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Comunicaciones espaciales y dilema del prisionero

Aplican la teoría de juegos al dilema de si es una buena estrategia intentar comunicarse con otras civilizaciones.

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Fuente: Wikimedia Commons.

Desde hace unas pocas décadas se tiene la esperanza de poder escuchar cabalgando en ondas de radio algún mensaje procedente de alguna civilización extraterrestre. Es lo que se llama programa SETI. Carl Sagan incluso soñó con que algún día tuviéramos acceso a la gran enciclopedia galáctica, una especie de Wikipedia confeccionada por todas las civilizaciones avanzadas de nuestra galaxia que se estaría continuamente transmitiendo de forma electromagnética a lo largo de toda la Vía Láctea a modo de un WiFi galáctico. Probablemente Sagan lo usó más como una metáfora que otra cosa, pero no estaría mal poder acceder a esa enciclopedia de Alejandría cósmica.
Hace un tiempo Stephen Hawking creó una polémica al afirmar que quizás no deberíamos intentar comunicarnos con otras supuestas civilizaciones extraterrestres porque algunas podrían ser belicosas. Si así fuera podrían tomar nuestras señales de radio como un aviso de que en nuestro planeta hay recursos y entonces podrían invadirnos o liquidarnos tal y como aparece en alguna que otra película.
Un argumento en contra de esta idea es que una civilización avanzada tecnológicamente tiene que haber vivido en paz con sigo misma y con las demás porque de otro modo no habría sobrevivido. Lo malo es que la historia humana nos enseña ejemplos de civilizaciones pacíficas que han sucumbido a civilizaciones belicosas.
Otro argumento, éste más de peso, es que los supuestos recursos a explotar en nuestro mundo por parte de los alienígenas invasores no son tales. Es más fácil conseguir minerales en otros lugares como los asteroides y no tener que viajar muchos años luz (en caso de que sea posible) para conseguirlos aquí. El agua es un compuesto abundante en el Universo y también se puede conseguir de muchos sitios, como los cometas, sin necesidad gastar energía en el pozo gravitatorio de la Tierra. Y si alguien piensa que vienen a comernos a nosotros y a los demás animales nada más alejado de la lógica biológica. Los extraterrestres tienen que haber seguido un camino evolutivo totalmente distinto al nuestro y su bioquímica debe ser totalmente diferente. Nosotros o nuestra comida no alimentarían a un alienígena en el mejor de los casos y en el peor de los casos lo envenenaríamos. De todos modos nuestro planeta y su biosfera ya son conocidos por cualquier civilización lo suficientemente cercana que tenga tecnología avanzada sin necesidad que le enviemos ningún mensaje.
Además la civilización humana ha estado emitiendo ondas de radio desde hace casi 100 años sin intenciones de comunicación, pero que podrían ser detectadas por civilizaciones que vivan a menos de 100 años luz de nosotros.
Siempre queda la posibilidad, claro está, que los alienígenas belicosos puedan ir por ahí destruyendo civilizaciones por deporte, diversión o ideología. Pero para llegar a ser una civilización avanzada se tiene que haber desarrollado la ciencia y la ciencia está basada en la curiosidad y las ganas de saber. Los científicos intentan proteger a toda costa sus objetos de estudio y son respetuosos con ellos, entre otras cosas porque los conocen bien. No hay ningún ecólogo que no sea un ecologista sensato.
Lo interesante de pensar sobre este asunto es que decidir si nos comunicamos o no implica que quizás los del otro lado pueden hacer el mismo tipo de análisis.
Ahora Harold de Vladar, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Austria, ha aportado un argumento nuevo a favor de intentar comunicarnos con otras civilizaciones. Según él el dilema del prisionero se puede aplicar en este caso
El dilema del prisionero se descubrió durante la guerra fría en RAND, un think tank creado en un principio por las fuerzas armadas norteamericanas y que todavía existe.
El dilema del prisionero se estudió a la luz de la teoría de juegos, una disciplina desarrollada por Von Neumann y mejorada por John F. Nash (sí, el de la película “Una mente maravillosa”). La teoría de juegos trata de proponer las mejores estrategias de cara a ciertas situaciones o conflictos y trata de explica los sistemas organizativos en la cooperación.
Así por ejemplo, con la teoría de juegos se puede explicar por qué el personaje de James Deen hace bien en desertar en el juego de “Gallina” y no estrellarse junto con el auto que conducía, aunque en la vida real muriera en un accidente de tráfico. También explica por qué nos colamos en el metro, seguimos en un matrimonio fracasado y por qué es mejor seguir en el puesto de caza de venados en lugar de disparar al primer conejo que aparece. Incluso algunos han aplicado la teoría de juegos con cierto éxito para ganar al póquer Texas holdem.
El dilema del prisionero fue descubierto por Merrill Flood y Melvin Dresher en 1950 mientras que trabajaban en RAND. Trata de dos ladrones a los que captura la policía por cometer un delito, pero sobre los que no tienen pruebas concluyentes a no ser que alguno confiese. Se les interroga por separado y se les ofrece un trato. Si uno de ellos culpa al compañero saldrá libre y el otro irá un año a la cárcel siempre y cuando éste no le delate. Si ambos se callan (cada uno coopera, en el lenguaje de la teoría de juegos) ambos van un mes a la cárcel, pero si ambos hablan (cada uno deserta, en el lenguaje de la teoría de juegos) van tres meses a prisión. Es un juego que no es de suma cero. El problema es que los compinches no se pueden comunicarse entre sí y el “juego” es a una sola mano o jugada.
Según Vladar el dilema SETI es similar al dilema del prisionero, pero en SETI la deserción consiste en no tratar de comunicarse. Es decir, si ambos callan ambos pierden y mucho. Si uno habla (coopera en este caso) se gana un poco y si ambos se comunican (ambos cooperan) entonces todos ganan mucho. Además en este caso puede haber más de un jugador.
Básicamente el valor de toda la cultura y ciencia de otra civilización es inmenso, por no decir que simplemente no tiene precio.
Vladar hace unas estimaciones sobre lo que se gana si entramos en contacto con otras civilizaciones, sean pacíficas o supuestamente belicosas. Concluye con una cierta gama de estrategias de emisión de señales basadas en las frecuencias con la que se emiten mensajes. Así por ejemplo, se pueden mantener baja la frecuencia con la que emitidos mensajes y así reducir la posibilidad de que nos invadan. Como siempre que apliquemos teoría de juegos al ámbito humano de la cooperación, el problema siempre está en cuántos puntos ponemos en cada posibilidad.
Seth Shostak, del Instituto SETI, dice, según New Scientist, que la teoría de juegos es una buena aproximación pero que hay demasiadas variables desconocidas. Quizás los alienígenas no emiten porque no lo necesitan. Shostak ha mostrado recientemente que una civilización un poco más avanzada que nosotros puede usar su sol como una lente gravitacional. De este modo podrían detectar la luz procedente de una ciudad como Nueva York a 500 años luz de distancia una vez que esa luz haya viajado esa distancia, claro. Así que si hay civilizaciones cercanas más avanzadas que nosotros ya saben que estamos aquí.
Es interesante plantear un escenario futuro en el que dos civilizaciones no hacen intentos de comunicación entre sí, pero al final las dos saben de la existencia de la otra por este medio o un sistema similar y llegar a eso de “sé que sabes que yo lo sé, ya sabes”. Quizás se puede hacer el ridículo cósmicamente.
Como siempre que se tratan estos temas, no solamente se piensa sobre el problema en sí, sino que son una excusa para pensar sobre filosofía, moral, sobre tecnologías de exploración espaciales o sobre nuestra historia reciente y nuestras posibilidades futuras de supervivencia a nuestra estulticia.
En cuanto a de si debemos o no intentar comunicarlos da igual si no hay consenso, porque dentro de un tiempo se podrá montar un sistema de emisiones espaciales si se cuentan con un poco de dinero, sea óptico o de radio, e ignorar a los paranoicos.

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Fuentes y referencias:
Artículo original I. [2]
Artículo original II. [3]