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Logran implantar falsos recuerdos

Implantan recuerdos falsos en ratones. Esto permitirá saber en el futuro qué es lo que pasa en el cableado neuronal cuando recordamos el pasado.

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Las neuronas en rojo de este hipocampo de ratón almacenan sus recuerdos. Fuente: Steve Ramirez and Xu Liu.

Gran parte de lo que somos depende de nuestros recuerdos. Hay humanos que no pueden crear recuerdos nuevos y reconstruyen cada cinco minutos sus vidas desde la casi nada, como bien nos cuenta Oliver Sacks en uno de sus libros. Este neurólogo también menciona, en este caso en “El Tío Tungsteno”, cómo él mismo llegó a crear un recuerdo de algo que no sucedió. Es lo que se llama un falso recuerdo y el que lo tiene cree que realmente lo ha vivido. Esto es algo que está bien documentado en la literatura científica.
Por otro lado, la memoria es algo más maleable de lo que creemos y es más bien inestable. Cada vez que evocamos un recuerdo lo alteramos. Los recuerdos mejor conservados son los que no recordamos nunca.
En el colmo de las paranoias nihilistas podemos pensar que hemos sido creados en este mismo instante y que todo lo que creemos haber vivido no serían más que recuerdos implantados hace un segundo. La memoria de nuestra infancia, de nuestro primer amor, de nuestros años de juventud y de universidad no serían más que una mera ilusión.
Quizás seamos unos replicantes similares a los que aparecen en “Blade Runner” o la vida que vivimos no es más que una vida quizás más interesante que la aburrida vida de nuestro yo real que fue a la empresa Rekall para pasar unas vacaciones implantadas de manera similar a lo que aparece en “Total Recall”. ¿Será esto posible? Pues bien, a nivel muy sencillo ya se ha conseguido en ratones.
Un grupo de neurocientíficos del MIT han investigado este asunto de los falsos recuerdos y han conseguido implantar falsos recuerdos en el cerebro de ratones. Además han encontrado que muchos de los rasgos neurológicos de estos recuerdos son idénticos en su naturaleza a aquellos de los recuerdos verdaderos.
“Tanto si el recuerdo es falso como genuino, los mecanismos neurológicos subyacentes de evocación de recuerdo son los mismos”, dice Susumu Tonegawa.
Este estudio proporciona pruebas de que la memoria de las cosas se almacena en redes de neuronas que se forman cada vez que tenemos una experiencia y que se denominan “engramas”.
Estos investigadores consiguieron identificar las células que forman un engrama para un recuerdo específico y consiguieron reactivarlo con una tecnología optogenética.
Los recuerdos episódicos, que son los recuerdos de las experiencias, están hechos de asociaciones de varios elementos que incluyen el espacio y el tiempo. Estas asociaciones son codificadas por cambios químicos y físicos en las neuronas, así como por modificaciones en las conexiones entre neuronas.
El gran debate en esta disciplina científica ha sido saber si estos engramas se distribuyen por varias partes del cerebro o si residen en alguna región en particular. En los años cuarenta del pasado siglo, el neurocirujano Wilder Penfield sugirió que la memoria episódica estaba localizada en lóbulo temporal. Para ello se basó en lo observado en pacientes con epilepsia a los que había operado. Estudios posteriores confirmaron que tanto esta región como el hipocampo son críticos a la hora de formar los recuerdos. Pero estos estudios no demostraban que los engramas estuvieran almacenados físicamente en el hipocampo.
El grupo de Tonegawa quiso mostrar que activar grupos específicos de neuronas del hipocampo era suficiente como para producir y evocar recuerdos, lo que demostraría lo anterior. Para hacer esto los investigadores del grupo usaron optogenética, que permite activar células nerviosas específicas usando luz. Esta neuronas se encontraban ubicadas en una zona específica del hipocampo.
Como nosotros, los ratones desarrollan recuerdos que están basados en un contexto. Si un ratón regresa a un lugar en el experimentó dolor en el pasado, entonces recordará esa experiencia y se paralizará de miedo.
Así que estos investigadores obtuvieron ratones modificados por ingeniería genética cuyas células de hipocampo expresaban el gen de una proteína que activa las neuronas cuando es estimulado por la luz. Además modificaron el gen c-fos relacionado con la formación de los recuerdos.
Entonces condicionaron a los ratones para tener miedo a una celda en la que se proporcionaban pequeñas descargas eléctricas. Una vez se formó este recuerdo se activó el gen c-fos así como el gen relacionado con la sensibilidad a la luz. De este modo las células que codificaban ese recuerdo estaban etiquetadas con la proteína sensible a la luz. Al día siguiente se situó a los ratones en una celda en donde no habían estado nunca y se vio que se comportaban normalmente, pues no se administró ninguna descarga. Sin embargo, cuando los investigadores iluminaron sus hipocampos con pulsos de luz entonces los ratones se paralizaban de miedo según la memoria de los días previos era reactivada. Estaban en el buen camino.
Después colocaron unos ratones en una nueva celda A en la que no recibieron ninguna descarga. La memoria que formaban según exploraban la cámara era marcada con neuronas sensibles a la luz. Al día siguiente los ratones fueron colocados en otra celda B. Las distintas celdas se distinguían unas de otras gracias a distinto patrones de color. Después de un tiempo se les administró una pequeña descarga eléctrica y al mismo tiempo se usó luz para activar las células que codificaban la celda A. El tercer día se colocó a estos ratones en la celda A y se comprobó que quedaron paralizados del miedo, pese a que en esa celda no habían recibido descarga alguna nunca. Lo que pasaba era que los ratones tenían un falso recuerdo de la celda en la que supuestamente habían recibido descarga.
Lo más interesante es que este falso recuerdo competía con el recuerdo real de lo que pasó en la celda B, pues cuando se les colocaba de nuevo en la celda B no sentían tanto miedo como en la A.
Los investigadores demostraron además que, inmediatamente después de recordar el falso recuerdo, los niveles de la actividad neuronal eran elevados en la amígdala, que es el centro de miedo del cerebro que recibe la información del hipocampo. Esto es algo que se da de la misma manera cuando se trata de un recuerdo genuino.
Tonegawa sugiere que estos resultados pueden ayudar a explicar cómo en algunos casos los humanos formamos falsos recuerdos. Según él constantemente estamos imaginando y soñando despiertos y estas actividades pueden alterar la experiencia de lo que nos pasa a nuestro alrededor. En un ejemplo extremo está el caso de una mujer que estaba viendo un programa de TV cuando fue asaltada en su casa. Afirmaba que quien la había asaltado fue el presentador del programa de televisión que estaba viendo. Había trasplantado el objeto de su atención al recuerdo de la experiencia real.
Este estudio ofrece pistas acerca de cómo las nuevas experiencias que tenemos son codificadas en el cerebro. Esto quizás permita a los neurocientíficos comenzar a hacer un estudio más cuantitativo y saber algún día cuántas neuronas se necesitan para la percepción de lo que sucede a nuestro alrededor y qué es lo que pasa en el cableado neuronal cuando recordamos el pasado.
Este mismo grupo del MIT planea estudiar ahora cómo los recuerdos pueden ser alterados en el cerebro. ¿Hay múltiples condicionantes que dan lugar a la formación de falsos recuerdos? ¿Puede una recuerdo falso, sea placentero o no, ser artificialmente creado? ¿Se pueden implantar recuerdos en ratones que dependan de más de un contexto?

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Artículo original. [3]