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Probiótico adelgazante

Unas bacterias modificadas consiguen mejorar la salud de ratones con dieta rica en grasas.

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Los seres humanos somos un ecosistema por nosotros mismos. En nuestros cuerpos habita toda una panoplia de microorganismos, la mayoría de los cuales son beneficiosos. Hay 10 bacterias por cada célula somática de nuestro cuerpo, la mayoría en nuestro aparato digestivo y sobre nuestra piel. Esto es posible porque las bacterias son mucho más pequeñas que nuestras células somáticas.
Así por ejemplo, hay bacterias sobre nuestra piel que se alimentan de hongos. Sin ellas estaríamos mohosos todo el tiempo. Otras son las responsables de nuestro olor corporal.
Pero la mayoría de ellas se encuentran en nuestro tracto digestivo, que forma un rico ecosistema microbiano. Allí muchas nos ayudan a digerir la comida y otras producen gases como el metano. La relación de unas especies respecto a otras depende del tipo de dieta que sigamos. Las especies que habitan en los intestinos de un vegetariano son distintas de las que uno que coma mucha carne.
Se han relacionado los desequilibrios en la flora con la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares entre otras. La importancia de esta flora bacteriana es tal que se han tratado ciertas enfermedades mediante trasplante de heces para así restaurar una flora sana.
Un aspecto en el que también participan las bacterias es en la obesidad. Así por ejemplo, ya hay una bacteria que produce un componente terapéutico que combate la ganancia de peso, la resistencia a la insulina y otros efectos causados por una dieta rica en grasas. Al menos así ha sido demostrado para ratones por investigadores de Vanderbilt University.
Obviamente es pronto para aventurar que lo mismo se puede aplicar al ser humano, pero esta meta de tomar un probiótico a modo de un yogurt que mejore nuestra salud es algo sobre lo que se investiga desde hace tiempo.
En este caso de los ratones se ha conseguido evitar los efectos negativos de la obesidad incluso cuando la dieta es rica en grasas. Algunos estudios sugieren que seria posible manipular bacterias de la flora humana para que proporcionaran los mismos beneficios y así combatir la obesidad y otras enfermedades crónicas.
Para empezar con este estudio se usó E. coli Nissle 1917, que ha sido usada como probiótico para tratar la diarrea desde hace casi 100 años. Entonces modificaron esta bacteria para que produjera un lípido denominado NAPE que es normalmente sintetizado por el intestino delgado en respuesta a la alimentación. Esta sustancia es transformada rápidamente en NAE, compuesto que reduce la ingesta de comida y la ganancia de peso. En algunos estudios se ha sugerido que la producción de NAPE puede ser menor en individuos con dietas altas en grasas.
Así que administraron estas bacterias modificadas a ratones en dieta alta en grasas para comprobar su efecto. Vieron que esto reducía fuertemente la ingesta de comida, la grasa corporal, la resistencia a la insulina y la grasa del hígado comparado con ratones de control a los que no se administró la bacteria.
El efecto persistía durante al menos dos semanas. Los beneficios se notaron incluso 12 semanas después de haber eliminado la bacteria. No encontraron bacterias activas al cabo de seis de semanas del tratamiento.
El experimento es una prueba de concepto, pues desean que el efecto se prolongue más allá de lo logrado. La meta de este grupo de investigadores es conseguir un efecto permanente con una sola administración.
Ahora mismo estos investigadores trabajan en algún método que permita superar la legislación sobre las terapias que involucran bacterias vivas. Esperan conseguir bloquear algunos genes que permitan a la bacteria vivir fuera del intestino y así evitar la contaminación del medio.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
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