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Sobre el futuro de los biocombustibles

El ejemplo de Brasil no parece indicar que el bioetanol pueda ser una solución al problema de los combustibles. Aún así se sigue apostando por el uso de biocombustibles.

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Parece ser que tenemos un problema muy grande con los combustibles que usamos y que no hay una solución sensata a la vista. Pero esta claro que el suministro de petróleo será cada vez más crítico y sus productos derivados cada vez más caros. Lo malo es que nuestras economías dependen mucho de los precios de los combustibles.
Como solución se propuso en su día la producción de combustibles sintéticos entre cuyos ingredientes se contaría con derivados de productos vegetales. En teoría, cuantos más derivados vegetales se usen en ello menores emisiones de dióxido de carbono netas se producen. Vamos a ver ahora la cara y la cruz de esta visión a partir de dos noticias recientes.

Por un lado el grupo de Christodoulos Floudas, de la Universidad de Princeton, ha analizado los posibles escenarios en el uso de combustibles sintéticos en EEUU. La idea sería producir suficiente combustible como para rebajar las emisiones de dióxido de carbono en un 50%. El problema según este investigador no es sólo si se puede hacer algo así, sino si se puede hacer de una manera atractiva desde el punto de vista económico. Según este profesor, ambos cosas son posibles.
Cree que en 30 o 40 años los EEUU podrían adoptar el uso de combustibles sintéticos, pero que no sería barato. El costo de asumir esta meta se estima en más de un billón de dólares. De todos modos, se esperan mejoras en la fabricación de este tipo de combustibles y que el precio del crudo siga subiendo, por lo que este tipo de combustibles serán cada día más atractivos.
Este equipo de investigadores cree que se podría producir gasolina, diesel y combustible de avión por síntesis química a un precio competitivo, dependiendo, claro está, del precio del crudo y de las materias primas usadas para la fabricación del combustible. Dos tercios del petróleo consumido por los EEUU se usa en el transporte y este país importa cerca del 45% del petróleo que consume. El Departamento de Defensa estudia la adopción de este tipo de combustibles para así no depender del crudo exterior.
Usando diversos procesos químicos, algunos de los cuales datan de los años veinte del pasado siglo, se puede producir combustible sintético a partir de carbón y productos vegetales, como un determinado tipo de hierba nativa de Norteamérica, para así evitar el uso de maíz de consumo humano o ganadero.
Básicamente consiste en calentar estas sustancias a más de 1000 grados para producir una mezcla de gases de moléculas simples. Posteriormente que éstas se reorganizan formando largas cadenas gracias al proceso Fischer-Tropsch y al uso de catalizadores. Una de las grandes ventajas de usar biomasa son las menores emisiones de azufre que se producen frente al uso de crudo convencional.
Este grupo ha conseguido reciclar el dióxido de carbono producido en el proceso de una manera más económica. En su artículo reciente este equipo de investigadores propone la construcción de 130 plantas de producción combustible alimentadas por carbón, gas natural y biomasa. Su tamaño y distribución territorial estarían pensados estratégicamente a lo largo del país. El precio final sería de unos 83-95 dólares en equivalentes de barril de petróleo.

Por otro lado, el ejemplo de Brasil quizás sirva a otros países a la hora de sopesar el uso de biomasa en la fabricación de biocombustibles. Desde hace décadas Brasil produce bioetanol con caña de azúcar a través de procesos fermentativos. Esta política recibió el empuje de Luiz Inácio Lula da Silva en 2007.
Pero cinco años después la situación no parece prometedora. Los biocombustibles han caído en desgracia a lo largo del mundo por la cantidad de hectáreas de tierra de cultivo que necesitan y por elevar los precios de los alimentos. Por otro lado, los efectos contra el calentamiento global de estos combustible son modestos y su impacto ecológico demasiado elevado.
Este año el consumo de etanol en Brasil es un 26% menor que en el mismo periodo de 2008. Se han cerrado 41 de las 400 plantas productoras de etanol y el precio del etanol y sus mezclas se ha disparado en las gasolineras. Por otro lado, el despegue económico del Brasil y el mayor parque automovilístico ha disparado la contaminación en las ciudades. En 2011 las emisiones por esta causa fueron de 170 millones de toneladas de dióxido de carbono, mientras que en 2008 fueron de 140 millones de toneladas.
Según Ildo Sauer, de la Universidad de São Paulo y que además trabajó en Petrobras, ahora se está comprando más petróleo que nunca y se está gastando mucho dinero en asistencia médica para enfermedades provocadas por la contaminación atmosférica.
El problema surgió cuando, en lugar de desarrollar nuevas plantaciones, la industria se dedicó a fabricar bioetanol a partir de las plantaciones caña de azúcar que ya había. La producción pasó de 115 toneladas por hectárea en 2008 a 69 toneladas por hectárea. Si a esto se le junta un par de malas cosechas, el resultado fue que Brasil tuvo que importar de EEUU en los dos últimos años 1500 millones de litros de bioetanol producido a partir de maíz.
Ahora Brasil espera producir bioetanol secundario a partir de la celulosa contenida en los tallos de las plantas. Esto permitiría doblar la producción por hectárea. Pero el método todavía no está totalmente desarrollado. Un banco brasileño ya ha aportado un préstamo de casi 500 millones de dólares para investigar esta línea.

En todo caso, el uso de biocombustibles debería ser sólo una parte de la tarta energética y no debe interferir con la producción de alimentos o con las zonas de alto nivel ecológico, sobre todo en los países tropicales. Si se desea la sostenibilidad energías como la solar o la eólica deben tenerse muy en cuenta, así como los sistemas que ahorran energía.
Hay un aspecto en economía que muchas veces no se tiene en cuenta en este tipo de estudios: la externalización de costes. El precio que paga el consumidor por diversos productos no incluye ciertos costes que el productor ha conseguido externalizar. Éste no paga por los tratamientos médicos de la gente que enferma por culpa de esa contaminación que genera la confección de sus productos o por la limpieza de las aguas que contamina, por citar sólo un par de ejemplos. Esos costes los terminan pagando o bien los estados (todos nosotros con nuestros impuestos) o bien aumentan una deuda ecológica monumental que todos tenemos con el planeta y que tarde o temprano nos terminarán pasando la factura. Esperemos que este tipo de energías renovables no comentan este pecado que la industria del petróleo conoce tan bien.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Artículo original. [3]
Noticia en Nature. [4]
Foto: “Sugar cane” por irodman, vía Flickr.