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Abejas cultivadoras de hongos

Un abeja brasileña ‘cultiva’ hongos con los que alimenta a las larvas.

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Es curioso que no sepamos tanto como creemos sobre las abejas, siendo un insecto tan común. De vez en cuando aparecen informes, a cual más sorprendente, sobre la vida de estos insectos sociales.
Un estudio reciente nos sorprende ahora con que la abeja sin aguijón brasileña (Scaptotrigona depilis), además de recolectar polen y néctar de las flores, cultiva sus propios hongos del género Monascus con los que alimenta a las larvas. Es más, sin este cultivo de hongos esta especie no es capaz de sobrevivir.
El caso típico de insecto que cultiva sus propios hongos es el de las hormigas cortadoras de hojas. Otro caso típico es el de las termitas. Algunas especies crían otros animales e incluso algunos hongos cultivan bacterias. Pero este es el primer caso conocido de relación simbiótica entre una abeja social y hongos cultivados por ellas.
Según Cristiano Menezes (EMBRAPA) este resultado es sorprendente porque abre un nuevo campo en la investigación sobre las abejas acerca de la comprensión de papel que pueden desempañar otros microorganismos en la salud de las colmenas.
El descubrimiento se realizó por accidente cuando Menezes trataba de producir reinas de esta especie en el laboratorio. En el ambiente húmedo allí reinante se produjo una proliferación descontrolada de hongos y las larvas murieron. Creyó que era una plaga que atacaba a las abejas.
Sin embargo, notó que en el medio natural la proliferación del hongo estaba controlada. Así que volvió a intentarlo, esta vez en un ambiente menos húmedo. El hongo proliferó durante unos días y luego desapareció. La supervivencia en este caso subió al 90%. Entonces sospechó que quizás las larvas se comían al hongo, algo que puedo más tarde comprobar.
En otro experimento, cuando se trataba de críar estas larvas en un ambiente esterilizado sin el hongo la supervivencia fue sólo del 8%. El hongo debe proporcionar algún nutriente indispensable para las larvas o algún tipo de protección para la larva o la comida de la que también se alimenta.
El hongo surge a partir de los materiales que usan las abejas para hacer las celdas de cría. Como las abejas reciclan y transportan de un lugar a otro este material, el hongo es transferido al construirse nuevas celdas o al fundar nuevas colmenas.
El hongo se incorpora como parte del cerumen (mezcla de cera y resinas) con los que las abejas hacen las celdas. Las abejas regurgitan la comida en la celda de cría y luego depositan el huevo y cierran la celda. Entonces el hongo comienza a crecer. El hongo crece en el interior de la celda y la larva se va alimentando de él después de eclosionar.
El hongo, por otra parte, se beneficia de las abejas porque es dispersado y obtiene alimento. Así que es una relación simbiótica.
De todos modos Menezes propone denominar al sistema una proto-agricultura, pues las abejas no proporcionan unas condiciones estables de crecimiento y alimentación para el hongo, a diferencia de lo que hacen las hormigas y termitas, que sí realizan estas tareas.
Menezes cree que otras especies de abejas pueden usar similares relaciones con hongos. Las relaciones simbióticas entre organismos parecen ser mucho más frecuentes de lo que se había pensado y ha sido explorada su utilidad sobre la salud de las abejas por otros científicos con anterioridad. Este investigador cree que es bastante probable que este tipo de cultivo de hongo se dé en otras especies tropicales de abejas.
En Asía hongos similares del género Monascus se han usado durante siglos como conservantes de la comida. Se sabe que hongos emparentados segregan sustancias químicas con propiedades antimicrobianas, anticancerosas y otras.
Menezes especula que quizás esta relación simbiótica pueda ser explorada para ver si es posible obtener beneficios para la salud del ser humano.
Por último, este estudio levanta cierta preocupación por el uso de pesticidas y fungicidas por el peligro que pueda representar para esta y otras especies de abejas. Es particularmente preocupante porque los fungicidas y bactericidas son aplicados ampliamente durante la floración de muchos campos de cultivo y esto puede afectar a la relación simbiótica que las abejas puedan tener con otros microorganismos y, por tanto, afectar a su salud.
Como los lectores de NeoFronteras ya saben, el problema del despoblamiento de las colmenas es una preocupación a nivel mundial. Se cree que una de las causas más importantes que contribuyen a este colapso de las colmenas es el uso de insecticidas neonicotinoides en los cultivos humanos. Sin embargo todavía no se ha encontrado una conexión entre este tipo de simbiosis y el despoblamiento.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
Foto: Cristiano Menezes