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Modelo sobre corrupción

Un estudio sostiene que para evitar en lo posible la corrupción lo ideal es mantener las medidas de vigilancia incluso cuando el nivel de corrupción aparente ser bajo.

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El método científico se puede aplicar a multitud de campos, pero cuando se trata de estudiar las sociedades la cosa se complica bastante. La simple estadística usada por la Sociología tradicional se puede quedar en algo meramente descriptivo.

Desde hace un tiempo se realizan otras aproximaciones en las que se usan técnicas prestadas de otros campos como la Física y se construyen modelos simples de comportamiento.

Algunos de estos modelos los hemos visto en el pasado en estas mismas páginas de NeoFronteras y sus resultados son, a veces, sorprendentes.

Las sociedades humanas viven en un conflicto perpetuo entre establecer una cooperación entre las personas y el egoísmo particular de unos cuantos que se aprovechan de los demás. Si estos últimos aprovechados toman demasiados recursos de la sociedad entonces esta colapsa y se generan menos recursos. Para impedirlo se suele establecer un sistema de castigo que fuerza la cooperación.

Hay diversas vías mediante las cuales una parte de la población se aprovecha del resto. Una de esas vías es la corrupción. Esta impide un desarrollo igualitario, desestabiliza la sociedad y socava las instituciones, incluida la propia democracia. Es vista por muchos como uno de los grandes problemas del mundo. Según una encuesta de Gallup mucha gente pone la corrupción por delante de problemas como el Cambio Climático, la pobreza o el terrorismo. Aunque, si pensamos un poco, quizás estos problemas tengan como última causa la corrupción.

Hay muchos tipos de corrupción, como el favoritismo, el clientelismo o la malversación de fondos públicos y tratar de estudiarlas todas a la vez es complicado.

Un estudio publicado recientemente en PNAS por parte de investigadores de la Universidad de Viena y de dos universidades japonesas centra la atención en un tipo de corrupción en concreto: el soborno a las instituciones públicas.
Para ello usaron una definición amplia de institución pública en la que incluyeron todas las posibles agencias dirigidas por oficiales, tales como árbitros, periodistas o directivos de ONG. El nexo en común es que estos oficiales públicos basan su poder en la confianza que deposita la sociedad en ellos.

Para estudiar este caso emplearon un modelo simple de soborno basado Teoría de Juegos evolutiva, una técnica que se usa normalmente en el estudio de la evolución biológica y que últimamente se ha venido usando para analizar la evolución de las sociedades.

Bajo este punto de vista, los investigadores implicados asumieron que los agentes socieconómicos están controlados por el propio interés. Su meta era crear un modelo mínimo que capturara la dinámica y que fuera relevante para muchos sistemas específicos. En particular, querían mostrar que la adaptación de los agentes individuales a una situación social predominante da lugar a ciclos sostenibles o amortiguados que reflejan la contracción o expansión de la corrupción institucional en conjunción con la expansión y contracción de la cooperación dentro de la sociedad.

Hay una imagen que puede ilustrar esta situación. Se supone que las instituciones públicas funcionan como guardianes de la comunidad. Estas instituciones están administradas por individuos que no están exentos de motivos egoístas, por lo que se necesita una supervisión que proteja a la sociedad de los posibles excesos de estos directivos.

Así que se tienen que tomar medidas anticorrupción que vigilen, lo que implica un gasto. Cuando estas medidas son despreciadas, la corrupción se extiende y campa a sus anchas, lo que a su vez da lugar a una pérdida de confianza y la ruptura de la cooperación.

Normalmente, si aparece una crisis de este tipo entonces se refuerzan las medidas de vigilancia sobre las instituciones públicas, lo que reduce la corrupción y devuelve la confianza. Como resultado la economía se reactiva y todos salen beneficiados.

Pero, como esto tiene un coste, una vez la cooperación y la honestidad se reestablecen, entonces se reducen los esfuerzos en la vigilancia de estas instituciones, se desprecian la medidas encaminadas a forzar la honestidad y se inicia de nuevo otro ciclo en el que aumenta la corrupción.

Según los autores de este estudio, este ciclo de retroalimentación se da porque las medidas anticorrupción crean las condiciones bajo las cuales parece sensato recortar los costes de vigilancia. Es decir, la medidas anticorrupción exitosas quedan minadas bajo su propio éxito.

«Las medidas anticorrupción sufren una inestabilidad inherente que debe ser reconocida y remediada antes de que estas medidas tengan la oportunidad de ser exitosas a largo plazo. La transparencia acerca de la integridad de las instituciones es clave en la lucha contra la corrupción y la cara vigilancia contra la corrupción se debe mantener incluso cuando los niveles de corrupción aparenten ser bajos», explica Ulf Dieckmann.

Este equipo de investigadores espera que su análisis ayude a guiar el diseño de las medidas anticorrupción y sirvan de trampolín a futuras investigaciones sobre este tema tan importante.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Dibujo: CC0 Public Domain.