97% de su hallazgo, aunque la total seguridad llegará con las pruebas de ADN.
Las excavaciones se realizaron en la catedral gótica de Frombork, ciudad en ciudad natal de Copernico en la costal del Mar Báltico. Allí Copernico sirvió como miembro del clero.
Los restos han sido encontrados bajo el altar 16 de dicha catedral.
Copernico murió en 1543 a la edad de 70 años y se disponen de pocos retratos de su persona.
En su famoso libro “Sobre la revolución de las esferas celestes”, publicado después de su muerte, propuso que era el Sol y no la Tierra el que estaba ubicado en el centro del sistema solar, contradiciendo todo lo establecido en ese tiempo y redescubriendo el sistema heliocéntrico que ya el presocrático Aristarco de Samos propuso siglos atrás. La astronomía era una afición en este hombre del clero, pero esta idea dio paso a una auténtica revolución filosófica y científica que continuó Galileo Galilei. No se repetiría algo similar hasta la llegada de Darwin en el XIX.