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Mira con quien andas y te diré lo gordo que eres

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Un estudio sugiere que la obesidad podría ser contagiosa desde un punto de vista social. De este modo tener un amigo obeso incrementa las posibilidades que uno también lo sea. De hecho, y según el estudio, esto aumenta las posibilidades en casi un 60%.
Los investigadores implicados califican a este tipo de obesidad como de una enfermedad “socialmente contagiosa” en el sentido que el concepto de lo que constituye un peso “normal” pasa de una persona a la siguiente a través de la red social. Aunque la obesidad no se dispersaría exactamente igual que una enfermedad infecciona lo haría de manera similar.
El problema de la obesidad aumenta en todo el mundo a un ritmo alarmante. En los EEUU por ejemplo se ha doblado el número de personas obesas en los últimos 25 años pasando del 15% de la población al 32%.
Según la organización mundial de la salud una persona se considera obesa si el índice de masa corporal (el peso en kilogramos dividido por el cuadrado de su altura en metros) está por encima de 30.
Las causas de esta epidemia de obesidad son numerosas, y van desde la dieta, la falta de ejercicio, malos hábitos de sueño, climatización inadecuada, etc. Según el análisis de James Fowler de University of California en San Diego y Nicholas Christakis de Harvard Medical School en Boston habría que añadir otra causa: los amigos y familiares que son obesos.
El análisis está basado en datos que se remontan a 1971 y que han sido recolectados por el estudio Framingham Heart Study, que pretende hacer un seguimiento a largo plazo de todos los factores que pueden influir en la salud cardiovascular.
Los voluntarios que participan en este estudio aportaron datos sobre familiares y amigos que han permitido este estudio. Los datos recolectados cubren una red social de unos 12.000 individuos. Los datos incluyen factores como el género, el peso, edad, estatus socioeconómico, hermanos obesos, etc.
Se deduce que tener hermanos obesos incrementa las posibilidades que uno lo sea en un 40% y tener un cónyuge en esa condición en un 37%. Pero los amigos tienen una influencia mayor con un 57% de incremento de las posibilidades. Si la amistad es del mismo grado y mutua el porcentaje es del 171%. En promedio un individuo gana 2,3 kilogramos más en un periodo de dos o cuatro años si tiene un amigo obeso en ese tiempo.
La ganancia de peso se produce muy pronto, nada más conocer al amigo, y se acumula muy rápidamente a lo largo del tiempo.
La distancia física entre los amigos no influye. Si viven cerca o son vecinos el efecto es casi el mismo que si viven a centenares de kilómetros. Por tanto la idea (equivocada) de lo que se considera un peso normal viaja más fácilmente que las ideas sobre las bondades del ejercicio físico o una dieta equilibrada para la salud.
La idea contraria también se da. Si uno tiene amigos que pierden peso uno tendrá la tendencia de hacer lo mismo.
Los investigadores advierten que tener amigos es siempre bueno, aunque sean obesos, y no por ello hay que evitarlos. Personas con muchos amigos disfrutan en general de una vida psicológica mejor. La idea detrás del estudio es que los amigos se animen unos a otros a perder peso en lugar de sucumbir juntos a la vía fácil.
Lo más curioso que han descubierto estos investigadores es que el contagio social de la obesidad está correlacionado con el grado de separación. Así, un amigo obeso de un amigo también nos influye aunque en menor grado.
Factores como salir a cenar juntos a restaurantes de comida rápida son factores que influyen. Compartir hábitos de comidas y de ejercicio (o la carencia del mismo) también son factores importantes.
Los autores sugieren que este problema se puede dar en mayor medida en ciudades pequeñas en donde los estereotipos viajan más rápido por redes sociales que están muy solapadas.
El nuevo paso que estos investigadores quieren dar es estudiar este mismo efecto sobre el consumo de tabaco o alcohol para ver si se rigen por el mismo principio. No hace falta ser muy listo para poder anticipar el resultado, más que contagio puede ser presión en estos casos.
¿Pueden los lectores contar casos propios o ajenos que ejemplifiquen este estudio?

Fuentes y referencias:
New England Journal of Medicine (vol 357, 370-379, 2007)
Nota de prensa en UCSD. [1]