NeoFronteras

Quizás todos fuimos sinestetas

Área: Neurología — lunes, 13 de febrero de 2012

Un estudio reciente sugiere que todos los humanos podríamos haber experimentado sinestesia de bebés.

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No es la primera vez que en NeoFronteras tratamos el fascinante (al menos para los que no la padecemos/disfrutamos) tema de la sinestesia. Aquellos que tienen esta condición neurológica tienen algunos de sus sentidos mezclados. Las personas con sinestesia experimentan el mundo de modos extraordinarios. Según comenta V.S. Ramachandran en su libro “The Tell-Tale Brain” los sinestetas habitan una tierra extraña entre la realidad y la fantasía. Pueden saborear colores, ver sonidos, oír formas, palpar emociones…
Se ha apelado a esta condición para explicar las dotes de ciertos artistas, pues la sinestesia es siete veces más común entre los ellos. Así por ejemplo la sinestesia se puede encontrar en los poetas simbolistas franceses Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud (como en su soneto “vocales”) o en los cuadros surrealistas de Man Ray y Meret Oppenheim.
Se ha especulado, por ejemplo, que nuestra capacidad para las metáforas viene de algún residuo de esta sinestesia y que cuando somos bebés los circuitos neuronales se están todavía formando y los sentidos están mezclados. Capacidad que perdemos al cabo de un tiempo una vez se fijan estos circuitos. Bueno, excepto en los escasos casos en los que se tiene sinestesia de adulto.
Para Itzhak Perlman la nota SI tocada en la cuerda G de su Stradivarius es de color verde, mientras que la nota LA tocada en la cuerda E es roja. Este afamado violinista tiene sinestesia y esta asociación va más allá de una metáfora. Cuando toca una nota ve el color correspondiente de la misma manera que los demás vemos que el cielo es azul cuando lo miramos.
La sinestesia no está limitada a la música o a los colores. La comunidad científica ha podido identificar 50 tipos. Una de ellas permite experimentar cada letra del alfabeto con un color distintivo. En otra los días del mes y de la semana tienen personalidades.
Según Maureen Seaberg, autora de «Tasting the Universe» y que tiene esta rara condición, la sinestesia no se basa en un añadido, sino que se experimentan dos estímulos sensoriales a la vez. Seaberg recuerda que de niña preguntó a su madre por qué la letra A era siempre amarilla y ésta le contestó que quizás lo memorizó así en la escuela, explicación que parecía buena en ese momento. Sin embargo, no podía evitar cierta perplejidad cuando veía los días del mes y de la semana en colores. Al ir preguntando a otros adultos sobre el tema terminó aprendiendo a no hacerlo y pasó la mayor parte de su vida con el secreto.
Seaberg descubrió el nombre de su condición en una librería cuando vio una copia de cubierta colorida del libro de Richard Cytowic «The Man Who Tasted Shapes». Al leer la solapa de la cubierta finalmente supo dar un nombre a lo que le había pasado toda su vida.
Para la actriz Tilda Swinton las palabras tienen sabor y, por ejemplo, la palabra “tomate” tiene un regusto a limón, mientras que “mesa” le sabe a pastel. Según Seaberg las personas como Swinton son las únicas que han expresado cierta incomodidad con su condición, ya que no todas las palabras les saben bien.
Para James Wannerton las palabras tienen sabor. Así por ejemplo, el nombre “Derek” le sabe a cera de oídos. Generalmente tiene sufre un conflicto entre el sabor real de los alimentos y el sabor de sus nombres.
Pero John Fullwood ve colores en algunas palabras. Para él la palabra “automóvil” es blanca o “cuatro” es rojo. Encima este hombre es ciego.
La sinestesia es conocida desde hace miles de años. Ya en la Grecia clásica se especuló sobre ella y también lo hizo Newton. El primer artículo médico sobre el tema apareció hace 200 años y fue estudiada ampliamente durante los 100 años siguientes. El auge del Conductismo en Psicología, que ponía el énfasis en el estudio de los comportamientos medibles en lugar de en las experiencias personales, acabó con esos estudios.
Entonces, en los años ochenta del pasado siglo, Richard Cytowic empezó a estudiar esta condición con personas que la tenían. Predijo que un estímulo podría activar un camino sensorial en el cerebro que hiciera que dos áreas cerebrales se activaran a la vez en los sinestetas. Esa predicción fue demostrada con éxito en los años noventa.
Aunque sólo un 1% o un 2% experimentan estas sensaciones, la mayoría de los investigadores del campo creen que todos los bebés son sinestetas. Las neuronas de éstos empiezan a proliferar tan pronto como nacen y forman conexiones al azar. En pocos meses los bebés empiezan a reconocer formas, sonidos y sabores y en su cerebro se van eliminando las conexiones que no se necesitan. Se ha propuesto la hipótesis de que los sinestetas retienen algunas de esas conexiones tempranas.
Pero esta hipótesis no es fácil de demostrar, pues a los bebés no se les puede preguntar directamente y esperar una respuesta. Karen Dobkins, de la Universidad de California en San Diego, ha intentado demostrar esta hipótesis a través de un experimento.
En un primer paso ella y Katie Wagner crearon dos imágenes en blanco y negro de triángulos y asumieron que si los bebés son sinestetas entonces deberían de asociar colores automáticamente a esos triángulos de manera similar a como algunos adultos sinestetas asocian colores a las letras.
Entonces colocaron dos imágenes una al lado de otra una sobre un fondo rojo y otra sobre un fondo verde. Mostraron esas imágenes a 15 bebés de dos meses y midieron el tiempo que miraban a cada imagen. Realizaron el mismo experimento usando círculos en lugar de triángulos.
Si la forma no importara se esperaría que los ojos de estos bebés estuvieran el mismo tiempo mirando ambas imágenes. Pero en lugar de ello el tiempo variaba entre un 12% y un 14% dependiendo de la forma y el color. Estos investigadores creen que esta preferencia se debe al alto contraste que se da en uno de los casos entre el color real del fondo y el color que los bebés perciben de la forma (forma sin color en la realidad) que hay sobre ese fondo.
Esta diferencia de tiempos fue más pronunciada a los dos meses de edad, pero empezaba a disminuir a los tres meses de edad y desaparecía a partir de los ocho meses de edad.
Aunque el experimento no demuestra definitivamente que los bebés sean sinestetas, proporciona pistas sobre el desarrollo del cerebro y hace sospechar que esta rara condición podría ser algo que todos experimentamos una vez de pequeños.
Según Wagner los bebés perciben el mundo de una forma que es fundamentalmente distinta a como lo hacen de adultos. Conforme crecemos enfocamos nuestros sentidos, quizás ganamos ventajas en velocidad cognitiva y la sinfonía sensorial se va apagando.

Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=3738

Fuentes y referencias:
Noticia en Insidescience.
Noticia en Scientific American
Artículo original (pdf).
Sinestesia en NeoFronteras.
Foto: Katie Wagner, UCSD.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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5 Comentarios

  1. Miguel Angel:

    Un caso de sinestesia que me impactó era el de un hombre que asociaba imágenes tridimensionales a los números, como si fuesen figuras de plastilina de formas irregulares.

    Pero lo curioso es que es capaz de visualizar números muy grandes y decir si son «lisos» o «rugosos» y detectar si si son números primos.

    Tal vez aparezca en el libro de Oliver Sacks o algún navegante tenga referencia de este curioso caso.

    Lo normal es que estas capacidades vayan quedando dormidas o encriptadas, porque en realidad no desaparecen, de hecho un traumatismo cerebral un ictus o un tumor pueden hacer que se vuelvan a liberar estas curiosas percepciones.

  2. Miguel Angel:

    ¿Ah! Y en el caso de Baudelaire se me plantea la duda de si su sinestesia era «natural» o bien inducidas por drogas.

    Baudelaire pertenecía al «club de los hachischiens» junto con Victor Hugo, Gautier, Delacroix, Moreau, Alejandro Dumas u Honore de Balzac. Cuando se reunían tenían la costumbre de tomar hachis por via oral endulzándolo con canela,azúcar y pistacho. El hachis lo consumían en todas sus reuniones y en algunas lo aderezaban con opio.
    Ya sabemos del potencial visionario del hachis, cuando se ingiere el «colocón» puede ser mayor que cuando se fumay es mas factible que aparezcan estas experiencias. El opio no es propiamente una sustancia psicodélica que induzca visiones, pero los consumidores expertos buscan aveces un estado de «sueño crepuscular» donde los líites entre despierto y dormido se desdibujan, permitiendo una especie de «soñar despierto»

    Abrazos

  3. lluís:

    -¿Quiere usted un pastel?
    -Sí, gracias; pongame dos mesas.
    ¿Surrealismo puro?.pues por lo visto no.Todo eso aun puede resultar más durillo de roer(desde el punto de vista filosófico) que el propio principio de Incertidumbre de Heisenberg.¿Qué es la realidad?, ¿colores,sonidos, ondas, vibraciones, sabores.?.

  4. tomás:

    Amigo «lluís»:
    Tu pregunta «¿Qué es la realidad?» resulta muy fundamental. Percibimos partes de la realidad y lo hacemos de una determinada forma en consonancia con nuestros sentidos. Y es lógico pensar que aquello que recibimos sensorialmente es lo que la evolución ha ido escogiendo como más útil para la mejor adaptación y supervivencia de nuestra especie. Pero otros seres pueden percibirlo de otra manera. Eso lo podemos deducir al contemplar a otros animales que, en otros ambientes, desarrollan sentidos distintos a los nuestros.

    Esa misma pregunta me la hice cuando, en mi ya lejana juventud, leía a Hans Reichenbach y como tengo la costumbre de escribir en los libros que leo y este es de los pocos a los que tengo acceso, te voy a extractar lo que en él escribí: Defino la realidad perceptible de un ente como una deducción intersubjetiva y persistente de su ser y características. Es la mejor manera de no fiarme de mi sola percepción, pues puedo estar soñando o influido por alguna droga. P. ej. si veo una piedra, sospecharé con bastante fundamento que existe, que es real; volveré a mirarla, tocarla, olerla y gustarla varias veces. Luego pediré a mis semejantes que hagan lo mismo y, si me aseguran el mismo resultado, admitiré la posibilidad altísima de que esa piedra exista tal como la percibo para mi estructura fisiológica mental, que depende de mis sentidos y los correspondientes de mis semejantes. Y que es real. Pero mi certeza nunca será total.
    Aunque parezca excesivo o extraño es lo que realmente hacemos y también lo que hace la ciencia.
    Un fuerte abrazo.

  5. lluís:

    Muy bueno tomás, pero incluso la piedra la puedes ver con distintas longitudes de onda y desde luego parecen piedras diferentes según la mayor o menor amplitud de la onda que emplees al observarlas.Y me parece que no te digo nada que no sepas, amigo «tomás».
    Por cierto, yo también tengo la manía de anotar cositas en los márgenes de los libros que leo.Me dijo, al respecto, un experto en libros, que era de buenos lectores hacer anotaciones marginales en lo que están leyendo.Muy mayormente lo he hecho en libros de ciencia, claro.
    Otro para tí, apreciado amigo.

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