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Una gran flor fósil atrapada en ámbar

Un estudio de un espécimen fósil de ámbar del Báltico ofrece nuevas pruebas sobre cómo era el clima de Europa hace unos 35 millones de años.

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El proceso de fosilización es un proceso muy difícil que suele destruir muchos de los detalles del organismo original. Sin embargo, si son fósiles conservados en ámbar los detalles suelen ser simplemente maravillosos.

El ámbar es en origen la resina de árbol pegajosa que se, con el paso del tiempo, se petrifica. Con mucha suerte, algunos seres pequeños y trozos de plantas pueden verse atrapados en la resina y ser cubiertos por la misma. Si es así pueden conservase durante decenas de millones de años. A medida que la resina se petrifica conserva en una cápsula del tiempo todo lo que atrapó en su interior, incluidos insectos, moho e incluso diminutos dinosaurios.

Las plantas en ámbar proporcionan a los paleobotánicos una gran cantidad de información, pues conserva especímenes antiguos en tres dimensiones, lo que revela características que normalmente no se encuentran en otros tipos de fósiles. Los casos de flores fosilizadas son extraordinariamente escasos y flores conservadas en ámbar hay muy pocas. Entre los especímenes de ámbar báltico, solo del 1 al 3 por ciento de los organismos atrapados son ejemplares botánicos. Esto podría deberse a que los animales pueden deambular por zonas con resina pegajosa, mientras que las plantas tienen que caer accidentalmente en ellas.

Ahora un equipo de investigadores ha redescubierto un flor conservada en ámbar de más de 30 millones de años particularmente impresionante escondida en una colección de museo y que había pasado desapercibida durante 150 años.

Con casi tres centímetros, esta flor fósil es la más grande jamás encontrada en ámbar y está tan bien conservada que los investigadores pudieron identificar a sus descendientes, que ahora residen en otro continente. Las flores grandes rara vez se encuentran en ámbar porque se necesitaría una cantidad increíblemente grande de resina para cubrir toda la flor. Por lo general, las flores que se encuentran en ámbar son bastante pequeñas.

El fósil proviene de la región alrededor del Mar Báltico, uno de los principales productores de ámbar del mundo gracias a los vastos bosques de coníferas que una vez hubo en el área. Durante la época del Eoceno tardío, hace entre 38 y 34 millones de años, la resina pegajosa de uno de estos árboles atrapó la flor. La flor preservada floreció aproximadamente a medio camino entre la extinción de los últimos dinosaurios no avianos y la aparición de los humanos.

La flor fosilizada no parece particularmente grande, pero es aproximadamente tres veces el tamaño de la mayoría de las otras flores conservadas en ámbar.

Como una historia inspirada en «En Busca del Arca Perdida», el fósil se encontró en el siglo XIX, se le dio el nombre de Stewartia kowalewskii, se colocó en una caja de vidrio llena de resina de árbol moderno y luego se olvidó. Aunque en el pasado se encontraron bastantes flores conservadas en ámbar, la mayoría se perdieron para la ciencia durante las guerras mundiales.

Según Eva-Maria Sadowski (Museo de Historia Natural de Berlín) un colega jubilado suyo le avisó de la existencia de los especímenes de ámbar de la colección del Instituto Federal de Geociencias y Recursos Naturales de Alemania y de que uno de ellos contenía una flor muy grande. Sadowski pensó que podría ser algo especial y aprovechó la oportunidad para volver a examinar uno de estos especímenes históricos con la tecnología moderna.

Una vez que tuvo la flor fósil en la mano, Sadowski pulió el bloque de ámbar con un paño de cuero húmedo y pasta de dientes. Bajo un poderoso microscopio vio detalles perfectamente conservados de la anatomía de la flor. Usó esta información para ver si la planta se había clasificado en la familia correcta hace 150 años.

Los frágiles órganos reproductivos de la flor estaban tan bien conservados que su equipo pudo extraer granos intactos de polen con un bisturí. Bajo un microscopio electrónico de barrido, los granos de polen, que parecían puntas de flecha infladas, recordaban el polen de pequeños árboles y arbustos en Asia que pertenecen al género Symplocos.

Symplocos es un género de arbustos y árboles pequeños que no se encuentran en Europa hoy en día, pero están muy extendidos en el este de Asia moderno. Estos árboles de hoja perenne se encuentran en bosques húmedos de gran altitud y producen flores amarillas o blancas. Los parientes modernos de este árbol se habría sentido como en casa entre las coníferas del clima cálido que experimentó la región del Báltico durante el Eoceno.

El descubrimiento arroja luz sobre cómo ha cambiado el clima de la Tierra en los últimos 35 millones de años. La presencia de Symplocos en el Báltico ayuda a demostrar que la Europa del Eoceno era más cálida de lo que ha sido durante la mayor parte de la historia humana.

A la la luz de los nuevos datos, los investigadores implicados en el estudio han propuesto que se le cambie el nombre a Symplocos kowalewskii, lo que la convierte en el primer registro de una antigua planta de Symplocos conservada en ámbar báltico. La nueva designación ayudará a desarrollar lo que los científicos saben sobre la diversidad ecológica del bosque báltico del Eoceno.

Para finalizar sólo añadir que que no hay posibilidad de obtener ADN de esta flor de ámbar, así que no es posible resucitarla.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: Carola Radke, MfN (Museum für Naturkunde Berlin).