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Monos quimera

Consiguen obtener monos quimeras a partir de varios embriones de macaco, pero el fracaso de algunas técnicas levanta dudas sobre las líneas de células madre.

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Rocu y Hex son quimeras. Fuente: OHSU.

En un episodio de House había un paciente con un grave y misterioso problema de salud que, como siempre, ponía en peligro su vida. Cuando Dr. House se dio cuenta de que el paciente era una quimera pudo resolver el caso. Naturalmente no nos referimos aquí al significado metafórico de esa palabra “quimera”, ni tampoco al significado mitológico, sino al significado biológico.
Aunque esto de las quimeras suene a ciencia ficción o a episodios de TV, en realidad las quimeras se dan de manera natural, incluso en la especie humana en raras ocasiones. Así por ejemplo, hace más de diez años Margot Kruskall, doctora en el Beth Israel Deaconess Medical Center de Boston, se encontró con uno de esos casos en el que una mujer necesitada de trasplante de riñón descubrió que los hijos a los que había dado a luz no se correspondían genéticamente con ella (el caso contrario, en casi un 10% de la población, se suele deber simplemente a una infidelidad de la esposa). Esa mujer era una quimera natural.
Una quimera es básicamente un individuo con dos o más tipos células en su cuerpo que tienen genomas distintos. Cada tipo de célula procede de distintos óvulos fecundados. Si una quimera se da de manera natural tiene sólo dos progenitores, aunque sea el producto de la fusión de dos embriones, pero de manera artificial esta clase de quimeras puede tener, como mínimo, dos padres y dos madres distintos.
Desde hace décadas se vienen haciendo experimentos para la obtención de quimeras de distintas especies. Las quimeras típicas se obtienen a partir ratones fusionando embriones en una de sus primeras etapas. Hay casos (los primeros que se realizaron) en los que se fusionaba un embrión procedente de progenitores oscuros con otros procedente de progenitores blancos y se obtenían ratones con aspecto de cebra. Más adelante se usaron otras técnicas distintas, en las que se inyectaban células madre en embriones. Los ratones quimera han sido importantes en investigación biomédica porque ha permitido la producción de ratones transgénicos que portan genes que han sido silenciados.
Pero estos experimentos que tan fácilmente se realizaron en ratones desde hace décadas se han resistido en otras especies. Ahora Shoukhrat Mitalipov del Oregon National Primate Research Center y su equipo han conseguido por primera vez quimeras de primates, en concreto de macacos.
Los investigadores ensayaron distintas técnicas para conseguir estas quimeras, pero sólo una resultó exitosa, en concreto la tradicional. Consistió en fusionar embriones en sus etapas más tempranas, cuando las células son totipotentes y no están diferenciadas. Es decir, como los primeros casos conseguidos en ratones. En este caso a partir de la agregación de tres embriones, así que cada uno de estos monos tiene seis progenitores.
De alguna esas células logran comunicarse entre sí de manera efectiva y crear un nuevo embrión que, a pesar de tener genomas distintos, dan lugar a un individuo viable (ver foto superior).
Se creía que quizás fuera posible que las células de distintos genomas dieran lugar a distintos órganos o sectores del cuerpo, pero no fue así. En su lugar las células de distinto genoma se repartían por todo el cuerpo. Así, si por ejemplo están en los testículos, cada tipo de célula produce sus propios espermatozoides. En otras palabras, una quimera no tiene descendencia quimérica.
En los primeros intentos el equipo de Mitalipov intentó producir quimeras mediante la introducción de células madre embrionarias dentro de embriones en el estadio de blastocito, que es cuando el embrión ha empezado a diferenciarse y contiene un hueco interior. Esta técnica también funciona en ratones, pero en este caso fracasó.

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Las distintas técnicas empleadas. Fuente: Cell.

Los investigadores dicen que esta técnica de inyección en el blastocito falla porque las células madre que se inyectan no consiguen integrarse. Esto sugiere que quizás estas líneas de células madre, que han venido cultivándose durante dos décadas en el laboratorio han perdido de algún modo la capacidad de integrarse en un embrión. No serían, por tanto, tan potentes como se cree. En el caso de los ratones se trata de células madre “frescas” y éstas, al parecer, sí se pueden integrar fácilmente.
Esto levanta dudas sobre la investigación con células madre humanas, pues se vienen usando las mismas líneas de estas células por motivos políticos, sobre todo en EEUU.
Por tanto, lo interesante de este experimento no es el haber obtenido estos macacos, sino el no haberlos podido obtener mediante otras técnicas, pues esto obliga a investigar las causas y a saber cómo se organizan las células para comunicarse con otras y formar un embrión y qué características de esas se pierden en el caso de usar líneas de células madre antiguas. Además señala las diferencias entre células embrionarios totipotentes y pluripotentes cuando se usan en animales «superiores» a los ratones.
Obviamente la meta es conseguir nuevas terapias para humanos, como en el tratamiento de paraplejias o en el Parkinson en los que se planea la implantación de células embrionarias, algo que quedaría muy limitado si nos circunscribimos a experimentos con ratones. De ahí la necesidad de hacer experimentos en primates.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]