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Soluciones a la crisis ambiental

Un estudio concluye que no podemos depender de la tecnología por sí sola para resolver los problemas medioambientales existentes y habrá que realizar cambios en nuestro estilo de vida y usar paradigmas económicos diferentes.

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La relación de los humanos con la ciencia es un tanto curiosa. De un lado no aceptamos los resultados de la misma y personas bien formadas son antivacunas o son negacionistas del cambio climático. Dentro de la ignorancia hay gente creacionista o incluso terraplanistas. Las redes sociales han hecho mucho mal al permitir la propagación de estas ideas.

Al mismo tiempo, esos mismos humanos que no creen en la ciencia creen que la tecnología, que no es más que un producto de la ciencia, nos sacará de todos los problemas. Así, hay ilusos que creen en el transhumanismo y que su conciencia podrá ser descargada en un computador y de este modo podrán vivir para siempre. También se cree que alguna solución tecnológica nos sacará del problema del cambio climático y que podremos seguir con nuestro estilo de vida actual.

La realidad es que los mismos científicos nos dicen que la ciencia no es omnipotente y que las soluciones tecnófilas son una quimera. Además, hay problemas que posiblemente nunca tengan solución. Incluso para ciertos problemas hay que esperar mucho tiempo hasta que la ciencia encuentre una solución. Así, por ejemplo, pese al tiempo transcurrido y el esfuerzo realizado, no tenemos aún una vacuna contra el SIDA y mucha gente sigue muriendo de cáncer todos los años.

Ahora un grupo de investigadores ha publicado en Nature Communications un metaestudio en el que señala que la actual crisis ambiental no podrá ser resuelta solamente mediante tecnología, sino que, además, habrá que realizar cambios en nuestro estilo de vida y usar paradigmas económicos diferentes a los que hemos venido usando hasta ahora.

En el artículo titulado «Scientists’ Warning on Affluence», los autores enumeran las pruebas disponibles e identifican las aproximaciones existentes a los problemas planteados. En multitud de estudios se describen las amenazas que están acabando con el mundo natural, se apunta a la crisis climática, de biodiversidad y del sistema de alimentación, pero en pocos se señala el papel de la orientación que tienen las economías.

Hay un hueco que pretenden cubrir con el estudio. Tommy Wiedmann (UNSW Engineering) dice que en su artículo se identifican las fuerzas subyacentes de sobreconsumo y se explicitan las medidas que se necesitan adoptar para contrarrestar el abrumador poder del paradigma del consumo y crecimiento económico.

«La conclusión clave de nuestra revisión es que no podemos depender de la tecnología por sí sola para resolver los problemas medioambientales existentes, como cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación, sino que además tenemos que cambiar nuestro estilo de vida y reducir el sobreconsumo en combinación con cambios estructurales», añade.

En los pasados 40 años la riqueza del mundo ha crecido superando continuamente cualquier ganancia en eficiencia. La tecnología puede ayudar a la hora de consumir de una manera más eficiente, por ejemplo para ahorrar energía o recursos, pero estas mejoras tecnológicas no pueden seguir el paso de nuestro nivel de consumo cada vez más alto. Básicamente, cualquier ganancia en ahorro es devorado por la maquinaria económica. Lo que el amigo lector ahorra en energía instalando iluminación LED en su casa es consumido por algún otro o alguna industria y la empresa se vende esa electricidad se inventa alguna triquiñuela para subir el precio del kilowatio·hora.

Julia Steinberger (Universidad de Leeds) dice que el artículo en el que participa se muestra que la situación es peligrosa y se da lugar a una destrucción a escala planetaria. Añade que para protegernos a nosotros mismos de un empeoramiento de la crisis climática debemos reducir la desigualdad y desafiar la noción de que ser rico y poseer bienes es algo inherentemente bueno.

De hecho, los investigadores dicen que los ciudadanos más acomodados del mundo son los responsables de la mayor parte del impacto medioambiental y son centrales para cualquier perspectiva futura que nos devuelva a condiciones seguras.

«El consumo de los más acomodados del mundo es, de lejos, el mayor determinante y acelerador del aumento de los impactos sociales y medioambientales», dice Lorenz Keysser (ETH en Zurich). Añade que, en la discusión actual sobre cómo manejar la crisis ecológica dentro de la ciencia, los políticos y movimientos sociales necesitan reconocer la responsabilidad de los más acomodados.

Los autores del estudio dicen que el sobreconsumo necesita ser controlado a través de cambios en el estilo de vida.

Manfred Lenzen (University of Sydney) sostiene que cualquier transición hacia la sostenibilidad sólo puede ser efectiva si los avances tecnológicos son complementados con cambios en el estilo de vida.

«Me piden frecuentemente que explique este asunto en reuniones sociales. Usualmente digo que lo que vemos o asociamos con nuestros actuales asuntos medioambientales (automóviles, consumo eléctrico, aviones, etc) es sólo la punta de nuestro iceberg», dice Lenzen. Añade que lo que necesitamos ver es todo lo que consumimos y la destrucción ambiental asociada que ello conlleva y que está representado en todo ese material que forma la parte del iceberg que está sumergida. «Desafortunadamente una vez que entendemos esto, las implicaciones que nos plantea para nuestro estilo de vida son tales que entra en juego la negación».

Sin embargo, estos científicos dicen que la responsabilidad para adoptar cambios no solo la tienen los individuos, sino que hay que adoptar cambios más amplios.

Wiedmann dice que, en semejante transición del estilo de vida, los intentos de los individuos puede que están condenados al fracaso porque existen sociedades, economías y culturas que incentivan la expansión del consumo.

«Así que tenemos que abandonar nuestra obsesión con el crecimiento económico y necesitamos comenzar a administrar nuestras economías de una modo que proteja nuestro clima y recursos naturales, aunque esto signifique menor crecimiento o incluso crecimiento negativo», añade.

Los investigadores dicen que el crecimiento sostenible es un mito.

Wiedmann sostiene que mientras haya crecimiento, tanto económico como de población, la tecnología no puede compensar los impactos de nuestro estilo de vida y los impactos ecológicos aumentarán de todos modos.

Una de las vías que creen que podría servir para mejorar la situación es reducir el sobreconsumo de los superricos a través de por ejemplo una política de impuestos distinta.

«Los defensores del decrecimiento van más allá y sugieren un cambio social más radical que dé lugar a un abandono del capitalismo y vayamos hacia otras formas de gobierno económico y social», añade Wiedmann.

Las medidas, según él, pueden ser la adopción de ecotasas, inversión verde, redistribución de la riqueza a través de los impuestos, unos ingresos máximos, un ingreso mínimo vital y una reducción de la jornada laboral.

Ahora Wiedmann y su equipo quieren estudiar nuevos escenarios para las transformaciones sostenibles usando modelos computacionales y así ver qué es lo que necesitamos hacer para alcanzar el mejor resultado.

Según Wiedmann ya han empezado a hacer esto en una reciente investigación que mostró que una Australia más justa, próspera y verde es posible, de tal modo que los políticos no se centren solamente en el crecimiento económico.

«Esperamos que esta revisión muestre una perspectiva diferente sobre lo que importa y nos apoye a la hora de cuestionar visiones preconcebidas de cómo los humanos tienen que dominar la Naturaleza y cómo nuestras economías tienen que crecer aún más. No podemos mantener este comportamiento si queremos mantener el planeta habitable», finaliza.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: Wikipedia/ Jacopo Werther