¿Por qué la gente cree en agentes invisibles que controlan el Mundo?
martes 26 mayo 2009 - Tipo: Colaboración
Por Michael Shermer
Se cree que almas, espíritus, fantasmas, dioses, demonios, ángeles, alienígenas, diseñadores inteligentes, conspiradores gubernamentales y otras formas de agentes invisibles con poder e intenciones rondan nuestro mundo y controlan nuestras vidas. ¿Por qué?
La respuesta tiene dos partes, empezando por el concepto de búsqueda de patrones o “patroniedad”, que ya definí en mi columna de diciembre de 2008*, como la tendencia humana a encontrar patrones con significado a ruido sin sentido. Considere la cara en Marte, la Virgen María sobre un sandwich tostado o mensajes satánicos en la música rock.
Desde luego, algunos patrones son reales. Encontrar patrones predecibles en el cambio del tiempo, en árboles frutales, en animales migratorios a los que predar o hambrientos depredadores a los que evitar fue importantísimo para la supervivencia de los homínidos del Paleolítico.
El problema es que no evolucionamos para tener un dispositivo detector de paparruchas en nuestros cerebros que discriminase entre patrones falsos y verdaderos. Por lo tanto, cometemos dos tipos de errores: el error de tipo I, o falso positivo, es creer que un patrón es real cuando en realidad no lo es; el error de tipo II, o falso negativo, es no creer en un patrón cuando éste es real. Si usted cree que ese susurro en la hierba es un peligroso depredador cuando en realidad es el viento (un error de tipo I), usted será más propenso a sobrevivir que si usted cree que el susurro en la hierba es sólo el viento cuando en realidad es un peligroso depredador (un error de tipo II). Como el coste de cometer un error de tipo I es menor que el coste de cometer un error de tipo II, y como no hay tiempo suficiente para una deliberación cuidadosa entre “patroniedades”, en el mundo de toma de decisiones al segundo de la interacción depredador-presa la selección natural debe de haber favorecido aquellos animales más propensos a asumir que todos los patrones que ven son reales.
Pero nosotros hacemos algo que otros animales no hacen. Como homínidos de grandes cerebros con un córtex desarrollado y una teoría de la mente (la capacidad de ser consciente de la existencia de estados mentales con deseos e intenciones tanto en nosotros como en los demás) inferimos la existencia de agentes detrás de los patrones que observamos en una práctica que denomino “agenticiedad”: la tendencia a creer que el mudo está controlado por agentes invisibles intencionados. Creemos que que estos agentes intencionados controlan el mundo, algunas veces de manera oculta de arriba a bajo (en oposición a la aleatoriedad causal que va de abajo a arriba). Juntas, “patroniedad” y “agenticiedad”, forman las bases del chamanismo, paganismo, animismo, politeísmo, monoteísmo y todos los casos de espiritualismos antiguos y de Nueva Era.
La «agenticiedad» nos lleva más allá del mundo espiritual. Se dice que el diseñador inteligente es un agente invisible que creó la vida de arriba a abajo. Los alienígenas son representados frecuentemente como seres poderosos que vienen desde las alturas a advertirnos de nuestra inminente autodestrucción
Las teorías conspirativas incluyen de manera predecible agente ocultos que trabajan detrás del escenario, maestros titiriteros que mueven las cuerdas de la economía y la política según danzamos al son de bilderbergers, rothschilds, rockefellers o de los illuminati. Incluso creemos que el gobierno puede imponer medidas de arriba a abajo para rescatar la economía como una forma de «agenticiedad», con el presidente Barack Obama siendo vendido como «the one«, con poderes casi mesiánicos, que nos salvará.
Hay ahora pruebas substanciales bien documentadas procedentes neurociencias cognitivas que nos dicen que los humanos encontramos patrones y les asignamos agentes. Se pueden leer en el libro SuperSense (HarperOne, 2009) de Bruce Hood, psicólogo en la Universidad de Bristol. Ejemplos: niños que creen que el Sol puede pensar y seguirlos y que por esa razón frecuentemente añaden caras sonrientes a sus dibujos del Sol. Los adultos típicamente renuncian a vestir el mismo jersey que un asesino, creyendo que «el mal» es una fuerza sobrenatural que transmite su esencia negativa al jersey (y, alternativamente, que la chatea de punto de Mr. Rogers te hará una buena persona). Un tercio de los trasplantados creen que la personalidad del donante es trasplantada junto con el órgano. Se cree frecuentemente que los alimentos con forma de genitales (plátanos, ostras) aumentan la potencia sexual. O sujetos que llegan a la conclusión de que las formas geométricas con ojos que interaccionan en la pantalla de un ordenador representan agentes con intenciones morales.
“Muchos individuos formados e inteligentes experimentan una poderosa sensación de que hay patrones, fuerzas, energías y entidades operando en el mundo,” explica Hood. “Y lo que es más importante es que tales experiencias no están respaldadas por un cuerpo de pruebas fidedignas, y por eso son sobrenaturales y acientíficas. La inclinación o sensación de que deben de ser reales es nuestro sexto sentido.”
Nacemos con creencias sobrenaturales de manera natural.
Nota: esta entrada es una traducción literal de un artículo aparecido en Scientific American.
* El autor se refiere a un artículo suyo anterior también aparecido en Scientific American.
26-05-2009 » NeoFronteras
31 mayo 2009 @ 3:56 am
Es un muy buen artículo, pero no puede ser llevado al extremo. Por ejemplo, hay agentes controladores objetivos como los servicios de inteligencia, recaudadores de impuestos, agentes de ventas y profesionales del marketing, que tratan de pasar desapercibidos hasta el momento preciso.
Por otro lado, hay magos o simuladores que crean la ilusión hipnótica o sugestiva que algo es, o puede ser, real. Al ser humano le motiva altamente «reducir incertidumbre», de modo que prefiere elegir algo falso que no-elegir, porque no fue precisamente el inmovilismo lo que nos permitió sobrevivir. Finalmente, un registro acientífico no por eso es necesariamente falso, créame si le digo que todavía no puedo precisar por qué algunos sueños tienden a coincidir con la realidad, y si eso le pasa a muchas personas, y aciertan uno de diez, sigue valiendo la pena intentarlo.-
15 junio 2009 @ 1:34 am
Demasiado «políticamente correcto» como para ser leído. ¿Porqué este tipo de articulistas desesperadamente se comprometen con la política actual? Com dijo alguien una vez, averigüa quien paga su sueldo y sabrás para quien escribe. Después de lo de las armas de destrucción masiva de Irak, es innegable como actúan los que detentan poder alguno. Por eso, el artículo comenzó bien, pero se perdió al zambullirse en la defensa de lo políticamente correcto. Justamente, este articulistas cae en el falso negativo que expone. Por otro lado, no debemos olvidar que el universo es fractal, siempre hay patrones tras acontecimiento aleatorios, fueron justo esos patrones los que dieron origen a la ciencia moderna. Una cosa es antropomorfizar y dar una interpretación abstracta y simbólica a dichos patrones (como sucede en el pensamiento religioso) y otra es negarse a ver tales patrones.
De todas maneras, la navaja de Occam será siempre una salvaguarda contra la tendencia supersticiosa innata, como ocurre actualmente en el tema del Air France 47.
6 julio 2009 @ 12:21 pm
Creo que el problema reside en la estructura del cerebro humano.
Nuestro cerebro ha evolucionado como una red neuronal autoconfigurable. Lo que hemos aprendido con las simulaciones de redes neuronales es que son estupendas para reconocer patrones, pero muy limitadas en todo lo demás.
Todos los animales necesitan predecir donde y cuando van a encontrar la próxima comida y el próximo depredador. Como la naturaleza no suele ser totalmente aleatoria, existen unos patrones de aparición de la comida (a tiempos regulares, en determinados sitios) y unas relaciones causa-efecto (árbol con flores tendrá frutos en un mes). Por tanto una buena habilidad de reconocimiento de patrones es una gran ventaja, y seguramente el cerebro evolucionó con ese propósito.
Como todas las redes neuronales, encontramos patrones incluso donde no los hay. Los relojes hacen TIC-TAC (realmente solo hacen tic-tic-tic…) y vemos un patrón en los números de la lotería. Este proceso se realiza por nuestro condicionamiento: no ver un patrón nos causa una profunda inquietud, inquietud semejante a la de un animal que no puede predecir donde estará la próxima comida o una rata que no sabe por que motivo recibirá la próxima descarga eléctrica.
Aun así el cerebro del hombre muestra un cierto grado de pensamiento analítico que le permite descartar patrones no funcionales.
En la naturaleza tenemos muchos sucesos realmente aleatorios. Buscamos inconscientemente un patron y pero por su inconsistencia lo descartamos. ¿Como solucionamos esta ansiedad de falta de patrón? ¿Cual es el patrón de algo totalmente aleatorio?
La solución es un ente consciente: Un dios caprichoso, un conspirador enrevesado, un alienigena incomprensible…
En conclusión, nuestra tendencia a ver conspiradores y entes superiores no es más que la búsqueda de patrones a sucesos aleatorios o incomprensibles.
Lo único que no soy capaz de comprender es la reciente tendencia a vivir en la edad de piedra. Hay gente que evita usar jabón (bolas mágicas para la lavadora, productos «naturales» para la limpieza del hogar), no quiere vacunar a sus hijos (aducen que son perjudiciales), no quiere tomar medicamentos (aduciendo conspiraciones de las farmaceuticas) sustituyendolos por agua (homeopatía) y rechazan los cambios que nos permiten tener una alimentación variada y abundante (conservantes, fertilizantes). Un poco de conocimiento histórico y la simple experiencia nos permiten reconocer un patron: Todas estas cosas mejoran nuestro bienestar.
¿Por que esta gente no ve este patrón? ¿Por que se empeñan en buscar explicaciones absurdas que, evidentemente, no funcionan? ¿De verdad piensan que sin jabón, sin vacunas, sin medicamentos y pasando hambre vivirían mejor?
25 julio 2009 @ 11:48 am
Quizás la memoria me juegue una de las suyas, pero creo que puedo decir que yo no nací con creencias sobrenaturales de manera natural.No recuerdo haber creido núnca en fantasmas, ni en muertos vivientes, ni en espiritus que me hablan desde el más allá(o desde el mas acá), ni en dioses, ni soles que me sonrien, ni «conjunciones planetarias con intenciones», ni nada de todo eso que cita el artículo comentado.Es más, crecí y me formé bajo el terror «nacionalcatólico», así que a misa cada día, a rezar cada dos por tres, procesiones, y toda esa parafernalia afin al régimen eclesiastico-militar del afortunadamente muerto y bien muerto generalísimo general.A pesar de éllo núnca creí en la existencia de un dios todopoderoso.Sin embargo no es menos cierto que en muchas personas se da esa tendencia natural a la creencia en lo sobrenatural.Seguramente se debe tratar de una cuestión genética.
31 agosto 2009 @ 1:01 pm
genetico y de cultura, porque a mi modo de vista somos mucho menos religiosos que nuestros abuelos ¿no?