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La nacra en peligro de extinción

Se redoblan los esfuerzo para salvar el mejillón gigante del Mediterráneo de una inminente extinción debido a un protozoo introducido por el ser humano.

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La nacra (Pinna nobilis) es un mejillón endémico del mar Mediterráneo que puede llegar a medir 1,2 metros de altura y vivir unos 50 años. Suele habitar en los prados de posidonia y tiene un color oscuro.

Este molusco bivalvo de la familia Pinnidae ha sido altamente valorado desde la antigüedad. Ya los fenicios confeccionaban tejidos de lujo a partir los hilos suaves e iridiscentes, o «seda de mar», del penacho piloso, denominado biso, que el mejillón usa para anclarse a las rocas. A partir de su concha los artesanos tallaban botones y otros objetos. Naturalmente es comestible y hasta hace poco se servía como una delicatesen en algunos lugares. De hecho su carne aún se sirve, ilegalmente, en ciertos locales.

Pero su verdadero valor es ecológico. Estos mejillones filtran miles de litros de agua de mar todos los días, ayudando a mejorar la calidad del agua, lo que es crucial para las praderas de posidonia. Además, cientos de otras especies viven sobre o dentro de sus conchas.

En tiempos esta especie era muy abundante. Sin embargo, los problemas ya empezaron en la década de los noventa del siglo pasado. Debido a la contaminación y otras amenazas, como la pesca de arrastre, sus poblaciones disminuyeron fuertemente y se decidió proteger la especie. Con el tiempo fue recuperándose, pero en los últimos años una enfermedad provocada por un protozoo importado ha hecho que su población se reduzca en un 99%. La nueva enfermedad ha oscurecido la perspectiva de recuperación y ya se encuentra al borde la extinción.
Algunos investigadores sospechan que los barcos llevaron la infección al Mediterráneo en su agua de lastre y que el cambio climático está ayudando a su propagación.

El protozoo Haplosporidium Pinnae infecta el tejido conectivo y produce esporas dentro de las glándulas digestivas, lo que termina matando a estos bivalvos. Los mejillones enfermos, demasiado débiles para cerrar sus conchas, se vuelven presas fáciles para los depredadores. También se vuelven más vulnerables a la infección por otros patógenos como Vibrio y Mycobacteria.

El icónico molusco había desaparecido en 2016 de las más 200 poblaciones que eran vigiladas en España, Francia, Italia y Grecia. Ya en 2017 Maite Vázquez Luis (Instituto Español de Oceanografía) y colaboradores buscaron este molusco en los prados de posidonia del Parque Nacional Cabrera y no encontraron ningún ejemplar vivo. «Nos sorprendió. No pudimos entender lo que estaba sucediendo», recuerda Vázquez Luis. En 2019 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza declaró que a esta especie en peligro crítico de extinción.

Ahora, dos consorcios internacionales tienen como objetivo salvar a este tesoro del Mediterráneo. Planean buscar ejemplares sobrevivientes que podrían ser resistentes al parásito y descubrir cómo criarlos en cautividad. Según José Rafael García Marzo (Universidad Católica de Valencia) la situación es realmente crítica y están corriendo contra el reloj.

García Marzo y los colaboradores movieron 215 ejemplares a tanques de laboratorio y encontraron que las temperaturas frías mantenían el parásito a raya, pero entonces los mejillones no se reproducirían. Cuando elevaron la temperatura el protozoo los mató rápidamente a todos. El mismo patrón se dio en un acuario en Croacia.

Desde entonces, los investigadores han aprendido cómo inducir a los mejillones a madurar sexualmente y se investiga cómo mantener a las larvas vivas hasta que sean adultas.

Los investigadores y los buceadores voluntarios han encontrado algunos mejillones aparentemente resistentes. Estos hallazgos son tan escasos que pueden dar lugar a titulares y a que los humanos construyan jaulas para protegerlos.

Estos ejemplares podrían moverse a los tanques de cría o a las aguas que parecen disuadir al microbio, tal vez debido a las diferencias de temperatura o salinidad. Ya se ha demostrado altas tasas de supervivencia para los animales así trasplantados.

Los investigadores están pensando en cómo proteger las bahías y las lagunas en donde todavía hay mejillones. Así, hay áreas pequeñas en la costa sur del Mediterráneo y en aguas profundas. Hay puntos de la costa francesa y cerca de Argelia en donde todavía se reproduce.

Pero hay un lugar en donde todavía queda una población grande de estos mejillones: el Mar Menor, en la región de Murcia (España). Esta población se enfrenta a muchos peligros, como a su recolección, a accidentes y, sobre todo, a la contaminación del agua. La escorrentía de los campos agrícolas aledaños alimenta la proliferación de algas dañinas que roban el oxígeno del agua. El pasado verano esta eutrofización sembró de cadáveres de peces las playas del Mar Menor.

El subsistente escándalo político ha hecho que las autoridades locales anuncien una iniciativa para proteger el Mar Menor. El tiempo dirá si da resultado.

Si ninguno de estos esfuerzos tiene éxito entonces presenciaremos, una vez más, la inminente extinción de otra especie.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]