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Ontogenia y filogenia del lenguaje

Niños de 2 años ya saben las reglas básicas de la gramática, mientras que los chimpancés no las aprenden nunca aunque sepan usar una lengua de signos.

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Nim Chimpsky. Fuente: Herbert Terrace.

Cuando se estudian con cuidado los animales, sobre todos los más cercanos al hombre desde el punto evolutivo, nos damos cuenta de que muchas características que en principio juzgamos sólo humanas ya están en ellos. Así, se puede comprobar que tienen el concepto de justicia, de cooperación o el sentimiento de empatía. Incluso tienen atisbos de lo que parece ser cultura. Están en un grado inferior al humano, pero ya están ahí. Parece que es sólo una cuestión de cantidad en lugar de calidad. ¿Es así en todo?
Chomsky propuso hace tiempo que el ser humano nace ya con una gramática universal precargada que se adapta al contexto cultural del niño, esto es, a la lengua en la que crece. Desde entonces parece que esta hipótesis se viene confirmando. ¿Tienen los animales algo parecido? Al fin y al cabo, a algunos primates se les ha logrado enseñar un rudimentario lenguaje de signos.
Un estudio realizado por Charles Yang de University of Pennsylvania indica que los niños de 2 años de edad ya saben manejar las reglas básicas de una gramática cuando empiezan a hablar y no simplemente imitan a los adultos. Sin embargo, este no es el caso de los chimpancés.
En el proyecto Nim (años setenta) se enseño un lenguaje de signos a un chimpancé a lo largo de muchos años, pero nunca consiguió adquirir las reglas gramaticales básicas que sí tiene un niño de 2 años de edad. Este proyecto proporcionó el único conjunto de datos públicamente disponibles hasta el momento sobre la adquisición de un lenguaje por parte de un animal.
Desde hace tiempo los lingüistas han debatido sobre si los niños realmente saben las reglas gramaticales o simplemente las memorizan por imitación de los adultos. El problema suele ser que los niños de esas edades tienen un vocabulario demasiado escaso como para proporcionar suficientes ejemplos de uso de la gramática.
Según Yang, aunque los niños no digan mucho, eso no significa que no sepan nada acerca del lenguaje. Añade que, pese a la superficial falta de diversidad en los patrones hablados, si se estudia con cuidado se ve que los niños saben bastante sobre el lenguaje.
Para estudiar este asunto Young se fijó en conceptos gramaticales sencillos, como el uso del artículo definido e indefinido o el uso de la conjunción “o”. El reto fue demostrar que los niños entendían las reglas gramaticales que usaban. Los niños no suelen cometer errores en el uso de los artículos, pero eso no significa que sepan las reglas gramaticales correspondientes. Puede que simplemente las hayan memorizado mediante la imitación de adultos.
Para solventar este problema Yang se aprovechó del hecho de que muchos nombres pueden ser emparejados con un artículo definido o indefinido para producir una frase correcta, pero las frases resultantes pueden tener diferentes usos o significados. Esto hace que las combinaciones varíen en frecuencia.
Así por ejemplo “el cuarto de baño” es más común que “un cuarto de baño”, mientras “un baño” es más común que “el baño”. Estas diferencias no tienen nada que ver con la gramática, sino con la frecuencia en la que las frases que contienen esas combinaciones son usadas. Simplemente hay más oportunidades de usar frases como “necesito ir al cuarto de baño” o “el perro necesita un baño” que frases como “hay un cuarto de baño en el segundo piso” o “el baño está demasiado frío”.
Esto significa que la probabilidad de usar un artículo en particular con un nombre dado no es del 50%, sino que está escorado hacia “el” o “un”. Estas tendencias pueden ser caracterizadas mediante las leyes estadísticas generales de la lengua, que Yang usó para desarrollar un modelo matemático.
Este modelo fue capaz de diferenciar entre la diversidad esperada en el lenguaje si un niño usaba realmente una gramática y la que usaría por simple imitación de adultos. Debido a estas diferencias en las frecuencias, un adulto podría decir “el cuarto de baño” a un niño, pero nunca “un cuarto de baño”, sin embargo el niño sería capaz de decir “un cuarto de baño” si comprendiera la gramática subyacente.
“Cuando comparas lo que el niño podría decir si siguiera las reglas gramaticales frente a lo que dice encuentras que es casi indistinguible”, dice Yang. Añade que si se simula la diversidad esperada cuando un niño está sólo repitiendo lo que los adultos dicen se produce una diversidad muy por debajo de lo dicho por el niño en la realidad.
Como comparación Yang aplicó el mismo modelo predictivo a lo que el chimpancé Nim Chimpsky conseguía expresar. Encontró que el chimpancé no seguía las reglas gramaticales tal y como lo hacen los humanos, por lo que en este caso sí aprendería por imitación de los humanos, simplemente memorizaba sin entender.
Esto sugiere que el verdadero aprendizaje de la lengua es único en la especie humana y está presente en estadios muy tempranos del desarrollo.
“La idea de que los niños solamente imitan el lenguaje de lo adultos es muy intuitiva y ha tenido un resurgimiento en los últimos pocos años, pero hay pruebas estadísticas fuertes en favor de la idea de que los niños realmente conocen mucho acerca de la gramática abstracta a muy temprana edad”, dice Yang.
Así que parece que ya hemos encontrado algo que sí nos diferencia cualitativamente del resto de los animales.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Artículo original. [3]