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El efecto del sobrecogimiento

El sobrecogimiento que produce en nosotros las maravillas de la Naturaleza hace que la gente adopte decisiones más éticas y que tengan valores más prosociales en los que se preste más atención a las necesidades de los demás.

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El mundo está lleno que cosas maravillosas que nos llenas de asombro. En esta nuestra única casa posible en el Cosmos hay prodigios de la Naturaleza que nos dejan boquiabiertos, puede ser el Gran Cañón del Colorado, montañas gigantescas con sus cumbres siempre nevadas, ríos que parecen el mar, árboles altísimos de la época de los dinosaurios, barreras de coral que se ven desde el espacio, volcanes humeantes que nos dejan contemplar su lava ardiente o mares míticos cuyo color es la forma que tiene algún dios de ser azul.
Todas estas maravillas nos hacen sentirnos pequeños y reduce la importancia que nos damos a nosotros mismos. Según un estudio reciente, estas cosas pueden además hacernos mejores personas y hacer que seamos más generosos porque nos comparamos a nosotros mismos con algo que es mucho más grande que un ser humano.
Hasta ahora los psicólogos habían estudiado todo tipo de sentimientos, pero no la sensación de sobrecogimiento, admiración, asombro o pasmo que se tiene al contemplar las maravillas naturales. Según Paul Piff (Universidad de California en Irvine) la sensación de sobrecogimiento es la percepción de algo física o conceptualmente vasto que trasciende tu visión del mundo y tienes que encontrar maneras de acomodarlo. Es, básicamente, el sentido de que lo que acabas de experimentar no encaja con la expectativa que tienes sobre el mundo, así que tienes que recalibrarlo.
Este investigador y sus colaboradores realizaron unos sencillos pero interesantes experimentos de Psicología Social, experimentos que otros investigadores independientes han señalado como un impresionante conjunto de estudios diseñados y dirigidos cuidadosamente.
En el primer experimento se trato de medir el efecto que la sensación de sobrecogimiento tenía sobre 90 voluntarios. A cada uno de de estos se le pidió que contemplaran durante 60 segundos una inspiradora arboleda de eucaliptos de Tasmania de 60 metros de altura. Mientras que a cada uno de los individuos del grupo de control se le solicitó que contemplaran un edificio ordinario.
Justo después, uno de los operarios del experimento fingía tener un pequeño accidente y dejaba caer una caja de bolígrafos. Esto es importante porque los voluntarios creían que esto no formaba parte del experimento (y no se sentía a prueba en ese momento), lo que no sabían era que, precisamente, esta parte era la más importante.
Generalmente en ambos casos los voluntarios ayudaban a recoger los bolígrafos. Pero los individuos que habían estado contemplando los árboles recogían más bolígrafos.
Estos investigadores realizaron otros tres experimentos de este tipo y en todos los casos se encontraron con los mismos resultados. Al parecer, la contemplación de la maravillas de la Naturaleza hace que la gente adopte decisiones más éticas, se rebaje el sentido de lo que consideran sus derechos y tengan valores más prosociales en los que se preste más atención a las necesidades de los demás que a las de uno mismo.
Curiosamente, el efecto también se produjo cuando a los voluntarios se les enseñó vídeos de tormentas o volcanes, lo que sugiere que incluso los fenómenos destructivos de la Naturaleza tienen la capacidad de hacernos más amables.
El efecto se da en casi todas las personas, pero la mayoría de nosotros no somos conscientes de él. Según señala Piff, el problema es que vivimos un estilo de vida con gran déficit en la sensación de sobrecogimiento y la gente prioriza otras cosas.
Este estudio nos muestra lo importante que es para nosotros como individuos pararnos y contemplarlo todo desde una perspectiva más amplia que nos permita inspirarnos en los demás y en el mundo que nos rodea.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: NeoFronteras.