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Futuro polvo inteligente

El desarrollo de motas computacionales promete un futuro en el que se pueda disponer de “polvo inteligente”.

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En los últimos 30 años ha habido una auténtica revolución en la computación y las comunicaciones. No sabemos qué va a ocurrir en las próximas décadas, aunque siempre se puede especular o soñar, si lo queremos decir así. Una vez alcancemos las dimensiones atómicas, o casi, la ley de Moore dejará de cumplirse, así que habrá que inventar cómo seguir avanzando. Se admiten todo tipo de ideas.
Imagine el lector que en el futuro se pueden hacer microprocesadores casi tan potentes como los que tenemos ahora, pero mucho más pequeños.
Podrían ser incluso unidades de computación completas, con todos los sistemas de cómputo y almacenamiento de información y con sus propios sistemas de comunicación (una especie de WiFi). Tendrían sus programas y sistemas operativos. Contarían también con su propia alimentación, quizás a través de una minicélula solar, usando las radiofrecuencias del ambiente o aprovechando focos fríos y cálidos para producir energía. Se podrían fabricar por miles o millones y comprar kilos de ellos. Los podríamos “esparcir” por ahí y que terminen siendo una especie de polvo computacional.
Prabal Dutta, de University of Michigan, trabaja precisamente en esta idea del “polvo inteligente”.
Este investigador cree que se podrían dotar de sensores a esos copos o motas computacionales para que así puedan interaccionar con el ambiente y aprender de él. Aunque no menciona que se pudieran reproducir.
Si se les permitiera la reproducción recordarían un poco a los autómatas de Von Neumann y a otros conceptos similares de las novelas de ciencia ficción en las que los seres humanos son eliminados por una inteligencia en forma de nanorrobots.
Entre las aplicaciones más realistas estaría la de embeber miles de estas unidades computacionales en los propios edificios, quizás en el yeso u hormigón de las paredes. Esto permitiría crear edificios realmente inteligentes, como puentes y rascacielos que vigilen en todo momento su estabilidad estructural, la presencia de gases nocivos, la presencia de fuego, etc.
Pero también permitiría a las personas interaccionar con Internet a través de casi cualquier objeto. Un individuo podría hacer una búsqueda oral en Google en cualquier parte de su casa o preguntar sobre la ubicación de las llaves del automóvil. Las motas lo sabrían casi todo. También sabrían que ya no queda leche en el frigorífico o que sólo queda una naranja y está mohosa.
También se podría usar este concepto en Medicina, para, por ejemplo, introducir estos dispositivos en implantes o para vigilar las constantes vitales de las personas en busca de algo que no vaya bien, por ejemplo, la presencia de un tumor.
El equipo de esta universidad ya ha implantado uno de estos dispositivos prototipo (ver foto) en el tumor de un ratón para que así informe sobre su crecimiento.
Sin embargo, el cuello de botella parece ser la comunicación. Una de estas motas computacionales puede realizar 100.000 operaciones en su CPU por cada unidad de energía, pero sólo puede transmitir un bit de la información obtenida al mundo exterior con esa misma energía.
Ya sólo queda que puedan reproducirse, que aprendan del entorno por ellas solas y que además evolucionen. Con ello se habría conseguido algo parecido a las bacterias.

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Fuentes y referencias:
New Scientist.
Web del investigador. [2]
Foto: University of Michigan.