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El efecto de las criaturas pequeñas en los océanos

El krill podría tener un efecto sobre la circulación de agua en los océanos tan importante o más que el que tiene el viento y las olas.

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En este planeta vivo tan maravilloso que habitamos todo está relacionado e incluso la especie más humilde tiene una función.

Algunos de esos seres que despreciamos son fundamentales para el mantenimiento de la vida y sin ellos no nos sería posible vivir a nosotros, los humanos. Esta es una de las razones por las que no podremos nunca viajar a otros planetas, porque para poder habitar esos otros planetas tendríamos que transportar con nosotros todo el ecosistema terrestre.

Puede que un simple camarón diminuto nos parezca que no tiene ninguna importancia y que podríamos vivir perfectamente sin él, aunque las ballenas se quedaran sin comida. Pero no debemos menospreciar el esfuerzo colectivo, la cooperación, entre una multitud gigantesca de seres, aunque estos sean diminutos camarones.

Un estudio reciente apunta a que el efecto que tiene el krill y otros seres similares es tan importante como el viento y las olas a la hora de mezclar las aguas superficiales y profundas de los océanos. Según los autores del mismo, el efecto colectivo de estos camarones debe incluirse como un factor más a tener en cuenta en los modelos climáticos.

El efecto colectivo de las criaturas marinas y su papel en la mezcla del agua marina ha sido objeto de debate en la pasada década. Este estudio parece apuntar a su gran importancia.

John Dabiri (Stanford University) se propuso estudiar si los seres marinos pequeños juegan o no un papel importante en la circulación oceánica. Así que, ni corto ni perezoso, decidió realizar una serie de experimentos de laboratorio para comprobarlo.

Este especialista en mecánica de fluidos sus colaboradores rellenaron unos tanques de agua con artemias, que son camarones de la salmuera (en la foto de cabecera), y agua salada de diferentes densidades. Como el agua refracta la luz dependiendo de su densidad, fue posible realizar un seguimiento óptico de la capacidad de mezclar el agua que tenían estos enjambres de camarones. Además, en algunos casos añadieron partículas al agua salada para poder apreciar mejor los flujos de agua.

Para esta tarea iluminaron un tanque de 1,2 metros de alto con diodos azules y otro de 2 metros con un láser azul. Además, usaron agua salada de dos salinidades distintas, es decir de dos densidades distintas. A cada tanque añadieron 135.000 artemias que rápidamente se fueron al fondo.

Entonces, los investigadores activaron las luces, lo que provocó que los camarones subieran a la superficie. Se quedaron sorprendidos del efecto que tenían estos animalillos, pese a su pequeño tamaño. Este efecto de las artemias subiendo a la superficie resultó ser 1000 veces más rápido a la hora de mezclar las dos capas de agua que los efectos físicos per se sin animales de ningún tipo. La influencia de cada animalillo es muy pequeña, pero el efecto combinado de todos ellos era muy poderoso.

En los océanos el krill cuenta con millones de individuos que forman «enjambres» de cientos de metros de longitud. Estos enjambres emigran diariamente hacia la superficie distancias que pueden ser de hasta 1000 metros. Dabieri sospecha que el impacto que tienen estos seres sobre la circulación del agua de los océanos es muy importante, posiblemente muy superior a la del viento.

Esta emigración diaria transporta calor, nutrientes, microorganismos y carbono hacia las profundidades, lo que tiene un gran impacto sobre la biosfera terrestre.

Ahora, los investigadores del clima tendrán que incluir este factor en sus modelos si quieren que describan bien la realidad. Este resultado también nos debería hacer recapacitar sobre el impacto que nosotros tenemos sobre la vida terrestre. La eliminación de una de estas especies clave, por un cambio en la química oceánica, por ejemplo, tendría unas repercusiones cataclísmicas sobre la biosfera y clima terrestres.

La ignorancia es atrevida, no sólo a la hora de emitir un juicio, sino a la hora de no sopesar bien el alcance de nuestras acciones. Quizás el ser humano termine tocando el «botón» inadecuado, sea el krill, las abejas o cualquier otro, del ecosistema global de este planeta y que la Tierra no sea capaz de recuperarse en un tiempo prudencial del daño producido. Lo malo es que estamos tocado muchos botones a la vez sin saber aún el efecto que estos tienen.

Otra pregunta interesante sería plantearse cuánto impacto del ser humano puede soportar la Tierra y que esta siga mantenido la estabilidad de los ecosistemas a muy largo plazo. ¿Cuántos humanos y cuanto desarrollo tecnológico se podrían mantener en ese caso? Quizás sea esta la respuesta a la famosa paradoja de Fermi. Puede que el desarrollo tecnológico de una civilización avanzada sea incompatible con la capacidad de mantener las condiciones de habitabilidad de su planeta.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Vídeo en National Geographic. [3]
Vídeo. [4]
Foto: Hans Hillewaert, CC vía Wikipedia.