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Es posible alimentar al mundo mediante la agricultura ecológica

Un estudio señala que, al contrario de lo que se asume, sí es posible alimentar a una población en crecimiento de manera sostenible con la agricultura ecológica.

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Antes de la segunda guerra mundial casi toda la agricultura del mundo era de tipo ecológica. Después de este conflicto se necesitaba alimentar rápidamente a una población hambrienta y, además, se contaba con todo un arsenal de productos desarrollados para la guerra química que fueron reconvertidos en pesticidas. Así que se empezó a usar este tipo de productos y los fertilizantes químicos.

Es verdad que la “revolución verde” ha conseguido alimentar a una población humana que crece imparablemente. Pero desde entonces, como un drogadicto que no puede dejar la droga, el ser humano ha usado cada vez más la agricultura no ecológica o “convencional”, como la llamaremos a partir de ahora.

Uno de los motivos por los cuales seguimos usando la agricultura asistida químicamente es porque rinde por superficie más que la agricultura ecológica. Además, se puede demostrar que el uso de pesticidas hace a los cultivos dependientes de estos, pues suelen llevarse por delante los depredadores naturales que antes daban cuenta de las plagas.

En los últimos tiempos ha resurgido un interés por los cultivos ecológicos, principalmente por la sospecha de que la ingesta de productos agrícolas tratados puede estar relacionada con enfermedades en humanos.

En la actualidad la agricultura ecológica sólo cubre un 1% del total de la tierra de cultivo, pese a su rápido crecimiento en las últimas dos décadas.

Sin embargo, parece que alimentar a 7000 millones de humanos de manera ecológica no sea factible y los productos ecológicos dan la impresión de ser más bien un capricho o privilegio de los más ricos.

Pero hasta ahora no se había hecho ningún estudio a gran escala sobre la factibilidad de usar la agricultura ecológica a escala global para alimentar a la humanidad.

Investigadores de la Universidad del Estado de Washington han realizado precisamente este tipo de estudio y concluyen que es posible alimentar a una población en crecimiento de manera sostenible. La adopción de este sistema tradicional no sólo produciría suficientes alimentos, sino que además generaría suficientes ingresos a los agricultores, protegería a los trabajadores agrícolas y mejoraría el medio ambiente.

La investigación, realizada por John Reganold y Jonathan Wachter consistió en un metaestudio sobre cientos de artículos realizados sobre agricultura orgánica y su comparación con la habitual publicados en los últimos 40 años. En los últimos 15 años el número de artículos al respecto se ha disparado.

Los aspectos principales a considerar por la agricultura ecológica que normalmente se consideran son: productividad, economía, ambiente y comunidad. Aspectos sobre los cuales vamos a ver más en detalle ahora.

Los críticos de la agricultura ecológica sostienen que este tipo de agricultura necesita de más terreno para alcanzar la misma producción. Sin embargo, este estudio señala que hay casos en los que incluso puede ser superior a la convencional.

Así por ejemplo, en condiciones de sequías severas, como las que se esperan que se den debidas al cambio climático, la agricultura ecológica rinde más que la convencional debido a la mayor capacidad de acumular agua de los suelos destinados a la agricultura ecológica.

No siempre es así y en otros casos de agricultura ecológica se obtiene menos productividad que en la convencional. Pero, incluso en estos casos, la orgánica es más rentable para el agricultor porque los consumidores están dispuestos a pagar más por este tipo de productos. Además, estos precios más altos compensarían la externalización de costes que cubrirían en este caso la conservación de la salud de los ecosistemas y los servicios que proporcionan, algo que la agricultura convencional no consigue.

Repasemos los aspectos positivos sobre los ecosistemas de este tipo de agricultura. La agricultura ecológica permite mayor almacenamiento de carbono, reduce la erosión y mejora la calidad del suelo. Además, genera menos emisiones de gases de efecto invernadero y menos contaminación del agua y del suelo. Otro aspecto es el del ahorro de energía al no depender de fertilizantes químicos y pesticidas, productos que exigen un alto consumo de energía, generalmente proveniente de combustibles fósiles.

La agricultura ecológica está asociada a una mayor diversidad de plantas, animales, insectos y microorganismos. Entre los servicios que proporciona esta mayor biodiversidad está el de la polinización. Biodiversidad que también se extiende la diversidad genética, algo fundamental para que los cultivos puedan sobrevivir a eventuales catástrofes o cambios en las condiciones y puedan adaptarse mejor.

Los autores resaltan que la agricultura no sólo tiene que proporcionar comida, sino que además hay que examinar el desperdicio de la misma en las cadenas de distribución.

Si uno se fija en la producción de calorías per capita se ve que producimos mucho más de lo que necesitan los 7000 millones de habitantes del planeta, pues se desperdicia del 30 al 40 por ciento. “No es sólo un asunto de producir suficiente, sino de hacer la agricultura ambientalmente amigable y estar seguros de que la comida llega adonde se necesita”, dice Reganold.

Los autores sugieren que la receta a usar pase por una mezcla de cultivos ecológicos y otros sistemas innovadores, como la agroforestería, agricultura integrada, conservación, mezcla de ganado y cultivos, etc.

Además, recomiendan que se cambien las políticas para eliminar las barreras que se oponen a una expansión de la agricultura ecológica. Entre las barreras que hay están el coste de la transición a la certificación ecológica, la falta de acceso a los mercados y la ausencia de una infraestructura apropiada de almacenamiento y transporte de este tipo de productos. Según ellos se necesitarían herramientas legales y financieras para animar en la adopción de este tipo de prácticas agrícolas.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
Gráfico: Reganold and Wachter