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Paleoincendios antárticos

Tampoco la Antártida se salvo de los incendios forestales del Cretácico.

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La Antártida, en su camino suicida hacia el polo sur, no siempre fue tan inóspita de lo que es ahora. Su latitud fue cambiando a lo largo del tiempo, pero también el clima del pasado era distinto de lo que es ahora.

En el Cretácio tardío este continente esta cubierto por densos bosques de araucarias y coníferas. El clima era húmedo y frío y se asemejaría a lo que es ahora la Patagonia chilena. Pero, además, esos bosques sufrían incendios forestales.

Había tantos fuegos hace 75 millones de años que algunos investigadores han apodado a este tiempo como el «mundo de súper fuego». Un artículo publicado hace poco en Polar Research por Flaviana Jorge de Lima (Universidad Federal de Pernambuco) y otros investigadores brasileños parece demostrar que la Antártida tampoco se salvo de estos eventos destructivos.

Ha habido cierta investigación en el campo de los paleoincendios, pero, esta se ha realizado generalmente en el hemisferio norte. Por esta razón, la Antártida fue considerada una vez una región sin grandes incendios.

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Los científicos del campo pueden encontrar evidencia de paleoincendios estudiando madera carbonizada, analizando sedimentos en lagos antiguos o examinando moléculas en carbón fosilizado. Con técnicas sofisticadas pueden ya reconstruir ecosistemas antiguos y patrones de fuego con una precisión creciente. Además, los marcadores moleculares en el carbón vegetal pueden decirles qué tipo de vegetación se quemó. Así, por ejemplo, las formas más redondas y plateadas indican biomasa leñosa.

Para realizar este estudio, los investigadores analizaron el carbón extraído de los sedimentos en la isla James Ross de la Antártida en 2015 y 2016. Este carbón vegetal fósil no era muy distinto al que se usa para hacer parrilladas de carne, pero Jasper y sus colaboradores utilizaron programas de análisis de imágenes y microscopía electrónica de barrido para analiza estos restos. Encontraron células homogeneizadas y un patrón con hoyos que demostró que estos fósiles comenzaron sus vidas como plantas antiguas.

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Hubo suerte, las muestras estaban en 2018 en el Museo Nacional de Brasil y se trasladaron unos meses antes del famoso incendio a un laboratorio diferente, por lo que se salvaron de las llamas de milagro.

Ya en 2010 se reunieron por primera vez pruebas de que los incendios forestales antiguos se daban en la Antártida. Pero las muestras de esa expedición estaban mal conservadas y los investigadores solo pudieron especular que el carbón provenía de alguna conífera. Los investigadores de este nuevo estudio hicieron una evaluación más precisa de estos nuevos restos y ahora creen que provienen de una araucaria.

Lo próximo a saber sería el origen de estos incendio. El período Cretácico estuvo marcado por extinciones masivas, cantidades fluctuantes de oxígeno en la atmósfera y cambios en la cantidad de vegetación que cubría el planeta. ¿Los incendios provocaron estos cambios o fue al revés?

Puede que este tipo de estudios no tengan importancia al común de los mortales. Después de todo, eso ocurrió hace mucho tiempo. Sin embargo, comprender esa época ayuda a desarrollar modelos para períodos de rápidos cambios ecológicos y con un número creciente de incendios, como sucede ahora mismo. Así que, cuanto más sepamos sobre el pasado y las relaciones entre los ecosistemas y el clima, mejor preparados estaremos para afrontar el futuro que nos espera.

Aunque el tiempo en el que vivimos corresponde a un mundo distinto al del Cretácico, es notable que las regiones de latitudes altas fueran relativamente cálidas, boscosas, sin hielo y propensas a las llamas, una dirección hacia la cual podríamos estar moviéndonos ahora en el mundo.

Tal y como afirma Jasper, la gran diferencia es que ahora somos nosotros los que estamos incendiándolo todo.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Mapa: Ron Blakey/ Wikipedia
Ilustración: Maurilio Oliveira (paleoartista, Museo Nacional, Universidad Federal de Rio de Janeiro).
Foto de microscopia electrónica de paredes celulares: Flaviana Jorge de Lima y colaboradores.