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Tardígrados y congelación

Los tardígrados pueden sobrevivir a periodos largo de congelación si que se vea afectada su esperanza de vida.

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Los tardígrados, también llamados osos de agua porque su forma de andar recuerda a la de un oso, pertenecen a la familia de los nematodos. Los tardígrados, que miden apenas un milímetro, han logrado adaptarse perfectamente a las condiciones ambientales de cambio rápido a lo largo de la evolución y pueden secarse en condiciones de calor extremo y congelarse en condiciones de frío. Incluso parecen sobrevivir a las duras condiciones espaciales durante un tiempo.

Esta propiedad de los tardígrados secos no es más que una adaptación que les permite esperar muchos años en su hábitat en condiciones de sequedad hasta que la lluvia les devuelve a la vida activa.

En 2019, Ralph Schill (Universidad de Stuttgart) ya demostró que los tardígrados secos pueden sobrevivir sin daños durante muchos años. Si se les hidrataba volvían a la vida sin aparente daño. Hasta ahora no estaba claro si envejecen más rápido o más lento en un estado congelado, o si el envejecimiento incluso se detiene. Pero el misterio ahora se ha resuelto: los tardígrados congelados no envejecen.

Para un organismo, la congelación o el secado provocan diferentes tipos de estrés. Pero los tardígrados pueden sobrevivir ilesos tanto al calor como al frío y no muestran signos evidentes de vida. Y esto plantea la pregunta de qué sucede con el reloj interno de los animales y si envejecen en este estado de reposo.

Ralph Schill y su equipo ya respondieron en su momento a la incógnita del envejecimiento en el caso de tardígrados secos y era que estos no envejecían. Los tardígrados secos tenían una esperanza de vida igual a los del grupo de control una vez eran rehidratados.

En un cuento de hadas de los hermanos Grimm, una princesa cae en un profundo sueño. Cuando un príncipe la besa 100 años después, se despierta y todavía se ve tan joven y hermosa como antes. Lo mismo ocurre con los tardígrados en estado seco, por lo que a esto también se le denomina hipótesis de la «Bella Durmiente».

«Durante los períodos de inactividad, el reloj interno se detiene y solo vuelve a funcionar una vez que el organismo se reactiva. Entonces, los tardígrados, que generalmente solo viven unos pocos meses si no hay períodos de descanso, pueden vivir muchos años o incluso décadas», explica Schill.

Obviamente, el problema aquí es lo que se llame vivir, pues en estado seco el tardígrado no presenta actividad biológica alguna.

Hasta ahora no estaba claro si esto también se aplicaba a tardígrados congelados. ¿Envejecen más rápido o más lento que los animales secos, o también se detiene su envejecimiento?

Para explorar esto, Schill y su equipo realizaron varios experimentos en los que congelaron un total de más de 500 tardígrados a -30 C, los volvieron a descongelar, los contaron, los alimentaron y los congelaron nuevamente. Esto se repitió hasta que todos los animales murieron. Al mismo tiempo, los grupos de control se mantuvieron a temperatura ambiente constante. Excluyendo el tiempo en estado congelado, la comparación con los grupos de control mostró una vida útil casi idéntica.

Schill concluye que, incluso en el hielo, los tardígrados detienen sus relojes internos como la Bella Durmiente.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: Ralph Schill.