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Peces y ansiolíticos

El consumo masivo de ansiolíticos por parte de los humanos podría estar afectando ya a los peces silvestres.

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La vida moderna nos daña psicológicamente. Entre otras muchas cosas, la gente padece de ansiedad y para clamarla, ya que parece que no podemos cambiar de estilo de vida, piden a sus médicos que les recetan ansiolíticos. Generalmente son fármacos que contienen benzodiapinas, como Valium Xanax, etc.
Pero al metabolizar esos medicamento se produce oxacepam, otra sustancia activa, que es excretado en la orina. Al final va a parar al desagüe y termina en los cursos de agua. Una investigación reciente dirigida por Jerker Fick, de la Universidad de Umea en Suecia, apunta a que esta contaminación farmacológica podría estar afectando a los peces, que, entre otras cosas, serían menos tímidos y comerían más rápido.
Las benzodiapinas calman a los seres humanos con ansiedad mediante la estimulación de los receptores GABA, reforzando el efecto sedante de ese neurotransmisor. Pero los humanos no somos los únicos que tenemos receptores GABA, sino que están presentes en casi todos los vertebrados. Todos los peces los tienen.
En un estudio previo se midió la cantidad de estas sustancias que había en los cursos de agua de Suecia. El resultado sorprendente fue que había hasta 0,58 microgramos por litro. El problema es que el oxacepan es muy resistente e incluso la luz solar no es capaz de degradarlo. Como consecuencia, esta sustancia se va acumulando en los tejidos de los peces. Así por ejemplo, algunas percas suecas presentan un contenido de esa sustancia en sus tejidos de 3,6 microgramos por kilo, que es una concentración varias veces más elevada que el agua que les rodea.
Así que estos investigadores se propusieron estudiar qué efectos podría tener esto sobre los peces. Tomaron 90 percas (Perca fluviatilis) jóvenes y observaron su comportamiento, tanto en agua limpia como en agua a la que se había añadido oxacepam. Los dos grupos expuestos estuvieron en agua ala que se había añadido 1,8 microgramos por litro y 910 microgramos por litro del compuesto.
Analizaron los comportamientos arriesgados de los peces, cómo interaccionan con otros peces o cómo de rápido se animaban a comer su alimento.
El efecto era obvio. En ambos casos de ambiente contaminado, los peces terminaron siendo más activos, asociales, exploraban más y asumían más riesgos. A los tres días ya se podía decir si un pez había sido expuesto o no con sólo observarlo.
Los peces expuestos tardaban 25 segundos en comer el zooplancton que se les presentaba, mientras que los no expuestos necesitaban de 75 segundos.
Esto no tiene efectos sobre los humanos, porque para ello las personas tendrían que consumir toneladas de pescado expuesto para verse afectadas. Pero es un problema ecológico. Para niveles pequeños un poco menos de ansiedad puede ser positivo para los peces, pues da lugar a una alimentación más rápida, pero esto podría tener consecuencias indeseadas sobre la red trófica. Además, los peces que tengan menos miedo pueden ser depredados más fácilmente.
Pero este no es el único caso. Se sabe que el anticonceptivo 17-β-estradiol o el Prozac alteran el comportamiento de los peces (Pimephales promelas) y el ibuprofeno afecta a los peces cebra (Danio rerio). Aunque este tipo de fármacos no maten a los peces, también pueden alterar el ecosistema.
La contaminación por estas sustancias ya podría estar afectando a los peces silvestres. Fick planea repetir el experimento con niveles de contaminación similares a los que ya hay en los ríos de su país.
Si el efecto se hiciera ya notar en el medio natural, entonces habría que buscar soluciones. Tratar las aguas residuales para extraer o eliminar estos fármacos sería demasiado caro, así que no se hará. Se propone en su lugar, por ejemplo, usar un sistema de reciclado para evitar que la orina vaya al alcantarillado. Porque parece que se seguirán recetando estos productos farmacéuticos.

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Fuentes y referencias:
Noticia en Scientific Américan. [2]
Artículo original. [3]
Foto: Flickr/Saspotato

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