La ciencia española no necesita tijeras
jueves 8 octubre 2009 - Tipo: Editorial
Es difícil hablar de política científica en este país sin riesgo a repetirse, pero dados los recortes que el gobierno ha decidido imponer a la ciencia española no queda más remedio que hacerlo.
Me temo que no voy a ser muy optimista al respecto. Creo que el recorte es ya inevitable, aunque tengamos derecho a la pataleta, porque simplemente no hay dinero para todos.
Se nos olvida que la clase política de este país se asienta sobre una determinada clase social pobremente educada y escorada hacia otros intereses muy distintos a los científicos. No hay cultura científica. Por eso los programas de ciencia se colocan en días raros a horas raras en TV, porque los ve muy poca gente. Al personal le interesan los realities, el fútbol (que no el deporte) y los programas rosa de cotilleo. O mejor aún, unos famosos encerrados en una isla discutiendo de fútbol… Las combinaciones son infinitas.
El gobierno de un país en donde la gente conoce más a una exnovia de no sé qué torero que a Newton se puede permitir el lujo de meter la tijera a la financiación científica. Además, al fin y al cabo, ahora hay menos dinero y los votantes también reclaman “gastos sociales” que traducido del «hispanistaní» al idioma español no significa proporcionar servicios, sino ayudas y subsidios.
Los legisladores, pasados y presentes (y probablemente futuros), entre los que la ausencia de científicos es patente, creen por otra parte que metiendo un poco más de dinero en ciencia durante unos añitos se tiene un montón de empresas de alta tecnología al instante. Se sienten frustrados y sorprendidos cuando esto no ocurre.
Además de que el empresariado español forma parte de la misma sociedad antes descrita, se necesita una masa crítica de científicos, buena financiación y un mejor sistema educativo. Y todo ello (lo siento son malas noticias) durante al menos 20 ó 30 años. Se necesita ese tiempo para cambiar una sociedad, una economía y la forma de pensar de la gente. No hay atajos. Tuvimos la oportunidad en el pasado y la perdimos.
Recordemos que mientras se producen estos recortes se apoya con más capital al cine español (que nadie ve). La intelectualidad de este país, que se supone no forman parte de «la masa», siempre ha apoyado el lado “humanista” y de “letras” frente al científico-tecnológico, así que también estamos más o menos perdidos por esa parte. ¡Qué inventen ellos!, decía Unamuno.
Los recortes no supondrán un daño grave a los grupos científicos teóricos, pero sí a los experimentales que necesitan mucho capital para que sus equipos funcionen. Pero, seamos realistas, la ausencia de recorte tampoco nos sacará de la crisis económica. Sería bueno para la ciencia, pero no se obrarían milagros. El recorte no tendrá consecuencias muy graves, pero probablemente sí las tenga si se prolonga en el tiempo (y lo hará).
La crisis económica tiene unas causas concretas que todos conocemos y que se pueden resumir en que muchos habitantes de este país (de todas las clases sociales y condición) engordaron una burbuja inmobiliaria a base de especulación, picaresca y corrupción de toda índole. Hace 8 años, mucho sensato sin voz, ya dijo que esto iba a ser como Japón y su burbuja inmobiliaria. Se equivocaban, será peor, porque aquí no tenemos Yamaha, Honda, Toyota, Sony, etc. Y ese problema estructural y esa manera de pensar no lo arregla un recorte de menos por aquí o por allá.
La gente joven que tenga inquietudes científicas ya sabe lo que tiene que hacer: aprender inglés fluido y algún que otro idioma comunitario e irse fuera de España a vivir e investigar para el resto de su vida. Recordemos que la patria de un científico está donde está su ciencia. Muchos científicos ya lo hicieron en el pasado y no necesariamente eran españoles.
Una vez pasé una temporada con una familia norteamericana. Sus hijos iban a una escuela pública y tenían que presentar el conocido “proyecto de ciencia” que todo niño norteamericano tiene que preparar todos los años (quizás alguno lo ha visto en las películas). La niña, de 10 años de edad, había hecho un simulador de terremotos (vivían en una zona sísmica) con un despertador mecánico de los de antes que suministraba vibraciones a la plataforma donde se simulaban los «terremotos». También tocaba la flauta travesara y el piano. Actividades que sus padres le animaban a realizar.
Este artículo forma parte de la iniciativa La ciencia española no necesita tijeras.
08-10-2009 » NeoFronteras