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Mariquitas y cambio climático

La evolución en la distribución de mariquitas de distinto color en Holanda parece estar relacionada con el cambio climático.

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Las dos variedades de mariquitas y un mapa de Holanda. Fuente: Fotosearch, Luis Fernández García; Adrian.benko.

Entre los múltiples defectos que tiene el ser humano uno es el de la amnesia de paisaje. No nos damos cuenta de los cambios ecológicos y medioambientales porque estamos todo el tiempo dentro del mismo paisaje y los cambios se suceden tan paulatinamente que no nos damos cuenta de que se dan. Sólo los registros objetivos y el material gráfico nos hablan de esos cambios y nos pueden sorprender súbitamente cuando se nos muestran.
Si una vez fuimos niños en algún pueblo perdido, nos fuimos de jóvenes a la ciudad y al cabo de muchos años regresamos a ese paisaje de la niñez, entonces la amnesia de paisaje no opera, pero en ese momento puede que incluso desconfiemos de nuestra memoria. Esas riveras arboladas de nuestra memoria ya no están en el presente, ni los ríos incontaminados que las cruzaban en los que nos bañábamos los días de verano son ahora lo que fueron.
Puede que no creamos en el cambio climático porque la ideología de la corriente política a la que pertenecemos, y a la que hemos entregado nuestra razón e independencia mental a cambio de un sentimentalismo barato, así nos lo dicta. Puede que tampoco creamos en los múltiples informes del Grupo Internacional para el Cambio Climático*, ni en los datos históricos que recientemente revelan el avance inexorable de esos cambios, ni en las fotos de glaciales antaño majestuosos y ahora en triste declive. Pero si creemos en la evolución de las especies o en el ejemplo magnífico de las polillas inglesas que se tornaban más oscuras con la contaminación, tendremos que admitir la lección que unas humildes mariquitas (o vaquita de San Antonio, maruxiña o catarina según país o región) nos dan en Holanda.
Los coccinélidos (Coccinellidae) son insectos coleópteros pertenecientes a la superfamilia de Cucujoidea. Son principalmente de color rojo y negro y producen un gran beneficio al comerse las plagas de pulgones de las plantas. Están presentes en muchas regiones del mundo, incluidos los Países Bajos. Los vivos colores de las mariquitas sirven para mantener alejados a los depredadores, que suelen asociar los colores vivos con el veneno. En realidad no son tóxicas, pero imitan a otras especies de escarabajos que sí lo son.
Si hace 30 años un niño holandés que jugaba con este insecto y tuviera buena memoria, ahora comprobaría que esta especie ha cambiado su distribución geográfica en función de su aspecto externo. En ese momento del pasado y a lo largo de la costa del país las mariquitas eran rojas con puntos negras, mientras que en el interior eran negras con puntos rojos. Ahora en el interior van apareciendo más y más mariquitas rojas con manchas negras.
Al parecer esto se debería al cambo climático. En las regiones interiores, no termorreguladas por el mar, hacía más frío hace 30 años que ahora y las mariquitas con más éxito reproductor eran aquellas que absorbían más luz, algo que se consigue con la mayor superficie negra posible, aunque sea a costa de ser devorada por los depredadores. Según ha ido aumentando la temperatura, una mayor superficie negra ha ido en detrimento de un mayor efecto sobre los depredadores con un incremento en la cantidad de color rojo que aleja a los depredadores.
El estudio que describe este fenómeno ha sido llevado a cabo por Paul Brakefield, de la Universidad de Cambridge y sus colaboradores. Este insecto, sus variantes de color y su distribución geográfica ha intrigado a los investigadores en las últimas décadas. En 1980 el 10% de las mariquitas costeras eran negras con puntos rojos (melánicas), mientras que el 90% restante eran rojas con puntos negros (no melánicas). Mientras que en el interior la proporción era del 40% y 60% respectivamente.
Sólo una proteína es la responsable de estas diferencias de color y genéticamente el cambio de una variante a otra es muy simple. Pero los investigadores desconocen cómo la luz del sol o la temperatura influye sobre el color del insecto.
A lo largo de los últimos 25 años, Brakefield y sus colaboradores han ido notando cambios según recolectaban cientos de mariquitas cada cinco años (50 generaciones) y han ido encontrando más y más mariquitas no melánicas en el interior del país. En 2004 (última vez que pudieron recolectar datos) sólo el 20% de las mariquitas en esas regiones eran melánicas. La tendencia encaja con los datos de temperatura sobre el mismo periodo de tiempo y que muestran un calentamiento de manera consistente.
Brakefield compara este caso con las polillas de Liverpool, que se hicieron más oscuras según los troncos de los árboles ennegrecían debido a la contaminación del aire, algo que les permitía mimetizarse mejor frente al ataque de los pájaros. Digamos que las polillas sobrevivieron gracias al camuflaje y las mariquitas haciéndose más llamativas frente a los pájaros para así decirles que no se las coman porque pueden ser tóxicas.
Otros científicos dicen que habría que confirmar esta hipótesis con experimentos controlados de laboratorio. Pero Brakefield da por terminado el estudio. El número de individuo de ambas variantes ha caído en picado desde que la especie invasora mariquita arlequín, procedente de Japón, entró en escena. Esta especie se escapó de un invernadero en Bélgica en donde se la usaba para el control de pulgones. Ahora las mariquitas autóctonas son tan difíciles de encontrar que este investigador no puede seguir con el estudio con la suficiente significación estadística.
“En los buenos viejos tiempos podíamos encontrar hojas individuales en la época adecuada del año cubiertas de pupas…”, dice. “Es muy frustrante, muy triste”.

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Fuentes y referencias:
Noticia en Science. [2]
Artículo original. [3]

* Llamar “Panel” a este grupo es propio de aquellos que no tienen absolutamente ninguna vergüenza en exhibir su ignorancia lingüista y, por supuesto, no saben ni el inglés del que presumen ni el español que creen hablar.