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Miden el cambio climático en los cromosomas de moscas silvestres

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D. subobscura. Foto: R. Huey.

Según un análisis genético el calentamiento global que se ha producido en el último cuarto de siglo ha quedado registrado en los cromosomas de una mosca de la fruta a lo largo de tres continentes.
Desde hace 40 años se ha analizado la genética de una especie de mosca de la fruta (Drosophila subobscura). Hace tiempo se vio en esta especie y en todos los lugares donde se recolectaban los especimenes que la frecuencia de los llamados inversores, en los que un trozo de cromosoma está puesto del revés, dependía de la latitud donde los individuos vivían. Es decir, el número de inversores cromosómicos da una estimación de la temperatura promedio a la que vive el insecto. A más inversores más temperatura, pues los inversores les proporcionan protección frente a temperaturas cálidas, o lo que es lo mismo una ventaja adaptativa.
Hace un cuarto de siglo esta especie procedente de Europa fue introducida en América desde Chile expandiéndose por todo el continente. Poco después se encontraba presente en tres continentes.
Ahora unos expertos de la Universidad de Barcelona y de University of Washington han recolectado especimenes en los tres continentes donde habitan y han analizado la frecuencia de inversores para poder así comparar con los datos tomados hace décadas en los mismos lugares.
La frecuencia de inversores ha resultado exactamente la misma si es comparada con los especimenes que estaban situados a 1º de latitud más cerca del ecuador hace cuarto de siglo. Esto significa, por ejemplo, que las moscas de la fruta de Milwaukee muestran la misma frecuencia de inversiones cromosómicas que aquellas que fueron recolectadas en Chicago, a 70 millas al sur, hace décadas. Además este efecto fue similar en los tres continentes donde se recogieron muestras.
Los autores afirman que el efecto es importante y que puede detectarse incluso cuando se considera sólo una década de separación. Por tanto el cambio climático puede tener efectos genéticos que pueden, al menos en esta especie, ser medidos.
La mosca de la fruta puede tener una evolución tan rápida porque en un sólo año produce varias generaciones cuyos individuos pueden ser seleccionados por el medio ambiente. En especies de vida más longeva el cambio climático no ha tenido consecuencias en sus genes y probablemente no logren adaptarse a un cambio climático, que bajo el punto de vista evolutivo, es literalmente instantáneo. Así, especies como las secoyas u otros tipos de plantas y animales superiores se extinguirán.
El hombre tiene la tecnología para poder adaptarse al cambio, seres de vida corta que sean flexibles o que vivan de él sobrevivirán. Los demás, los seres más sofisticados, los más especializados, se extinguirán. Los seres más bellos e interesantes, con cualidades biológicas o ecológicas que maravillaron a nuestros antepasados y que ahora llenan los campos, selvas y océanos de cualidades que nos asombran y llenan de admiración, desaparecerán para siempre.
A nuestros nietos les legaremos un mundo poblado por gatos, perros, palomas, cucarachas y moscas. Y durante millones de años sólo habitarán la Tierra esos seres y sus descendientes, junto a decenas de miles de millones de ignorantes humanos mal nutridos física y psíquicamente. A las demás especies nuestros nietos las tendrán que ver en los libros de texto junto con los dinosaurios; y al verlas nos preguntarán cómo eran, y nosotros, cargados con el peso de la culpa por no haber hecho nada por evitarlo, no sabremos qué responder.

Fuente: University of Washington. [1]

Referencia: Resumen en Science. [2]