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Sobre Toxoplasma gondii

Toxoplasma gondii prefiere los gatos para completar su ciclo vital, pero puede usar también otros animales.

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Que un microorganismo o parásito consiga cambiar el comportamiento del ser que ha infectado es un tema recurrente de la ficción científica, pero, en realidad está basado en la realidad. El caso más conocido es la rabia, pero un caso similar menos conocido es el de la toxoplasmosis.

Cuando el microorganismo Toxoplasma gondii infecta a los ratones logra cambiar el cerebro de los mismos de tal modo que estos no tienen miedo. Entonces los roedores se exponen a los depredadores como los gatos y a estos les es más fácil cazarlos e infectarse con el microorganismo, que pasa al intestino del gato en sonde se reproduce. De este modo T. gondii va a parar a las heces y así puede cumplir su ciclo vital e infectar a otros ratones.

Un estudio reciente argumenta que T. gondii no usa los gatos como animales específicos. El parásito simplemente hace que los ratones sean más propensos a explorar y ser menos miedosos, pero les vale cualquier depredador además de los gatos. El parásito no es tan «listo» como mucha gente pensaba.

T. gondii puede infectar los vertebrados de sangre caliente, incluyendo seres humanos, pero su relación con los gatos parece especial pues sólo ahí se pueden reproducir sexualmente y generar su forma más infecciosa que es excretada para así infectar a otro animales.

Algunos investigadores sospechan que el microorganismo altera el cerebro de los ratones y cambia la manera en la que ven a los gatos. En algunas pruebas de laboratorio se ha podido comprobar que los ratones infectados exploran la orina de gato frente a la de otros potenciales predadores.

Pero esto no es lo cree Dominique Soldati-Favre, parasitóloga de la Universidad de Ginebra. Esta investigadora y sus colaboradores realizaron una serie de test de comportamiento con ratones, tanto infectados como no infectados. Así, en una primera batería de tests, permitieron a unos ratones explorar recintos en los que había olores de distintos animales, tanto de depredadores como de no depredadores, como los cobayas. Los ratones dedicaron más tiempo a estar en las cámaras con a olor a zorro o a cobaya que en las que olían a gato.

También vieron que los ratones infectados se aventuraron a entrar en una cámara ocupada por una rata anestesiada, un posible depredador. Pero los ratones de control no infectados no se atrevían a hacer algo así.

Además, apreciaron que los ratones infectados pasaban más tiempo en los pasillos del laberinto que estaban abiertos y expuestos, en donde normalmente se sienten amenazados, que los pasillos cubiertos. Esto demostraría que tenían una mayor tendencia a la exploración. También comprobaron que los ratones infectados mostraban menos ansiedad. Otros estudios similares han encontrado cambios similares en la ansiedad y en las ansias de exploración.

Según Soldati-Favre, los ratones infectados no sólo pierden el miedo a los gatos, sino que se vuelven más abiertos y van a todas partes.

En el fondo no es un resultado sorprendente. Aunque la reproducción sexual del parásito depende de los gatos. No habría razones evolutivas para que T. gondii se transmita a través de las heces de otros animales.

En estudios previos se sugería que los quistes de T. gondii se concentraban en regiones particulares del cerebro y afectan el funcionamiento de determinados circuitos cerebrales. Los análisis genéticos revelan la presencia de marcadores de inflamación. El nivel de inflamación y el número de quistes están correlacionados con el cambio de comportamiento en ratones infectados. El equipo de Soldati-Favre propone que la respuesta inmunitaria provocada por T. gondii en el cerebro está detrás de los cambios en el comportamiento. En algunos experimentos han comprobado que, al proporcionar antiinflamatorios a ratones infectados, se invierten los cambios en el comportamiento.

Se estima que un tercio de los humanos están infectados de toxoplasmosis. Algunos investigadores han encontrado indicios de que esto tiene relación con algunos casos de esquizofrenia y otras enfermedades mentales.

Soldati-Favre especula que, como el parásito parece reproducirse menos y formar quistes más pequeños en humanos sanos que en ratones, posiblemente dé lugar a menos inflamación y por eso producen menos efectos en el comportamiento humano. Aunque se sospecha que sí se producen esos efectos.

Parece que T. gondii ha evolucionado hasta alcanzar un equilibrio perfecto entre provocar suficiente inflamación como para provocar cambios en el comportamiento de los ratones, pero no tanta que mate al animal.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: hhach (pixabay.com).