Por el disfrute de la ciencia en vacaciones
viernes 25 julio 2008 - Tipo: Editorial
En el Hemisferio Boreal estamos en tiempo de vacaciones. Algunos ya han tenido su tiempo de descanso, otros lo están disfrutando ahora y los demás lo tendremos dentro de poco.
Pero, ¿deben las vacaciones consistir en turismo de sol y playa? Ya es difícil, por no decir imposible, encontrar el Mediterráneo mítico del que disfrutaron las generaciones anteriores. Las playas desiertas en las que casi se podían oír los versos de Homero confundidos con el rumor de las olas han desaparecido para dejar paso a sitios masificados cuyas noches se ven invadidas por el ruido de la juerga y de los ciclomotores.
Para aquellos que no tienen posibilidad de elegir su periodo de vacaciones y sepan de los peligros de los rayos ultravioletas sobre la piel, quizás puedan plantearse unas vacaciones diferentes si su bolsillo se lo permite.
Dejando a un lado la parte cultural, artística e histórica de los sitios que visitamos, y que forman sin duda aspectos muy interesantes a considerar en unas vacaciones (de hecho son los típicos que se consideran), los diversos campos de la ciencia pueden también ser tenidos en cuenta.
El área científica más obvia que se nos viene primero a la cabeza es el de la Biología y Ciencias Medioambientales. Incluso los más modestos destinos pueden ser interesantes bajo este punto de vista. Si antes de ir al campo nos informamos un poco previamente, quizás podamos encontrar esas especies endémicas locales, únicas en su género que tanto hay en España y en otros sitios de Europa o del mundo, particularmente aquellas que hay en las islas. Las Islas Canarias, Madeira o las Islas Azores son destinos turísticos en donde podremos aprovechar esta particularidad. Podremos aprender los misterios del tajinaste o del drago, o viajar al Terciario a través de un bosque de laurisilva.
Incluso el bosque más humilde contiene especies que han sobrevivido durante cientos de millones de años, como los helechos, el equiseto o el humilde musgo. Pero también podremos quizás encontrar, hepáticas, selaginelas o fósiles vivientes como los Ginkgo biloba (éstos sólo en parques y jardines). Y si viajamos lejos podremos ver cicas o araucarias en su ambiente natural. Muchas de esas especies tienen antepasados que en algunos casos se remontan al Carbonífero, cuando las libélulas gigantes surcaban los cielos. Algunas son incluso anteriores.
Si nos interesa la máxima expresión de la biodiversidad podemos ir a la selva y visitar países como Costa Rica, Brasil o Ecuador. También hay destinos similares en Asia. Algunas agencias se encargan de organizar este tipo de viajes. Observar a las hormigas cortadoras de hojas, a las tortugas marinas poniendo huevos, a los tucanes o a la multitud de animales y plantas que pueblan estos lugares es simplemente fascinante. No son producto de los libros y la televisión, sino que existen de verdad.
Si a uno le interesa la teoría evolutiva «el destino» es las Islas Galápagos. Darwin se inspiró en gran parte en estas islas para posteriormente desarrollar la Teoría de la Evolución. Estar donde empezó todo, donde el hombre comenzó a darse cuenta de su verdadera posición en el mundo natural debe de ser fantástico.
Bajo la superficie del mar podemos también admirar sitios maravillosos. Incluso en el Mediterráneo podemos encontrar peces de vibrantes colores. Si nos lo podemos permitir podemos ir al Caribe y allí, simplemente con una máscara de buceo, un tubo y unas aletas, podremos ver corales cerebro gigantes, bancos de sábalos o el pez ángel reina. Si tenemos licencia de buceo entonces un tanque o botella (nunca denominarlo bombona, por favor), un regulador y el resto del equipo nos permitirán sumergirnos en el gran azul y ver la vida que puebla sus profundidades. Otros destinos pueden ser el Mar Rojo, la Gran Barrera de Coral o la multitud de islas que están esparcidas por el Índico y el Pacífico.
Si nos preocupa el calentamiento global podemos viajar ahora al Gran Norte, navegar entre témpanos de hielo, y visitar Siberia, Groenlandia, Canadá o Alaska. Se organizan expediciones turísticas a esas regiones del globo, aunque a precios no muy asequibles. ¿Veremos los signos del cambio climático? El hecho de que ya se pueda navegar por ciertas zonas es un signo inequívoco de que algo está cambiando. Después de un viaje así seguro que nos preocuparemos más por nuestro entorno. Si tenemos suerte además podremos disfrutar de las auroras boreales o del sol de media noche (según la época) en pago a nuestro sufrimiento intelectual.
En el verano austral, y por un precio prohibitivo, también podemos visitar la Antártida.
La gran metáfora del mundo de hoy es la representada por la isla de Pascua. Allí sus habitantes aniquilaron todos los recursos naturales que tenían, cayendo en la pobreza, el hambre y el colapso de su civilización. Como dice Diamont en su último libro, ¿qué pensó el individuo que taló el último árbol?, ¿que había más en algún lugar?, ¿que no había que caer en el catastrofismo? Ir allí invita, sin duda, a la reflexión.
Si nos gusta la Antropología y la Arqueología quizás podamos sacrificar parte de nuestro tiempo de vacaciones para colaborar en alguna excavación. Algunas de estas excavaciones permiten a aquellos que estén interesados trabajar (gratis) en las mismas. Aunque no nos paguen, a cambio quizás nos podamos encontrarnos con un artefacto que una vez perteneció a un griego o a un romano de la antigüedad, o dar con el hueso de uno de aquellos antepasados nuestros que habitaron una vez las cavernas. Sólo el privilegio de ser el primero en desenterrar el pasado es fantástico.
Podemos encontrar Geología y Paleontología por doquier. No se puede uno morir sin haber visto un volcán en erupción y hay varios lugares en el mundo donde se pueden ver, como en Hawai.
Las montañas nos hablan de tiempos pasados, de la deriva continental, de las fuerzas tectónicas que moldearon y todavía moldea este planeta.
Podemos bajar por la Gran Cañón del río Colorado y con cada paso retroceder millones de años en los estratos geológicos. Por allí cerca podemos visitar el bosque petrificado, restos de lo que fue un bosque hace millones de años.
O podemos viajar por el Tíbet y allí, en las montañas más altas de la Tierra, encontrar fósiles de animales marinos, prueba de que una vez esa región estuvo bajo la superficie del Océano.
Si sabemos donde ir o conocemos a la persona indicada podemos ver, entre los estratos, el famosos límite KT que determina la extinción del Cretácico que eliminó a los dinosaurios.
Si tenemos suerte podemos Visitar Burgess Sale en Canadá, donde se descubrió la representación más rica de los seres que protagonizaron la explosión del Cámbrico. En Canadá hay varios yacimientos paleontológicos importantes como, por ejemplo, en Terranova. Y en Australia podemos visitar los parajes donde se encontraron los fósiles de los primeros animales pluricelulares como en Ediácara, o los estromatolitos que una vez conquistaron la Tierra, e incluso sus descendientes vivos en la laguna Hamelin de Shark Bay. Si tenemos vista y suerte quizás podamos encontrar uno de estos primeros fósiles.
La Física está por doquier, y una simple noche sin luna nos regala un firmamento en el que podremos encontrar a los planetas viajando como lo vienen haciendo desde hace más de 5000 millones de años. Si disponemos de un telescopio de aficionado podremos incluso ver galaxias y nebulosas. Una buena guía del cielo y unos libros nos pueden ayudar en nuestra tarea.
Si vamos a Canarias o a Hawai podemos visitar los observatorios que hay allí, aunque sólo sea por fuera y de día. Algunas de estas instituciones organizan incluso visitas guiadas. Pero si tenemos algún amigo que sea astrofísico quizás nos permita estar con él durante sus observaciones. Sólo ver cómo se mueve, con precisión micrométrica, uno de esos telescopios gigantes merece la pena.
Hay instalaciones científicas espectaculares que se pueden visitar. El CERN tiene una jornada de puertas abiertas y es de suponer que realicen visitas guiadas, aunque en Europa, por desgracia, no se da mucha importancia a este tipo de cosas.
En Villafranca del Castillo hay un conjunto de antenas con las que la NASA recibe la información de sus sondas interplanetarias. Sólo hay otras dos en el mundo equivalentes. Parte de las imágenes de Saturno, Urano, Neptuno y ahora Marte nos llegan gracias ellas. Pregunte por el régimen de visitas, pero hace un tiempo eran bastante restringidas.
En EEUU la situación es diferente y toda instalación científica es visitable, incluso las más secretas donde se fabricaron las bombas atómicas. En Las Vegas podemos alquilar una avioneta que nos lleve a ver las huellas, en forma de cráteres, que las pruebas nucleares han dejado sobre el terreno. Sin embargo, un cráter más interesante es el Meteor Cráter en Arizona, uno de los pocos cráteres de impacto que la erosión todavía no ha conseguido borrar.
Siguiendo con el tema astronómico podemos visitar el VLA en Nuevo México, el conjunto de radiotelescopios más grande del mundo, o el de Arecibo en Puerto Rico, famosos ambos por haber salido en la película «Contact». Y también podemos ir al Norte de California y ver las antenas SETI que buscan civilizaciones extraterrestre. Aunque una instalación más humilde, y quizás más importantes desde el punto de vista histórico, es la antena Bell Labs’ Horn en Crawford Hill (New Jersey), cerca de Nueva York. Gracias a esta antena Arno Penzias y Robert Woodrow Wilson descubrieron los ecos del Big Bang: el fondo cósmico de microondas. Con este descubrimiento se desveló, por primera vez, el origen del Universo y de todo lo que contiene.
Si cometemos la insensatez de viajar a Orlando, no podemos dejar de desviarnos al Kenedy Space Center de la NASA. No hay lanzamientos espaciales previstos para este verano, pero aún así merecerá la pena.
Aunque sin ser muy ambicioso puede siempre visitar los museos de ciencia, de Historia Natural, planetarios o acuarios de la ciudad que esté visitando. Quizás se lleve una grata sorpresa.
Me dejo muchos lugares en el tintero, invito al lector a buscar por sí mismo esos lugares en su destino de vacaciones, documéntese.
También puede leer la multitud de libros de ciencia que siempre quiso leer y no tenía tiempo para hacerlo.
Felices vacaciones.
Copyleft: foto del enlace en página principal por OneGreatClick vía flickr.
25-07-2008 » NeoFronteras
2 septiembre 2008 @ 12:18 pm
>¿qué pensó el individuo que taló el último árbol?
Simplemente que necesitaba madera, y menos mal que había encontrado uno.
Pero llegado este momento el desastre ecológico ya no tenia remedio. Con un árbol poco se podía hacer. El problema real ocurrió cuando alguien se dio cuenta de que cada vez había menos arboles y no puso remedio a la situación.
Desgraciadamente me parece que esta historia se va a repetir. Sabemos que el consumo de recursos actual es insostenible, pero no hacemos nada para remediarlo.
23 junio 2009 @ 5:59 pm
Me gustó mucho tu propuesta, es muy inspiradora y propone disfrutar las vacaciones de modo diferente y nuevo y aprendiendo mientras se descansa de la rutina.
Saludos…