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Dispersión lejana de semillas

La demostración de que unas semillas de acacia viajaron 18.000 km hasta asentarse en otra isla distinta a la original cuestiona el papel de las islas como callejones sin salida para las especies.

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Las plantas están muy limitadas a la hora de viajar de un sitio a otro. Lo hacen a través de sus semillas. Existen muchos métodos que las plantas usan para dispersar sus semillas. Algunas son dispersadas por el viento, como los cereales. A veces se adhieren con ganchos al pelo de los animales. Otras, como los cocoteros, dispersan sus semillas gracias a las corrientes marinas. A veces incluso se las han ingeniado para, gracias a la evolución, aguantar el tracto intestinal de los animales y ser depositadas lejos de donde se formó dicha semilla. Las semillas de la cayena y plantas picantes similares, por ejemplo, están protegidas de los mamíferos gracias a capsaicina, el picante que los mantiene alejados a ellos y a sus destructivos aparatos digestivos. Pero la capsaicina no afecta a las aves porque su tracto digestivo no daña a las semillas de estas plantas.
Si nos preguntan por la emigración más lejana efectuada por una planta entre las candidatas estaría la de una semilla de koa que viajó 18.000 kilómetros de una isla a otra. Los koa son unas acacias de zona montañosa originarios de Hawai. En la isla de Reunión hay unos árboles muy similares que son endémicos de esta isla. Ahora se ha podido descubrir, gracias a análisis genéticos, que las acacias de Reunión descienden de los árboles hawaianos. De hecho se trata de la misma especie.
Las semillas de koa no pueden viajar los 18.000 km que separan ambas pequeñas islas flotando en el mar porque rápidamente se empaparían de agua marina y no germinaría. Además, este árbol no crece en la costa, sino en zonas montañosas, como se ha mencionado. El viaje tuvo que realizarse en el estómago o las tripas de algún ave que viajó esos 18.000 km hace 1,4 millones de años. La semilla también pudo quedarse pegada a la pata de una de estas aves.
Johannes Le Roux (Stellenbosch University) sabía de las similitudes entre las dos especies de acacias (Acacia heterophylla y Acacia koa), algo conocido desde hacía décadas, pero al parecer nadie se había molestado en averiguar por qué. Así que se puso a investigar. La posibilidad de que fueran la misma especie era algo que se consideraba altamente improbable.
Le Roux y sus colaboradores secuenciaron el ADN de 88 ejemplares de árboles, tanto de heterophylla como de koa, como unos ejemplares de acacias australianas. Descubrieron que los árboles de Reunión sólo diferían en muy pocas mutaciones de los árboles de Hawai. A partir de esta información reconstruyeron al árbol filogenético de la especie. A. heterophylla estaba relacionado con un tipo de koa más que los distintos tipos de koa entre sí.
Para saber cuándo se dio esta dispersión tan lejana de semillas los investigadores emplearon el reloj molecular. Este sistema se basa en contar los cambios genéticos que se dan en la población de una especie y se usa una estimación del ritmo de mutación para determinar cuándo dicha población se desligó genéticamente del tronco principal.
Se sabía que los koa de Hawai proceden de Australia y que llegaron a la isla hace unos 5,1 millones de años. Comparando los koa de Hawai con las acacia de Reunión se pudo ver que había mutaciones presentes en ambos linajes que se dieron en los siguientes 3,7 millones de años. Pero había mutaciones que se habían dado sólo en las acacias de Reunión, lo que arroja una divergencia debida a la dispersión de semillas que se habría dado hace 1,4 millones de años. Pese a la escasa diferencia genética entre las acacias de Reunión, se puede notar cierta diversificación entre los distintos ejemplares de la isla.
Queda descartada, por tanto, la posible intervención humana en la dispersión de estas semillas, pues esta se dio antes de que los humanos pudieran navegar.
En otros casos esta presencia de especies muy similares en distintos sitios puede explicarse gracias a la deriva continental, pero hay una diferencia genética mucho mayor.
Hasta ahora se creía que las islas eran callejones sin salida en la dispersión de especies, ya que no se creía que las especies pudieran pasar de una isla a otra. Este estudio proporciona un contraejemplo a esta preconcepción, aunque se trate de algo muy improbable. Pero no se está seguro de que este tipo de dispersión sea completamente al azar. Algunos expertos creen que además de la proximidad, los vientos y corrientes marinas predominantes o la emigración de aves pueden jugar un papel importante. Si esto es así, la distribución de algunas especies puede ser el resultado de la suerte y del tiempo, pero con un patrón subyacente que puede ser estudiado.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Noticia en Nature.
Foto: Dave Richardson.