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Cooperación, castigo y reputación

Según un modelo los sistemas de cooperación en los que hay castigo pueden aparecer por evolución si también hay reputación.

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Los seres humanos somos seres sociales. Necesitamos de los demás para poder sobrevivir y así hemos evolucionado. Sin embargo, dentro de una sociedad pueden surgir individuos egoístas que parasitan el sistema en su propio beneficio. Normalmente se asume que para que el comportamiento cooperativo aparezca evolutivamente debe existir la oportunidad del castigo sobre los individuos indeseables. El problema es que el castigo tiene siempre un coste para el que castiga y los beneficios a veces son poco claros. Para determinados comportamientos puede resultar rentable no castigar. Aunque si el costo (económico o de otro tipo) del castigo se reparte por igual en toda la sociedad su efecto puede ser más efectivo. De este modo, nadie va por ahí ajusticiando a asesinos, sino que es el sistema judicial y penal, pagado con los impuestos, el que se encarga de ello.
Pero un nivel bajo de castigo no es el único problema que puede aparecer. Si el coste del castigo (se individual o colectivo) excede lo sancionado puede que no solamente no merezca la pena castigar, sino que sea mejor no hacerlo.
En experimentos controlados se observó que frecuentemente se abusaba del castigo. Parece ser que el ser humano tiene una innata sed de justicia y siente placer a la hora de castigar. Encima, en estos experimentos algunas veces se castigaba incluso las conductas cooperativas. Siempre se pueden sembrar dudas sobre este tipo de experimentos en los que suele participa estudiantes norteamericanos.
Todo esto hace dudar de que un sistema solamente basado en la cooperación y el castigo pueda aparecer por evolución biológica (o social) de manera natural.
Ahora, Christian Hilbe y Arne Traulsen, del Instituto Max Planck, han desarrollado un modelo basado en la Teoría de Juegos que muestra la dependencia que puede haber entre la reputación y la evolución del la cooperación y el castigo. Según sus resultados la reputación podría ser la clave para la evolución exitosa de sanciones responsables.
Inicialmente no parece que el castigo responsable tenga una ventaja para el comportamiento que es castigado y, por tanto, no completa los requerimientos para la evolución de semejante comportamiento. Para resolver este problema estos investigadores desarrollaron un modelo matemático de dos fases. En la primera fase los jugadores pueden decidir cooperar o no. Basándose en esto deben decidir en la segunda fase si castigar o no a los jugadores por su comportamiento previo. Esto muestra que el comportamiento cooperativo y las sanciones justificadas se llevan a cabo si las interacciones pueden ser observadas por otros.
La decisión de alguien de castigar a otros afecta no solamente a las ventajas relativas a corto plazo de los jugadores, sino que además afectan a su reputación.
Nuestra propia reputación parece tener un alto valor y es algo que se considera a la hora de aplicar o no castigos injustos. Estamos preparados para pagar un alto precio para mantenerla. Según Christian Hilbe, la sospecha de que alguien nos está vigilando es suficiente para aumentar nuestra voluntad de cooperar.
El castigo es, por tanto, el principal mecanismo para mantener la cooperación, pero sólo si se usa responsablemente. Las sanciones no solamente tienen el propósito de castigar del comportamiento no cooperativo, sino que además es una señal hacia los intrusos. Sólo a través de sanciones responsables se puede mantener la voluntad de cooperar en una población en crecimiento. La tendencia mostrada anteriormente de castigar el comportamiento injusto sería una ventaja a largo plazo.
La habilidad de los humanos a recopilar información a través de los demás permite construir una reputación y en consecuencia parece una de las razones fundamentales para la pronunciada voluntad a cooperar entre la gente.
A veces parece que no sea fácil crear modelos de comportamiento social que incorporaren sentido común.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]