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Antibióticos y cucarachas

Encuentran antibióticos en el cerebro y tejido nervioso de las cucarachas que quizás nos sirvan en un futuro para combatir las superbacterias.

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Se puede engañar a la Naturaleza durante un tiempo, peor no indefinidamente. Las variedades de algodón transgénico que una vez consiguieron vencer a las orugas ahora vuelven a sufrir la plaga de una manera incluso más rápida que cuando sólo se usaban pesticidas. Los mismos anticuerpos que nuestro organismo usó para combatir la gripe del invierno pasado no sirven para combatir la del próximo. La razón para todo esto es simple: evolución. Cuando más corta es la vida de un organismo más rápidamente puede evolucionar para adaptarse a las nuevas condiciones. Cuanto más usemos nuestras armas frente a ellos más rápidamente se adaptaran. Ponemos cortapisas a las pequeñas criaturas, pero éstas al final evolucionan hasta superarlas.
Hay uno caso en el que esta adaptación por evolución de seres que de alguna manera nos dañan es especialmente grave. Antes de la segunda guerra mundial la gente moría de toda clase de infecciones. El famoso traje de cota de malla de los caballeros de la Edad Media era para evitar precisamente eso, pues un pequeño corte sin importancia podía significar una infección y la muerte (o amputación). Desde hace unas pocas décadas nos hemos acostumbrado a creer que casi cualquier infección puede ser resuelta gracias a los antibióticos. Pero ese mismo antibiótico que antes era eficaz frente a casi cualquier cepa ahora es inútil frente a casi cualquier infección bacteriana. Así por ejemplo, en 70 años la penicilina es ya prácticamente inútil. Las bacterias han evolucionado para evitarla.
Podríamos dar una buena lección sobre evolución a los creacionistas si los inoculáramos con una cepa de tuberculosis resistente a los antibióticos. Verían que el hecho evolutivo es real y que es independiente de la teoría que lo soporte.
Abusamos de los antibióticos, contaminamos el ambiente con ellos (en la industria ganadera se usan por defecto en cantidades masivas) y a veces incluso no completamos los tratamientos en los que se usan (seleccionando las bacterias más resistentes). Bajo esa enorme presión de selección, las bacterias, que además evolucionan más rápido gracias a la transferencia horizontal de genes, producen al cabo del tiempo cepas que son resistentes a esos antibióticos.
Nuestro arsenal de antibióticos se agota. Si no conseguimos antibióticos eficaces pronto podremos sucumbir a cualquier infección futura.
Los expertos a veces viajan a selvas lejanas en busca de los últimos reductos en donde la vida, compitiendo entre sí al máximo, crea antibióticos en una batalla sin fin, en una carrera evolutiva por la supervivencia. A veces esa guerra se viene librando desde hace millones de años. Esa misma evolución que amenaza la utilidad de nuestros antibióticos es, en este caso, nuestra aliada.
En una brizna de suelo de la selva de Sumatra puede que esté la salvación de millones de personas, quizás en un hongo microscópico que evoluciona para que su estirpe perviva un poco más sobre la faz de la Tierra. Está en nuestra mano salvar esos últimos reductos. Aunque sólo sea por egoísmo merece la pena intentarlo, incluso si la preservación para las futuras generaciones de los más bellos exponentes de la vida en la Tierra no sea razón suficiente.
Si fallamos en el intento, y cambiamos un posible antibiótico por unas gotas de biodisel o un poco de soja, quizás tengamos que recurrir a otras fuentes, quizás tengamos que mirar a otros seres que, como nosotros, intentan defenderse de las infecciones bacterianas y que llevan evolucionando sobre este planeta durante más tiempo que el género Homo. Esos seres no tienen por qué ser agradables a nuestros gustos, quizás medren en la suciedad y que sea precisamente por esta razón que hayan desarrollado antibióticos más eficaces.
Ahora, expertos de la escuela Veterinaria Medicina y Ciencia han descubierto la presencia de poderosos antibióticos en los cerebros de cucarachas y langostas. Quizás esto nos proporcione nuevos tratamientos contra las bacterias que se han hecho resistentes a los antibióticos actuales.
En sus experimentos de laboratorio encontraron que los tejidos cerebrales y nerviosos de estos insectos mataban al 90% de bacterias NRSA y de cepas patógenas de E. coli sin dañar a las células humanas.
Simón Lee, uno de los participantes en el estudio, informó en un congreso celebrado en la Universidad de Nottingham hace unos días que han identificado nueve diferentes moléculas en los tejidos de estos insectos que son tóxicas para las bacterias. Lee espera que estas moléculas puedan al final ser desarrolladas y así tener tratamientos para infecciones de MRSA y E. coli, bacterias que han aumentado fuertemente su resistencia a los antibióticos tradicionales. También cree que podrían ser una buena alternativa a otros tratamientos que tienen demasiados efectos secundarios.
Naveed Khan, jefe del proyecto, dice que las superbacterias como MRSA han desarrollado resistencia frente a toda la artillería que las hemos arrojado. Han demostrado ya su capacidad de producir infecciones no deseadas y suponen una gran amenaza. Como otros expertos, sostiene que hay una continua necesidad de encontrar fuentes adicionales de antimicrobiales para enfrentarnos a esta amenaza.
El equipo de Khan ha usado el estado del arte de las herramientas de análisis para estudiar las propiedades antibacterianas de las moléculas. En una investigación en curso ya han encontrado moléculas que son eficaces frente a superbacterias como Acinetobacter, Pseudomonas y Burkholderia.
Según explica Lee no hay que sorprenderse de que estos insectos tengan sus propios productos antimicrobianos. Muchos insectos viven en ambientes poco higiénicos donde se encuentran con todo tipo de bacterias. Por tanto, es lógico que hayan desarrollado maneras de protegerse a ellos mismos frente a los microorganismos.
¿Estaría dispuesto a ponerse un antibiótico procedente de cucarachas?

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]