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Quizás todos fuimos sinestetas

Un estudio reciente sugiere que todos los humanos podríamos haber experimentado sinestesia de bebés.

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No es la primera vez que en NeoFronteras tratamos el fascinante (al menos para los que no la padecemos/disfrutamos) tema de la sinestesia. Aquellos que tienen esta condición neurológica tienen algunos de sus sentidos mezclados. Las personas con sinestesia experimentan el mundo de modos extraordinarios. Según comenta V.S. Ramachandran en su libro “The Tell-Tale Brain” los sinestetas habitan una tierra extraña entre la realidad y la fantasía. Pueden saborear colores, ver sonidos, oír formas, palpar emociones…
Se ha apelado a esta condición para explicar las dotes de ciertos artistas, pues la sinestesia es siete veces más común entre los ellos. Así por ejemplo la sinestesia se puede encontrar en los poetas simbolistas franceses Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud (como en su soneto “vocales”) o en los cuadros surrealistas de Man Ray y Meret Oppenheim.
Se ha especulado, por ejemplo, que nuestra capacidad para las metáforas viene de algún residuo de esta sinestesia y que cuando somos bebés los circuitos neuronales se están todavía formando y los sentidos están mezclados. Capacidad que perdemos al cabo de un tiempo una vez se fijan estos circuitos. Bueno, excepto en los escasos casos en los que se tiene sinestesia de adulto.
Para Itzhak Perlman la nota SI tocada en la cuerda G de su Stradivarius es de color verde, mientras que la nota LA tocada en la cuerda E es roja. Este afamado violinista tiene sinestesia y esta asociación va más allá de una metáfora. Cuando toca una nota ve el color correspondiente de la misma manera que los demás vemos que el cielo es azul cuando lo miramos.
La sinestesia no está limitada a la música o a los colores. La comunidad científica ha podido identificar 50 tipos. Una de ellas permite experimentar cada letra del alfabeto con un color distintivo. En otra los días del mes y de la semana tienen personalidades.
Según Maureen Seaberg, autora de «Tasting the Universe» y que tiene esta rara condición, la sinestesia no se basa en un añadido, sino que se experimentan dos estímulos sensoriales a la vez. Seaberg recuerda que de niña preguntó a su madre por qué la letra A era siempre amarilla y ésta le contestó que quizás lo memorizó así en la escuela, explicación que parecía buena en ese momento. Sin embargo, no podía evitar cierta perplejidad cuando veía los días del mes y de la semana en colores. Al ir preguntando a otros adultos sobre el tema terminó aprendiendo a no hacerlo y pasó la mayor parte de su vida con el secreto.
Seaberg descubrió el nombre de su condición en una librería cuando vio una copia de cubierta colorida del libro de Richard Cytowic «The Man Who Tasted Shapes». Al leer la solapa de la cubierta finalmente supo dar un nombre a lo que le había pasado toda su vida.
Para la actriz Tilda Swinton las palabras tienen sabor y, por ejemplo, la palabra “tomate” tiene un regusto a limón, mientras que “mesa” le sabe a pastel. Según Seaberg las personas como Swinton son las únicas que han expresado cierta incomodidad con su condición, ya que no todas las palabras les saben bien.
Para James Wannerton las palabras tienen sabor. Así por ejemplo, el nombre “Derek” le sabe a cera de oídos. Generalmente tiene sufre un conflicto entre el sabor real de los alimentos y el sabor de sus nombres.
Pero John Fullwood ve colores en algunas palabras. Para él la palabra “automóvil” es blanca o “cuatro” es rojo. Encima este hombre es ciego.
La sinestesia es conocida desde hace miles de años. Ya en la Grecia clásica se especuló sobre ella y también lo hizo Newton. El primer artículo médico sobre el tema apareció hace 200 años y fue estudiada ampliamente durante los 100 años siguientes. El auge del Conductismo en Psicología, que ponía el énfasis en el estudio de los comportamientos medibles en lugar de en las experiencias personales, acabó con esos estudios.
Entonces, en los años ochenta del pasado siglo, Richard Cytowic empezó a estudiar esta condición con personas que la tenían. Predijo que un estímulo podría activar un camino sensorial en el cerebro que hiciera que dos áreas cerebrales se activaran a la vez en los sinestetas. Esa predicción fue demostrada con éxito en los años noventa.
Aunque sólo un 1% o un 2% experimentan estas sensaciones, la mayoría de los investigadores del campo creen que todos los bebés son sinestetas. Las neuronas de éstos empiezan a proliferar tan pronto como nacen y forman conexiones al azar. En pocos meses los bebés empiezan a reconocer formas, sonidos y sabores y en su cerebro se van eliminando las conexiones que no se necesitan. Se ha propuesto la hipótesis de que los sinestetas retienen algunas de esas conexiones tempranas.
Pero esta hipótesis no es fácil de demostrar, pues a los bebés no se les puede preguntar directamente y esperar una respuesta. Karen Dobkins, de la Universidad de California en San Diego, ha intentado demostrar esta hipótesis a través de un experimento.
En un primer paso ella y Katie Wagner crearon dos imágenes en blanco y negro de triángulos y asumieron que si los bebés son sinestetas entonces deberían de asociar colores automáticamente a esos triángulos de manera similar a como algunos adultos sinestetas asocian colores a las letras.
Entonces colocaron dos imágenes una al lado de otra una sobre un fondo rojo y otra sobre un fondo verde. Mostraron esas imágenes a 15 bebés de dos meses y midieron el tiempo que miraban a cada imagen. Realizaron el mismo experimento usando círculos en lugar de triángulos.
Si la forma no importara se esperaría que los ojos de estos bebés estuvieran el mismo tiempo mirando ambas imágenes. Pero en lugar de ello el tiempo variaba entre un 12% y un 14% dependiendo de la forma y el color. Estos investigadores creen que esta preferencia se debe al alto contraste que se da en uno de los casos entre el color real del fondo y el color que los bebés perciben de la forma (forma sin color en la realidad) que hay sobre ese fondo.
Esta diferencia de tiempos fue más pronunciada a los dos meses de edad, pero empezaba a disminuir a los tres meses de edad y desaparecía a partir de los ocho meses de edad.
Aunque el experimento no demuestra definitivamente que los bebés sean sinestetas, proporciona pistas sobre el desarrollo del cerebro y hace sospechar que esta rara condición podría ser algo que todos experimentamos una vez de pequeños.
Según Wagner los bebés perciben el mundo de una forma que es fundamentalmente distinta a como lo hacen de adultos. Conforme crecemos enfocamos nuestros sentidos, quizás ganamos ventajas en velocidad cognitiva y la sinfonía sensorial se va apagando.

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Fuentes y referencias:
Noticia en Insidescience. [2]
Noticia en Scientific American [3]
Artículo original (pdf). [4]
Sinestesia en NeoFronteras. [5]
Foto: Katie Wagner, UCSD.