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Debilitamiento en las corrientes marinas

Un par de artículos recientes alertan sobre cambios en las corrientes oceánicas.

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Hay unos ríos profundos de agua marina que circulan por los océanos del mundo. Estas corrientes termohalinas llevan calor de unos lugares a otros y se activan por un gradiente de densidad en el agua que depende de la temperatura y la salinidad.

El caso más conocido es el de la corriente del Golfo de México, que se origina en ese lugar de América y que circula hacia el norte. Está controlada principalmente por la densa agua salada de Groenlandia y la península de Labrador y se hunde en el fondo de Atlántico Norte. Cuando estas aguas saladas y cálidas de latitudes bajas pierden temperatura van ganando densidad y cuando llegan al Atlántico Norte descienden al fondo del mar. Luego circulan por el Atlántico norte hasta que llegan a Europa occidental.

Allí esta corriente deposita calor en la atmósfera y hace que las temperaturas en Europa sean más templadas, sobre todo en invierno. Las aguas así enfriadas se hunden más en las profundidades y viajan hasta la Antártida en donde la corriente circula de vuela hasta llegar de nuevo al Golfo de México. Este conjunto de corrientes se denomina Circulación Meridional Atlántica o AMOC en sus siglas en inglés.

Esta corriente global influye en el intercambio de calor entre los trópicos y la altas latitudes, por lo que regula la temperatura y sirve como de termostato de la Tierra. Es muy importante porque influye en el clima de Europa, EEUU y el Sahel africano. Su debilitamiento traería graves consecuencias para esas regiones del globo y produciría una elevación del nivel del mar, en especial de forma crítica en la costa este de EEUU.

Los testigos de hielo de extraídos de Groenlandia muestran abruptas alteraciones en la fuerza de esta corriente debidas a las fluctuaciones de temperatura en el último periodo glacial. Afortunadamente, esas fluctuaciones no se han dado a esa escala durante el Holoceno actual, que es un periodo interglaciar.

Desde mediados de los cincuenta del pasado siglo los geológos y oceanógrafos han estado recolectado pruebas de que esta circulación oceánica está alterándose y un factor importante parece ser el cambio climático

La primera alarma sobre una posible alteración de esta corriente se dio en
un artículo de 2005 de H. L. Bryden y colaboradores [1], en donde se apuntaba que la actividad humana estaba detrás de esta alteración.

Observaciones posteriores obtenidas a partir de datos de sensores marinos colocados a lo largo de Atlántico Norte indicaban que las variaciones en esta corriente se dan normalmente y que un instantánea tomada en un momento dado no es representativa de lo que realmente está ocurriendo a medio y largo plazo. Así que había que considerar periodos de tiempo mayores para poder dar una representación del fenómeno y realizar mejores estudios.

Un artículo reciente sostiene que esta circulación oceánica atlántica no ha estado funcionando a su máxima intensidad desde mediados del XIX y que ha alcanzado ahora su mayor debilidad en los últimos 1600 años.

El estudio está basado en el análisis del registro de sedimentos marinos. Para ello examinaron el tamaño de grano de los sedimentos marinos, pues este tamaño se correlaciona con la fuerza de la corriente, a mayor tamaño de grano mayor fuerza. Además, se puede reconstruir la temperatura cerca de la superficie usando varios métodos.

El estudio parece demostrar que el debilitamiento de la corriente meridional atlántica empezó al final de la pequeña edad del hielo, un periodo de clima frío que duró hasta 1850.

Este cambio comenzó cuando el aporte de agua dulce alteró este sistema. El fenómeno se dio por culpa de los glaciares árticos, que empezaron a fundirse y a aportar esta agua hacia el Atlántico norte. Esta agua dulce diluye el agua marina salada que se hace más ligera y menos propensa a bajar a mayor a gran profundidad, lo que produce una ralentización de la corriente. Los resultados indican que la corriente AMOC se ha debilitado entre un 15% a un 20% en los últimos 150 años.

La circulación del atlántico norte es mucho más variable que lo que se había pensado y el resultado entra en contradicción con los modelos existentes, pues estos infravaloran el debilitamiento de la AMOC. Los autores especulan que esto podría deberse a que los modelos no consideran lo suficientemente bien las cubiertas de hielo o a que se derrite más hielo del que se cree y hay más agua dulce entrando en el sistema de lo estimado.

Otro estudio analiza más en detalle el debilitamiento de esta corriente centrándose en el periodo de tiempo transcurrido desde 1950. Este estudio se basa tanto en en datos marinos de temperatura superficial recolectados in situ como en modelos. Según sus resultados, la corriente ha estado debilitándose aún más rápido en este periodo de tiempo en respuesta al cambio climático inducido por el ser humano.

El debilitamiento es más pronunciado durante el invierno y primavera y da lugar a una temperatura superficial más fría en ciertas regiones del Atlántico Norte. Además señala que se produce un desvío más hacia norte de la corriente del Golfo.

Los dos estudios proporcionan pruebas complementarias de que en la actualidad AMOC es excepcionalmente débil. Lo común de ambos debilitamientos, al final de la pequeña edad del hielo y ahora, es que en los dos casos se produjo una calentamiento y una fusión de hielo.

Las simulaciones computacionales ya predecían este fenómeno, pero ha sido ahora cuando se pueden ofrecer pruebas más sólidas al respecto.

Lo malo es que, debido a las emisiones de origen antropogénico de gases de efecto invernadero, el calentamiento y la fusión de hielo continuarán en el futuro, por lo que es de esperar una mayor alteración de esta corriente. La subida de temperaturas, debida al cambio climático, reduce la densidad del agua en la superficie y con ella la circulación. Además, la fusión de hielo en Groenlandia y los glaciares árticos también disminuye esa densidad.

Un mayor debilitamiento de la corriente puede tener efectos importantes en el clima europeo. «Simulaciones del futuro bajo las condiciones de cambio climático muestran un potencial colapso completo de esta circulación”, dice Alexander Robinson (UCM).

La circulación oceánica es sensible al cambio climático, así que es de esperar que haya una respuesta abrupta por parte de esta corriente, pero los expertos no saben si esta respuesta será violenta en algún punto o si la transición será suave. En todo caso, no sucederá un escenario apocalíptico como el retratado en la película «El día de mañana», que se daba en unos días.

Para poder entender mejor un sistema tan complejo es imprescindible más estudios y recursos para la toma de datos, tanto los tradicionales como otros, como lo de la química oceánica.

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Fuentes y referencias:
Artículo original I. [3]
Artículo original II. [4]
Foto: Karsten Schneider/SPL.