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Lynda Williams y sus colaboradores de Arizona State University han descubierto que ciertos tipos de arcillas transforman moléculas orgánicas sencillas en otras mucho más complejas en condiciones similares a las presentes en las cercanías de las chimeneas hidrotermales.
Desde hace décadas se viene investigando en el origen de la vida y parece que no se ha avanzado mucho. Es muy fácil crear aminoácidos (los componentes de las proteínas) o ácidos nucleicos (componentes del ADN) a partir de gases simples. Incluso se han encontrado estos componentes en meteoritos y otros lugares del espacio, pero no se ha conseguido ir más allá.
Uno de los lugares para un posible origen de la vida sería las chimeneas hidrotermales que hay en el fondo del océano. Son como minivolcanes que expulsan agua cargada de minerales a una temperatura que puede alcanzar los 400 grados centígrados. Ahora incluso hay formas de vida que viven de forma independiente de la luz del sol en ecosistemas propios en torno a estas chimeneas.
Estos lugares son interesantes porque proveen de una fuente de energía continua con una química rica y a salvo de los impactos de meteoritos que asolaban la superficie de la Tierra en aquella época, hace miles de millones de años.
Se cree que los microorganismos muy primitivos como las Archeas pudieron surgir en el entorno de estos lugares donde reina una muy alta presión y alta temperatura. De hecho algunas especies de microorganismos prossperan en esos ambientes tan extremos, por eso se les denommina extremófilos.
Quizás gracias a la protección de la arcilla fue posible que esas moléculas orgánicas simples se organizaran en otras más complejas en estos lugares sin que las condiciones ambientales tan extremas las rompiesen. Al menos eso es lo que afirman en un artículo en Geology el grupo de la Universidad de Arizona.
Las arcillas consisten generalmente en compuestos minerales de aluminio, silicio y oxigeno. En algunas de ellas la estructura laminar que las forman les permite albergar otras moléculas en su interior.
Los investigadores descubrieron que en alcohol metílico se transformaba entre las capas de arcilla en largas moléculas orgánicas en sólo seis semanas.
Al parecer la arcilla resulta ser un lugar seguro para las moléculas orgánicas e impide su degradación debido al calor del entorno. Según la autora dentro de estas arcillas se formaron recintos donde estas moléculas complejas se formaron y que luego, de algún modo, fueron expulsadas en un ambiente menos hostil para crear la sopa primordial donde la vida apareció.
Este resultado añade más verosimilitud a la idea de que las arcillas pudieron desempeñar un papel importante en el origen de la vida. Estudios previos ya habían demostrado el poder catalítico de las arcillas al facilitar la formación polímeros como precursores de ADN. Además pueden forzar a los lípidos (grasas) a formar estructuras similares a membranas celulares que con forma esférica protegerían las moléculas orgánicas complejas formando algo así como protocélulas.
Quizás sea verdad que todos venimos del barro.
Referencia: Williams L. B., et al. Geology, 33. 913 – 916 (2005).