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Actividad genética postmorten

Descubren más de mil genes que están activos hasta cuatro días tras la muerte.

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La frontera entre la muerte y la vida es más gruesa de lo que nos imaginamos. Uno podría pensar que algunas de las células de nuestros tejidos pueden estar vivas unos minutos después de morir. Lo que no se sabía es que muchos genes siguen funcionando varios días después de la muerte.

La idea que hay detrás de este tipo de estudios sobre la actividad postmorten es encontrar maneras en las que conservar mejor los órganos que van a ser donados para trasplantes. También puede servir para determinar mejor cuándo fue asesinado alguien basándose en el análisis de la actividad de sus genes.

Peter Noble (Universidad de Washington en Seattle) y sus colaboradores estaban intentando probar un método que permitía calibrar las medidas de la actividad genética. Una vez realizados experimentos sobre muestras vivas, decidieron, llevados por la curiosidad, aplicar el sistema sobre muestras postmorten.

Ya se sabía que los genes relacionados con la curación de las heridas se activaban al cabo de muy pocas horas de producirse la muerte en humanos. También se había notado cierta actividad genética de unos pocos genes en las células de la sangre y del hígado de cadáveres humanos. Pero este grupo de investigadores midió esta actividad postmorten en más de mil genes.

La actividad de estos genes fue analizada sobre ratones y peces cebra muertos. Descubrieron que en ratones había genes activos durante 2 días y sobre los peces durante 4 días.

Hasta entonces habían asumido que los genes cesarían toda actividad al poco de producirse la muerte, ya que las células de los tejidos del cuerpo carecerían de oxígeno y nutrientes. Pero, aunque la mayoría de los genes dejaban de tener actividad 24 horas tras la muerte del animal, algunos de ellos seguían funcionando hasta 4 días después, como en el caso de los peces.

Encontraron 548 genes activos en los peces y 515 en los ratones con picos de actividad específicos y sin que presentaran comportamiento caótico tras la muerte de los animales. Esto significa que hay suficiente energía y función celular después de la muerte como para activar estos genes y que funcionen por un tiempo, aunque el animal esté muerto.

Para calcular esta actividad los investigadores midieron la cantidad de ARN mensajero (ARNm) de las células de distintos órganos a lo largo del tiempo y a intervalos regulares tras la muerte de los animales de estudio.

Como ya todos sabemos, un gen es una secuencia de ADN que codifica una proteína en concreto. Cuando el gen está activo, esta información es leída y se sintetiza la proteína correspondiente, un proceso en el cual el ARNm juega un papel clave. Si no está presente el ARNm correspondiente a un gen concreto entonces es que ese gen no está activo.

Muchos de estos genes postmorten encontrados son beneficiosos en caso de emergencias, ya que realizan funciones relacionadas con el proceso inflamatorio, aceleran el sistema inmunitario o contrarrestan el estrés. Así es que parece lógico que estén funcionando tras la muerte. Simplemente no se han “dado cuenta” de que ya no hay nada que hacer.

Pero otros genes con actividad postmorten resultaron constituir toda una sorpresa, pues estaban relacionados con el desarrollo embrionario, genes que no suelen funcionar ya tras el parto. Además, el pico de actividad de estos genes se daba al poco de la muerte del animal. Los investigadores implicados especulan que quizás el ambiente del cadáver recuerde a aquel en el que se encontraba el embrión.

Otros de estos genes postmorten resultaron estar relacionados con la promoción de la actividad cancerosa, lo que explicaría por qué algunos pacientes que reciben órganos de un donante fallecido tienen un mayor riesgo de contraer cáncer. El pico de actividad de estos genes se dio a las 24 horas tras la muerte.

Se sabe, por ejemplo, que las personas que reciben un hígado tienen más posibilidades de contraer un cáncer tras el transplante que si no lo recibieran. Aunque los inmunodepresores que se administran en estos casos pueden tener parte de la culpa, así que habrá que cuantificar la contribución en cada caso.

Obviamente, es útil saber qué les pasa a los órganos que van a ser donados una vez la persona fallece, así que este tipo de investigación es muy importante. Entre otras cosas, este tipo de análisis se podría usar para saber la calidad del órgano que va ser transplantado.

Los genes interaccionan entre sí y forman una red compleja que mantienen las funciones del organismo. Algunos de los genes pueden activarse porque los genes que los mantienen silenciados se han apagado. Estudiando este tipo de relaciones se puede extraer información sobre como evolucionaron estas redes.
“El titular de este estudio es que podremos conseguir mucha información acerca de la vida mediante el estudio de la muerte”, dice Noble.

De momento el grupo de Noble ya ha demostrado que la medida de la actividad genética sirve para saber con precisión la hora de la muerte en la investigación forense. Como ya todos deberíamos saber, al contrario de lo que aparece en las series de TV y películas, determinar la hora de la muerte de una persona en una investigación forense no es nada fácil y siempre hay un gran amplio margen de error. Así que esta herramienta podría ser muy útil en ese campo.

Obviamente se necesita realizar mucha más investigación en este asunto antes de que se puedan aplicar este tipo de hallazgos a la vida real.

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Fuentes y referencias:
Artículo original I. [2]
Artículo original II. [3]
Foto: Wikipedia.