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Un ojo de tres micras

Algunas cianobacterias funcionan como un ojo y ayudan al organismo a dirigirse hacia la luz.

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Las maneras que tiene la Naturaleza de sorprendernos a veces son pasmosas. Nuestros ojos tienen unos 100 millones de células que actúan como fotorreceptores, gracias a ellas podemos formar ver el mundo que nos rodea. Se necesitan muchos de estos “píxeles” para poder formar una imagen, cuantos más mejor.

Si nos fijamos en ese ejemplo y cada “píxel” tiene que estar formado por una célula, entonces podríamos concluir que un ser unicelular no puede ver. Sin embargo, ya vimos por aquí [1] que existen seres unicelulares eucariotas que tienen algo así como un sentido de la vista.

Ahora nos sorprenden con el hecho de que la célula de las cianobacterias del género Synechocystis es un sistema que, a modo de lente, permiten seguir la localización de las fuentes de luz.

Las cianobacterias se encuentran por todo el ámbito terrestre, tanto en agua dulce como salada. En el pasado se las consideraba algas, pero se comprobó que en realidad son seres procariotas, es decir, bacterias. En los océanos son los más importantes productores de oxígeno y consumidores de dióxido de carbono por fotosíntesis. En el pasado fueron los primeros seres en construir estructuras biológicas (estromatolitos) y en proporcionar oxígeno en grandes cantidades por primera vez en la historia de nuestro planeta.

Synechocystis tiene forma esférica y mide unas tres milésimas de milímetro (3 micras). Vive en ríos y lagos de agua dulce. Es muy importante que encuentre lugares en los que la luz sea lo suficientemente intensa como para realizar la fotosíntesis, pero no demasiado intensa como para que la pueda dañar. Además, este microorganismo puede nadar y “gatear” por las superficies sólidas.

Antes se creía que estos microorganismos iban hacia al luz del sol de la que dependen para realizar la fotosíntesis de modo aleatorio y cambiaban de dirección si se encontraban con la oscuridad. Pero resulta que no es así, pues se desplazan de forma activa a los lugares que le son más propios desde el punto de vista luminoso.

Ahora se publica un estudio (de descarga gratuita) realizado por Conrad Mullineaux (Queen Mary University of London) y sus colaboradores en el que se demuestra que esta bacteria usa su “cuerpo” curvado para enfocar la luz en el lado contrario de la membrana celular del que proviene esta (ver imagen de cabecera). Como en su membrana hay varios fotoreceptores, entonces usan esta información para moverse activamente hacia la luz.

Observadas bajo un microscopio se puede ver un punto de luz sobre la membrana celular justo al lado opuesto de la fuente de luz. Entonces los investigadores simularon este punto luminoso con un láser para así engañar a la bacteria y comprobaron que, efectivamente, se movía activamente en dirección opuesta al láser y a favor de una fuente de luz imaginaria.

En unos minutos a partir de ser iluminada a la bacteria le crecen unas estructuras en forma de tentaculillos denominados pili que reaccionan arrastrando la célula hacia la fuente de luz.

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“Nuestra observación de que estas bacterias son objetos ópticos es bastante obvia, pero nunca lo pensamos hasta que lo vimos”, dice Mullineaux. “Nadie tampoco lo notó en el pasado a pesar del hecho de que los científicos han estado estudiando esta bacteria bajo el microscopio desde hace 340 años”, añade.

A partir del tamaño de este punto de concentración de luz se puede deducir que la bacteria ve con una resolución de 20 grados, es decir unas 100 veces peor que un ojo humano, pero recordemos que efectúa esta tarea en un volumen mil millones de veces inferior. Como en la retina humana, la “imagen” que forma está boca abajo.

Los investigadores especulan con que esta técnica podría estar más extendida y que otras bacterias también la podrían usar.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [3]
Artículo original en pdf. [4]
Vídeos y material gráfico. [5]
Fotos y dibujo: Nils Schuergers y colaboradores, doi: 10.7554/eLife.12620.