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Propuesta de sistema alimentario sostenible

Cómo evitar comerse el mundo: del decrecimiento a una transformación sostenible del sistema alimentario.

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El ser humano parece creer que se puede crecer exponencialmente sobre recursos finitos, algo que es matemáticamente imposible. Hemos ya topado contra los límites geológicos, demográficos, ecológicos y climáticos del mundo. Desde hace un tiempo venimos escuchando argumentos a favor del crecimiento sostenible, pero otros sostienen que no hay crecimiento que sea sostenible. Los defensores del decrecimiento han argumentado durante mucho tiempo que el crecimiento económico es perjudicial para el medio ambiente.

Podríamos pensar que las emisiones de dióxido de carbono están ligadas solamente a las quema de combustibles fósiles para producir energía, pero no es cierto. La forma en que producimos alimentos y gestionamos nuestras tierras de cultivo son responsables de hasta un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero a lo largo de toda la cadena de suministro.

Ahora, unos científicos muestran que solamente frenar el crecimiento no haría que el sistema alimentario fuera sostenible, pero cambiar lo que comemos y poner un precio al carbono sí lo haría. En un primer momento, un grupo dirigido por el Instituto Potsdam utilizó un modelo cuantitativo de sistemas alimentarios y terrestres para medir los efectos de las propuestas de decrecimiento y eficiencia en las emisiones de gases de efecto invernadero del sector alimentario.

En su estudio publicado en Nature Food, este grupo de investigación encuentra que la combinación de un cambio en la dieta, el precio de las emisiones y las transferencias internacionales de ingresos podría hacer que el sistema alimentario mundial fuera neutro en emisiones para fines del siglo XXI, proporcionando al mismo tiempo una nutrición más saludable para una creciente población mundial.

«Simplemente reducir el tamaño de nuestro sistema alimentario actual no reducirá mucho las emisiones. En cambio, necesitamos transformar la naturaleza misma de ese sistema alimentario global», dice Benjamin Bodirsky (Potsdam y el Centro Mundial de Vegetales en Tainan, Taiwán).

«Eso significa, por un lado, que las personas consuman lo que necesitan en términos de requisitos nutricionales, reduzcan el desperdicio de alimentos y lleven una dieta más equilibrada, con muchas más verduras y menos productos animales. Por otro lado, una transformación cualitativa significa más eficiencia y exige producir alimentos de una manera menos contaminante, que incluye, entre otras cosas, dosificar más inteligentemente los fertilizantes o plantar cultivos de mayor rendimiento. Además, el precio del carbono podría ayudar a orientar a los agricultores hacia prácticas agrícolas de bajas emisiones, porque emitir menos significa pagar menos. En conjunto, esto podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero», añade.

«Así que observamos cómo se vería este sistema en un mundo hipotético de decrecimiento. Sobre la base de una revisión de las propuestas de decrecimiento, creamos un conjunto de escenarios de alimentación mediante simulación de los sistemas alimentarios y terrestres para explorar su efecto sobre los alimentos. Dimos un paso atrás en los acalorados debates normativos sobre el decrecimiento. Lo que descubrimos es que el sistema alimentario actual es básicamente insostenible para cualquier sociedad, independientemente de las tasas de crecimiento económico», explica David Chen (Instituto Potsdam).

Las simulaciones muestran que simplemente frenar el crecimiento en los países ricos no generaría beneficios de sostenibilidad considerables en el sistema alimentario. Las transferencias financieras de países de ingresos más altos a países de ingresos más bajos dentro del paradigma de desarrollo actual pueden incluso aumentar las emisiones. Esto se debe a que los cambios en la dieta intensiva en carbono hacia los productos animales y los alimentos procesados son más pronunciados cuando los países pasan de ingresos bajos a medios.

Sin embargo, cuando los científicos incluyeron cambios en el consumo y ganancias de eficiencia incentivadas por una tasa sobre el carbono, los resultados mostraron un mejor resultado nutricional para todos los consumidores, menores emisiones de gases de efecto invernadero y, en consecuencia, también menos actividad económica en la agricultura requerida para la producción de alimentos.

«Para el sector alimentario, podemos decir que un cierto grado de decrecimiento sería el resultado de la transformación sostenible, no el punto de partida. Entonces, básicamente, esto no se trata de menos, sino de un crecimiento diferente», dice Hermann Lotze-Campen (Instituto de Potsdam).

Es importante destacar que una transformación sostenible del sistema alimentario que tenga en cuenta todos los costos para el medio ambiente implicaría un ligero aumento en los precios de los alimentos, que se sentiría especialmente entre los pobres, según muestran los científicos.

Por lo tanto, cualquier transformación debe ir acompañada de una combinación de políticas bien pensada con esquemas de impuestos inteligentes, compensación social por el precio del CO2 y transferencias internacionales. Además, se necesita hacer que la agricultura sea más respetuosa con el clima, por ejemplo, mediante el control de los flujos de nitrógeno en las tierras de cultivo. Y esto requiere inversión. Sin embargo, es probable que estos costos se compensen con la restauración de los servicios de los ecosistemas.

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