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Explicación evolutiva del efecto placebo

Proponen una explicación evolutiva para determinados casos de efecto placebo.

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Cuando se hacen investigaciones en Medicina siempre hay un grupo de control al que se le administra un placebo para así saber si el medicamento a probar es efectivo. Normalmente el resultado se analiza con el típico contraste de hipótesis que se ve en cualquier curso básico de Estadística. El efecto placebo suele ser tan importante que la mera sospecha de que se recibe una medicina hace que los pacientes se sientan mejor. Por eso el personal que administra el producto no sabe qué está administrando, si el placebo o el fármaco.
El efecto placebo es el gran aliado de los curanderos y de las medicinas orientales y “alternativas”. Sin embargo, este efecto no te curará un ataque de apendicitis. Obviamente tiene sus límites. Además, una cosa es que uno se sienta mejor y otra que realmente lo esté.
Podríamos concluir que el efecto placebo es meramente psicológico, pero no es así. Alguien que sufra de un infección leve puede curarse de la misma tras administrarle un placebo. Al parecer es plausible que el sistema inmunitario tenga un interruptor que esté controlado por la mente.
No es la primera vez que se sugiere que el sistema nervioso y el sistema inmunitarios están relacionados de alguna manera. Pero algo parecido al efecto placebo se puede dar en animales. Así por ejemplo, se puede observar en condiciones de laboratorio cómo el sistema inmunitario de los hamsters siberianos se comporta cuando se dan infecciones leves. Si las horas de luz con los que se iluminan son pocas su sistema inmunitario casi no hace nada, pero si son muchas entonces combate fuertemente la infección.
Este efecto ha hecho a Peter Trimmer (University of Bristol) retomar una idea propuesta originalmente hace una década por Nicholas Humphrey [1] (London School of Economics). Según esta idea, el efecto placebo tendría un origen evolutivo.
Si volvemos al caso de los hamsters podemos ver que el número de horas de luz simula o bien las condiciones del invierno o las condiciones del verano, algo muy acusado en Siberia. Además, en el invierno es difícil conseguir comida, mientras que en verano es mucho más fácil.
El sistema inmunitario necesita de muchos recursos para funcionar, pero el consumo excesivo de recursos durante el invierno puede ser crítico y, por tanto, en caso de infección leve existe una ventaja adaptativa en no combatir la infección. Sin embargo, en verano, al haber más alimentos, el cuerpo puede permitirse ese gasto extra. Para que este caso se dé la infección no puede poner en grave peligro al animal, porque si la infección es grave la intervención del sistema inmunitario es imprescindible para la supervivencia, sea invierno o verano y es seleccionada desde el punto de vista evolutivo.
Todo esto es para los hamsters siberianos, pues todavía no se ha demostrado este efecto respecto a las horas de luz en humanos. Sin embargo, el efecto placebo de tomar una supuesta pastilla en humanos se parece al caso del hamster: una intervención crea un efecto psicológico que dispara una respuesta del sistema inmunitario.
Según Trimmer el hamster actúa inconscientemente frente al estímulo luminoso que le hace creer que hay suficiente suministro de comida para mantener una respuesta completa del sistema inmunitario. Los humanos responden inconscientemente al recibir un supuesto fármaco de una manera similar, pues creemos que la pastilla viene con la “seguridad” de que debilitará la infección, y entonces permitimos una respuesta plena del sistema inmunitario al creer que no se consumirán muchos recursos gracias a la ayuda del fármaco (aunque realmente no sea así).
Trimmer y sus colaboradores han puesto a prueba esta hipótesis con un modelo computacional llegando a resultados consistentes. El modelo revela que, en ambientes difíciles, los animales viven más y tienen más descendencia si se enfrentan a infecciones débiles sin que el sistema inmunitario use muchos recursos. El resultado muestra, por tanto, un claro beneficio evolutivo de esta capacidad de poder activar o no el sistema inmunitario dependiendo de las circunstancias ambientales.
Pese a que desde hace unos 10.000 años la agricultura y ganadería nos ha hecho más independientes del medio, nuestros cuerpos todavía retienen este tipo de respuesta porque nuestro interruptor subconsciente todavía no se ha adaptado a las nuevas circunstancias. El placebo engaña a la mente haciéndola creer que es el momento ideal para activar la respuesta inmune.
Entre las pegas que han puesto otros investigadores a esta teoría está el hecho de que hay distintas respuestas al efecto placebo dependiendo de la enfermedad. No toda enfermedad depende de una infección, ni su cura de la activación del sistema inmunitario.

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Fuentes y referencias:
New Scientist.
Artículo I. [3]
Artículo II. [4]
Foto: NeoFronteras.