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¿Juegan los abejorros con bolas?

Encuentran un comportamiento en abejorros que es interpretado como juego.

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Mucha de la investigación científica versa sobre cosas que puedan tener aplicación tecnológica. Otras veces esa supuesta aplicación está muy lejos, o demasiado cercana, como cuando se habla de extinciones masivas.
Otro tipo de investigación nos habla de la esencia de lo que es ser humano, o lo que es un ser inteligente o con emociones. Hemos podido comprobar a lo largo de las últimas décadas que ciertas cualidades, que creíamos que eran exclusivamente humanas, están presentes en otros animales superiores, pero excluimos a los insectos de estas comparativas porque solemos pensar que son tan diferentes que carecen de comportamientos sofisticados.

La capacidad de jugar es algo que otorgamos a las aves y a otros mamíferos.
En los animales superiores, el juego ayuda al desarrollo del cerebro. De este modo, los cachorros fingen pelearse para aprender habilidades sociales y los delfines y las ballenas saltan y giran incluso sin depredadores alrededor.

Según una nueva investigación publicada en Animal Behavior, los abejorros juegan. Es la primera vez que se muestra el comportamiento de juego con objetos en un insecto, lo que se suma al creciente cuerpo de pruebas que indican que los abejorros pueden experimentar «sentimientos» positivos.

El equipo de investigadores realizó numerosos experimentos para probar su hipótesis, que mostró que los abejorros se esforzaron por hacer rodar bolas de madera repetidamente a pesar de que no había ningún incentivo aparente para hacerlo.

Según los investigadores, el hallazgo respaldan los indicios de que las abejorros experimentan placer, destacando la importancia de protegerles en la Naturaleza y tratarlos bien cuando están en colmenas.

Samadi Galpayage (Universidad Queen Mary, Londres) instaló un habitáculo para abejorros. En un extremo estaba la colmena, que tenía una sola entrada a un centro de recreo. El otro extremo de la sala de recreo estaba conectado a un suministro de polen y agua azucarada, que es todo lo que puede pedir un abejorro para comer.

El centro de recreo fue en donde se llevó a cabo el experimento. Esta habitación tenía dos áreas de juego a cada lado, cada una con bolas de madera que eran un poco más grandes que una abeja.

El estudio siguió a 45 abejorros en un escenario en el que les dio la opción de caminar por un camino sin obstáculos para llegar a un área de alimentación o desviarse de este camino hacia un área con bolas de madera coloradas.

En el primer experimento inmovilizaron las bolas de un lado. Para llegar a la comida, los abejorros tenían que caminar a través de la sala de recreo y más allá de las áreas de pelotas. Claramente prefirieron el lado con las pelotas que rodaban, entrando en él un 50 % más de veces, en promedio. Los abejorros individuales rodaron bolas entre 1 o 2 veces y, sorprendentemente, 117 veces durante el experimento. Eso sugiere que a los abejorros les gusta el movimiento, no solo los objetos redondos. La repetición indicaría que los abejorros disfrutaban de la actividad, que les era gratificante hacer rodar la pelota.

El estudio también encontró que los abejorros más jóvenes hacían rodar más bolas que los abejorros más viejos, reflejando el comportamiento humano de los niños y otros mamíferos y aves en los que los más juguetones son los más jóvenes. También encontraron que las abejorros macho las hacían rodar durante más tiempo que sus contrapartes femeninas.

Los investigadores creen que los cerebros en desarrollo de los abejorros jóvenes podrían beneficiarse de la experiencia al fortalecer las conexiones neuronales involucradas en la coordinación muscular, por ejemplo. El cerebro del abejorro también es más capaz de formar nuevas conexiones neuronales tempranas en la vida, antes de que las obreras abandonen el nido para comenzar a buscar alimento.

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Todo esto fue respaldado por un experimento adicional en el que otros 42 abejorros tuvieron acceso a dos cámaras de colores, una que siempre contenía bolas móviles y otra sin ningún objeto.

Al igual que el diseño anterior, los abejorros que salían de la colmena y pasaban por una cámara para llegar al alimento. Durante los primeros 20 minutos, la cámara estaba coloreada de amarillo y contenía las bolas de madera. Luego, se intercambió en una cámara azul sin bolas. Se alternó las cámaras de colores seis veces, entrenando a las abejorros para que asociaran el color amarillo con la presencia de bolas. Finalmente, se les dio a las abejorros la opción de entrar en un pasillo amarillo o azul sin bolas a la vista.

Las abejorros preferían el amarillo, aproximadamente un tercio más lo eligió, presumiblemente porque lo asociaban con el placentero deporte de hacer rodar una pelota. Cuando el equipo invirtió los colores y repitió el experimento, obtuvieron resultados similares.

La configuración de los experimentos eliminó cualquier noción de que los abejorros estuvieran moviendo las bolas para un propósito mayor que no fuera el juego. Hacer rodar las bolas no contribuyó a las estrategias de supervivencia, como obtener comida, limpiar el desorden o aparearse y se realizó en condiciones libres de estrés.

La idea para esta investigación proviene de experimentos anteriores del mismo laboratorio que mostraron que se puede enseñar a los abejorros a marcar un gol, haciendo rodar una pelota hacia un objetivo, a cambio de una recompensa de comida azucarada. Durante esos experimentos, el equipo observó que los abejorros hacían rodar pelotas fuera del experimento, sin obtener ninguna recompensa de comida.

La nueva investigación mostró que las abejorros hacían rodar bolas repetidamente sin haber sido entrenadas y sin recibir ningún alimento por hacerlo. Lo hacen de manera voluntaria y espontánea, por lo tanto, sería similar al comportamiento de juego que se ve en animales superiores.

Galpayage dice que sin duda es alucinante y que, a veces es divertido ver a los abejorros mostrar algo parecido al juego. Se acercan y manipulan estos ‘juguetes’ una y otra vez. Esto demuestra, una vez más, que a pesar de su pequeño tamaño y diminutos cerebros, son algo más que pequeños seres robóticos, según él.

Añade que, en realidad, pueden experimentar algún tipo de estado emocional positivo, incluso si es rudimentario, como lo hacen otros animales. «Este tipo de hallazgo tiene implicaciones para nuestra comprensión de la sensibilidad y el bienestar de los insectos y, con suerte, alentará respetemos y protejamos cada vez más la vida en la Tierra», finaliza.

El profesor Lars Chittka (Universidad Queen Mary de Londres) dice que esta investigación proporciona un fuerte apoyo a la idea de que las mentes de los insectos son mucho más sofisticadas de lo que podríamos imaginar. Hay muchos animales que juegan solo por diversión, pero la mayoría de los ejemplos provienen de mamíferos y aves jóvenes.

«Estamos produciendo cantidades cada vez mayores de pruebas que respaldan la necesidad de hacer todo lo posible para proteger a los insectos que están a un millón de millas de las criaturas sin sentido e insensibles que tradicionalmente se cree que son», dice.

Sin embargo, algunos investigadores se preguntan si las bolas podrían estar desencadenando el comportamiento de limpieza que los abejorros usan para eliminar abejorros muertos y otros desechos de sus colmenas, por lo que no se trataría de un juego.

Galpayage ahora está investigando si el rodamiento de bolas mejora la capacidad de los abejorros adultos para recolectar eficientemente el néctar de las flores.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Esquema: Animal Behaviour (2022). DOI: 10.1016/j.anbehav.2022.08.013
Foto: Samadi Galpayage.