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Adiós a Parque Jurásico

Las posibilidades de recuperar ADN a partir de insectos conservados en ámbar son más bien nulas.

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Una vez que recalé por Nueva York pasé a una tienda del Soho especializada en fósiles. Allí compre, entre otras cosas, un pequeño trocito de ámbar del Báltico que contenía un mosquito incrustado. El ejemplar es del Eoceno y tiene 40 millones de años. Lo tengo en la mano a la hora de escribir estas líneas. Es necesario el uso de una lupa para poder ver el insecto ahí encerrado, pero es sumamente sorprendente poder observar algo tan antiguo con tan exquisito detalle. Es casi inevitable dejar volar la imaginación y visualizar esa pequeña criatura en vida mientras volaba inconsciente hacia su perdición agónica en resina, pero también hacia una inmortalidad metafórica mientras que esa resina se petrificaba y se convertía en ámbar. ¿Quién le iba a decir a ese insecto que 40 millones de años más tarde lo estaría yo observando en su sarcófago de ámbar?
La pieza es muy pequeña pero su reducido tamaño me permitió pagarla. El problema es que desde que se estrenó Parque Jurásico el precio de este tipo de artefactos se disparó, cuando antes solamente a algún que otro geek le interesaba este tipo de cosas.
En esa película se proponía la extracción de ADN de las células sanguíneas que mosquitos de hace más de 65 millones de años habrían chupado de los dinosaurios. A partir de ese ADN y del ADN actual de reptiles y anfibios sería posible resucitar al Tiranosaurio Rex y otros lagartos terribles.
Los expertos siempre pusieron en duda tal posibilidad, principalmente porque la molécula de ADN es muy frágil y 65 millones o más son muchos millones de años, incluso cuando se trata de una buena preservación ambarina.
Desde entonces es mucho lo que se ha dicho sobre conservación de ADN antiguo y es verdad que se han encontrados algunos casos sorprendes, pero no de ADN en ámbar del tiempo de los dinosaurios. En estos años la idea ha fascinado a la gente y a algunos investigadores. Hubo algunos científicos que dijeron haber recuperado ADN de hace 130 millones de años conservado en ámbar, pero estos resultados no han podido ser replicados, por lo que se trataba de casos de contaminación por ADN moderno, algo que ya está puesto como ejemplo en los libros de texto.
Ahora, un grupo de investigadores de University of Manchester publica un resultado negativo al respecto y se confirma que la recuperación de ADN de insectos conservados en ámbar es más bien remota. David Penney y sus colaboradores tomaron muestras de un ejemplar de ámbar de copal y trataron de secuenciar el posible ADN contenido en él. Este tipo de especímenes son mucho más recientes que los dinosaurios y se consideran casi “sub-fósiles” al tener como máximo unas pocas decenas de miles de años. Digamos que es un precursor de ámbar. Se crea de la misma manera a partir de la resina, en este caso la producida por árboles de copal, pero no ha habido tiempo suficiente como para que se produzca la petrificación.
En este caso se usó una tecnología puntera en secuenciación de ADN y condiciones de aislamiento especiales para evitar la contaminación. Así por ejemplo, el aire del interior del laboratorio es filtrado al extremo y se mantiene una presión positiva respecto al exterior para que no entre aire de fuera.
En los noventa se usaron técnicas de amplificación de ADN basadas en la reacción en cadena de polimerasa (PCR) que tiende a priorizar el ADN moderno en lugar del antiguo. El ADN antiguo está frecuentemente dañado y las cadenas de ADN están rotas, mientras que el moderno no. La PCR funciona mejor sobre las cadenas de ADN mejor conservadas, por lo que puede dar falsos positivos si hay contaminación.
En este caso se usó un método de más moderno que permite la secuenciación de todo ADN independientemente de que esté fragmentado o de la longitud de esos fragmentos, por lo que no da preferencia al ADN moderno contaminante.
Pese a poca edad del fósil y la técnica empleada el resultado fue negativo y no fue posible recuperar el supuesto ADN contenido en la muestra. Al parecer la conservación del ADN en resina es incluso peor que la conservación de ADN en ejemplares de insectos actuales almacenados en el seco ambiente de los museos, pues a partir de estos ejemplares sí ha sido posible recuperar ADN después de muchas décadas de haber sido recolectados.
Por tanto, las posibilidades de extraer ADN de los insectos conservados en ámbar desde hace millones de años es remota, por no decir que es imposible. Penney dice que uno puede imaginar una situación favorable en la que el insecto es englobado por la resina de manera muy rápida que lo mate instantáneamente una vez que es atrapado por ella, por lo que aumentarían las posibilidades de conservación del ADN, pero ese no parece ser el caso. “Así que, desafortunadamente, el escenario de Parque Jurásico es sólo una ficción”, concluye.
En lugar de lamentar la pérdida de los paraísos jurásicos perdidos deberíamos velar más por el mundo actual, paraíso que estamos destruyendo a un paso sin parangón en la historia evolutiva terrestre. Como los mismos dinosaurios nos recuerdan, la extinción es para siempre. Nuestras selvas, bosques y arrecifes de coral son irrepetibles en todo el Universo y desaparecen a un ritmo tal que los condena a su total y absoluta eliminación. La biodiversidad terrestre nos proporciona el agua que bebemos, el aire que respiramos y los alimentos que comemos. Además es mucho más fácil conservar lo que tenemos que recuperar aquello que hemos destruido y muchísimo más fácil que resucitar dinosaurios.
Pero el hombre es un ser muy irracional que se deja llevar por pasiones absurdas y por un egoísmo casi infinito.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Artículo original. [3]
Foto: University of Manchester.