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¿Existen las feromonas humanas?

Un par de esteroides humanos parecen actuar como feromonas humanas y que gracias a ellos podemos oler el género de una persona a través de sus secreciones corporales incluso cuando creemos que no olemos nada a nivel consciente.

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Algunos animales dependen del sentido del olfato para buscar pareja, ¿pasa algo similar con el ser humano? Los humanos tenemos más glándulas secretoras de sudor en la piel que ningún otro primate. Sin embargo, carecemos del órgano vomeronasal, que permite a otras especies detectar las feromonas.
Desde hace un tiempo se viene debatiendo la posibilidad de que exista algún tipo de feromona en el ser humano. En estudios previos se había descubierto que la androestadienona, que se encuentra tanto en el semen como en las axilas de los hombres, producía una respuesta positiva en las mujeres y negativa en los hombres. Mientras que el estratetraenol, que se halla en la orina de las mujeres, producía un efecto similar en los hombres.
Ninguna de estas dos sustancias tiene una especial fragancia, pero se cree que el olfato humano puede distinguirlas. Sin embargo no estaba claro que esas sustancias químicas dieran pie a conductas sexuales.
En un estudio realizado por Wen Zhou (Academia China de Ciencias) y sus colaboradores se llega a la conclusión de que estas sustancias actúan como si fueran feromonas humanas y que podemos oler el género de una persona a través de sus secreciones corporales incluso cuando creemos que no olemos nada a nivel consciente.
En el estudio se pidió a hombres y mujeres, tanto homosexuales como heterosexuales, que miraran un conjunto de puntos sobre una pantalla. Estos puntos representaban puntos del cuerpo humano mientras que este está en movimiento, como las articulaciones más importantes y puntos como la pelvis, tórax, cabeza… Los investigadores podían ajustar su movimiento y forma a voluntad para simular un cuerpo más masculino o más femenino. La tarea consistía en decidir si correspondía a un hombre o a una mujer.
Los 96 voluntarios completaron la tarea a lo largo de unos días mientras se les exponía a una disolución que olía a clavo y que contenía o bien androestadienona, o bien estratetraenol o sólo el olor a clavo (disolución de control). Los resultados indican que la exposición a androestadienona predisponía a las mujeres, pero no a los hombres, a juzgar a la figura de puntos en movimiento como masculina. Mientras que la exposición a estratetraenol predisponía sistemáticamente a los hombres, pero no a las mujeres, hacia percibir la figura de puntos como más femenina.
Los homosexuales varones respondían a estas sustancias de igual manera a como lo hacían las mujeres heterosexuales. Las respuestas de mujeres homosexuales o bisexuales al mismo olor caían en algún lugar entre las respuestas de hombres y mujeres heterosexuales.
¿Como es de significativa la estadística? Cuando la pista visual sobre el género de la figura en movimiento era extremadamente ambigua el olor a androestadienona frente al de estratetraenol producía un 8% de cambio en la percepción del género.
El resultado proporciona la primera prueba directa de que dos esteroides humanos comunican información opuesta acerca del género que es efectiva sobre los individuos independientemente de su orientación sexual. Además, demuestra que la percepción visual del género se ve afectada a nivel inconsciente debido a la influencia química de estas sustancias.
Todo esto indicaría que los humanos podrían usar señales químicas (estas u otras) para detectar individuos que potencialmente podrían ser sus parejas románticas.
Sin embargo, Zhou no se atreve a decir que estos dos esteroides sean feromonas humanas. Entre las posibles pegas está el que los voluntarios fueron expuestos a niveles de estas sustancias muy superiores a los que se dan de manera natural. Tampoco se conocen los mecanismos subyacentes por los cuales los humanos reciben y responden a estos esteroides.
Pudiera ser también que se tratara de una simple asociación aprendida con la experiencia en lugar de una respuesta innata a un estímulo químico. Zhou cree que este no es el caso, pues realizó el mismo experimento con ácido isovalérico, un ácido graso que es abundante en hombres, y no obtuvo la misma respuesta. Pero esto también podría estar condicionado por la comida, pues este ácido está presente en quesos (que le dan el olor a calcetines).
La posibilidad de que una red subconsciente en nuestro cerebro sea sensible a las feromonas y altere nuestro comportamiento es interesante, pero muy difícil de probar. Pese a que sea el sueño de algunos.

Nota: en esta entrada se ha preferido el uso de “género” en lugar de “sexo” porque producía menos ambigüedad.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: “smells like love…” por amanky vía Flickr.