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Liberación masiva de metano si la temperatura sigue subiendo

Un estudio señala que si la temperatura mundial sigue subiendo debido al cambio climático se podría producir una liberación masiva de metano del permafrost siberiano.

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Distribución mundial del permafrost. El código de color indica el tipo.

El problema de nuestras emisiones no es que poco a poco van calentado el planeta, pues si así fuera siempre podríamos dar marcha atrás y recuperar las condiciones preindustriales. Lo malo es que el aumento de esa temperatura dispare procesos irreversibles que aumenten aún el calentamiento global. Así por ejemplo, el calentamiento derrite los hielos polares y glaciares y, al desaparecer el hielo blanco y ser reemplazado por roca oscura más oscura o por agua oceánica, se reduce el albedo de nuestro planeta y la Tierra absorbe aún más luz y se calienta más.
Otro proceso irreversible (al menos en la escala de miles de años) es la liberación del metano contenido en el permafrost ártico o en los clatratos oceánicos. El metano es un potente gas de efecto invernadero, así que su liberación produciría aún más calentamiento, lo que liberaría aún más metano y así sucesivamente hasta llegar a un nuevo punto de equilibrio a una temperatura bastante superior a la actual. Si se cruza la frontera, que no sabemos muy bien dónde está, ya no hay retorno.
Pues bien, parece que está a punto de ocurrir una liberación masiva y descontrolada de metano procedente del permafrost siberiano, según un estudio reciente. Sólo es necesario que la temperatura suba unas pocas décimas más.
El permafrost no es más que suelo congelado y está presente en muchas zonas del Ártico. Almacena grandes cantidades de carbono y clatratos que contienen metano. El permafrost siberiano es particularmente peligroso. La región denominada «nube de Yedoma» puede sufrir una descomposición descontrolada, una vez empiece a derretirse, porque los microorganismos metabolizarían las sustancias orgánicas ahí presentes y producirían más calor, derritiendo aún más el entorno y entonces se liberarían más gases de efecto invernadero que aumentaría el calentamiento global. Yedoma representa un punto de no retorno, una vez empiece a derretirse no parará.
Ahora Anton Vaks, de la Universidad de Oxford, y sus colaboradores aportan pruebas, basadas en el estudio del pasado, de que esto está a punto de suceder.
Sabemos que las temperaturas han subido y bajado en los últimos 500.000, así como los hielos se han retirado y avanzado durante las glaciaciones. Estos investigadores han reconstruido la historia del permafrost siberiano en ese tiempo y esto da una indicación de cómo de sensible es el permafrost a los cambios de temperatura.
Para ello se han valido de un método indirecto basado en las estalactitas presentes en seis cuevas de esa parte del mundo a lo largo de una línea norte-sur hasta el desierto de Gobi. Las estalactitas sólo crecen cuando corre el agua, así que no lo hacen cuando el suelo está congelado. Analizando los anillos de crecimiento de las estactitas se puede saber cuándo estuvo congelado el suelo y cuándo no lo estuvo.
Como era de esperar las estalactitas crecieron en los periodos interglaciares. Uno de ellos fue particularmente cálido, el que se dio entre hace 424.00 y 374.000 años. La temperatura fue sólo de 1,5 grados centígrados superiores a la que había 10.000 años antes. Según Vaks, esto significa que el permafrost actual de la región empezará a ser particularmente vulnerables cuando la temperatura global suba 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales. Una vez se supere esa temperatura no se podrá detener el proceso.
El problema es que ya hemos elevado la temperatura global y ha subido 0,8 grados respecto a la era preindustrial por culpa de nuestras emisiones. Según el IPCC, incluso si detenemos ahora mismo todas nuestras emisiones la temperatura subirá 0,2 grados en los próximos 20 años. Eso sólo deja 0.5 grados de seguridad para evitar el desastre, pero esto para el mejor (e imposible) caso posible de detener nuestras emisiones ahora mismo, pues seguiremos consumiendo combustibles fósiles a un ritmo u a otro.
Se estima que el metano liberado a la atmósfera podría ser equivalente al efecto que tendrían 160.000-290.000 millones de toneladas de dióxido de carbono.
Aunque no todos los investigadores están de acuerdo en el efecto de este metano liberado, pues no se sabe qué parte de él será transformado en dióxido de carbono por los microorganismos del suelo y a qué ritmo. En el mejor escenario el aporte sería lento pero constante. La única ventaja del metano frente al dióxido de carbono es que el primero tiene una vida media en la atmósfera muchos más corta que la del segundo.
Irónicamente el permafrost en proceso de fusión dañará las tuberías que transportan gas natural (básicamente metano) desde Rusia a Europa.

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Fuentes y referencias:
New Scientist.
Artículo original. [2]