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El origen del sistema nervioso encontrado en las esponjas

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Esponjas amarillas. Foto: Steve Byars.

Descubren una pista significativa sobre los orígenes evolutivos del sistema nervioso al estudiar el genoma de una especie de esponja marina. El descubrimiento se ha publicado en PLoS One. Este ser pertenece al grupo considerado como el más antiguo de entre todos los animales.
Una de las fuerzas más importantes que impulsan la ciencia es saber un poco más sobre nosotros mismos como seres humanos, saber de donde venimos, saber el origen de nuestra especie, de todas las que nos precedieron y saber la «sustancia» de la que en el fondo estamos hechos. Da igual si lo buscamos en el fondo cósmico de microondas o en el genoma de un ser primitivo.
Muchas características nuestras no son exclusivas de nuestra especie. Es verdad que algunas de estas cualidades están representadas en nosotros en una intensidad que no tienen parangón en ninguna otra especie. La cultura o inteligencia de un gorila o una ballena están muy lejos de la que tenemos nosotros. Es verdad que compartimos muchos de nuestros genes con los primeros, pero somos indudablemente diferentes.
Aun así sólo hace falta mirar a los ojos a un chimpancé para darnos cuenta de lo cercano que está de nosotros. Le falta sólo esa «chispa divina» para ser humano. Quizás algún día la encontremos y podamos crear un chimpancé transgénico inteligente, pero hasta que ese copernicano día llegue (no tengo duda de que sucederá) nos seguiremos comparando con los demás seres que habitan la Tierra y seguiremos colocándonos en la cumbre de una imaginaria y errónea pirámide antropocéntrica.

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Subjetivamente utilizamos una absurda vara de medir «distancias evolutivas» entre nosotros y los demás seres vivos. Creemos con razón que nuestra alma, o aquello que nos hace humanos, está en nuestros cerebros. Nuestros recuerdos, nuestros sentimientos, nuestros anhelos, nuestra personalidad residen en nuestro cerebro. Pero juzgamos inferiores a aquellos organismos que carecen de uno.
Despreciamos a las plantas porque no tienen sistema nervioso y las vemos inferiores a todos los animales porque éstos, al poseer un sistema nervioso, son teóricamente «superiores». La «distancia evolutiva» que creemos medir en este caso es muy grande. No hace falta decir que esa medida carece de rigor científico.
Los animales que también carecen de sistema nervioso corren la misma suerte. Así por ejemplo, las esponjas son a veces confundidas por plantas por los poco expertos en fondos marinos. Incluso algunas de ellas terminan en nuestro cuarto de baño sin plantearnos nada sobre su forma de vida, aunque las sintamos (gracias nuestro sistema nervioso) enjabonadas sobre nuestra piel (y por tanto muy cerca de nosotros).

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Aquellos que practican submarinismo y que no se distraen fácilmente por los animados peces (se llamen Nemo o no) pueden apreciar la belleza estática de estos seres y, a veces, sus vivos colores.
Las esponjas han estado sobre este planeta desde los inicios de la vida pluricelular. Son seres muy simples, pero a veces se puede aprender mucho de los seres más simples. No tienen sistema nervioso, es cierto, pero según los últimos estudios las primeras esponjas ya contaban con los ladrillos genéticos que más tarde dieron lugar al mismo.
Concretamente, muchos de los componentes genéticos que dan lugar a las sinapsis nerviosas están presentes en las esponjas, o al menos en la especie Amphimedon queenslandica cuyo genoma se ha secuenciando recientemente. Pero lo más sorprendente es que determinadas proteínas contienen una «firma» o característica que indica que probablemente las células de las esponjas interactúan unas con otras de manera análoga a como lo hacen las neuronas. Esto empuja el origen del sistema nervioso atrás en el tiempo, mucho antes de lo que los científicos habían previamente sospechado.

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Es muy difícil determinar el origen de algo tan complejo como el sistema nervioso. Se cree que la primera neurona surgió hace unos 600 millones de años en los cnidarianos, unas criaturas entre cuyos descendientes contamos ahora con las hidras, las anémonas y las medusas.
Por el contrario, las esponjas representan el grupo animal más antiguo conocido, sin neuronas ni sinapsis. Son animales muy simples, sin órganos internos y que viven de filtrar el agua que les rodea.
Las sinapsis son las conexiones que las neuronas utilizan para comunicarse entre sí. Sin sinapsis no habría memoria, ni aprendizaje, ni sentimientos ni ninguna otra cualidad mental.
Los investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara exploraron el genoma de la esponja para comprobar si algunos genes relacionados con las sinapsis estaba presente en él. Miraban muy atrás, a un tiempo anterior a esos 600 millones de años en el cual el sistema nervioso hizo su aparición, leyendo sobre un libro genético que se ha conservado desde entonces casi intacto para excitar ahora las neuronas de nuestro cerebro.

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Sorprendentemente los encontraron. Además, estos genes son al parecer funcionales y dan lugar a proteínas que interactúan molecularmente de manera análoga a como lo hacen sus homólogas en el sistema nervioso humano.
La evolución probablemente tomó estás estructuras moleculares e introdujo pequeñas modificaciones para usarlas directamente en un nueva función de un sistema nervioso más perfeccionado.
El estudio fue posible porque se ha conseguido secuenciar el genoma de esta esponja que, aunque no ha sido publicado aún, está disponible on-line.
Si le ha gustado este descubrimiento piense que ha sido porque el conjunto de neuronas que forman su cerebro así lo han decidido, se han excitado y comunicado entre sí de una manera muy compleja, aún por conocer, pero cuyas bases de funcionamiento se remontan a hace más de 600 millones de años cuando los animales más evolucionados eran poríferos. Ya, en esa época, existían en potencia las obras y acciones producto de la creatividad y pasiones humanas; desde «Sueño de una noche de verano» pasando por la «Crítica a la razón pura» hasta llegar al «Ulises» de Joyce.
Después de todo puede que quizás la distancia entre usted y la esponja no sea tan grande.

Referencias:
Artículo en PLoS. [1]
Nota de prensa en Universidad de California en Santa Bárbara. [2]

Fuente de las fotos:
Steve Byars, Cayman Dive Photo’s. [3]