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Abejas estimuladas por cafeína

Algunas flores contienen cafeína en su néctar para así fidelizar a las abejas polinizadoras.

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Hace unos días veíamos en NeoFronteras una interesante noticia sobre la capacidad de comunicación entre plantas y abejas a través de campos eléctricos. No es la única noticia reciente sobre las relaciones entre estos insectos y las plantas.
Otro estudio dirigido por Geraldine Wright, de Newcastle University, relaciona el consumo de cafeína en estos insectos y su capacidad para recordar mejor las flores a las que poliniza.
La idea vino al preguntarse por qué en algunas flores había cantidades no despreciables de cafeína. Así por ejemplo, las flores de los cítricos contienen este compuesto y lo mismo se puede decir de la miel cuyo principal ingrediente es el néctar de las flores de estas plantas. Pero la producción de esta sustancia consume cierta cantidad de recursos que la planta podría usar para otra cosa, por lo tanto debía de haber un motivo evolutivo para su presencia.
Así que este equipo de investigadores entrenó a unas abejas para que asociaran una recompensa azucarada con un determinado olor de manera similar a los perros de Paulov. Cuando a las abejas se les administraba cafeína tenían el doble de posibilidades de recordar el olor tres días después de haber recibido la recompensa. El estímulo condicionado se pudo comprobar viendo si su probóscide (“lengua”) se proyectaba o no hacia fuera cuando se la exponía a la esencia olorosa. Parece que la cafeína reforzaba la memoria de los insectos.
Por tanto, las plantas podrían hacer que su néctar fuera más atractivo (¿adictivo?) a las abejas añadiendo cafeína para así conseguir una mejor polinización. Obviamente sería una mera adaptación mediada por mecanismos evolutivos de selección natural.
La cafeína es una estimulante y opera en el cerebro de las abejas de una manera similar a como lo hace en el cerero humano, porque la bioquímica en este caso es la misma. Las neuronas de las abejas y de los humanos tienen un receptor para el neurotransmisor adenosina al que la cafeína se une. Probablemente esta característica sea común a todo el reino animal.
Para ver cómo esta sustancia afectaba los cerebros de las abejas, los investigadores inyectaron este estimulante en el cerebro de algunos de estos insectos. Vieron que la cafeína disparaba cambios en la habilidad que tienen las neuronas de pasar información vital sobre aprendizaje olfativo y sobre la memoria
La cafeína no es el único estimulante presente en el néctar de las flores. En más de 100 especies de plantas se puede encontrar esta sustancia o se puede encontrar nicotina. En general las plantas usan esas sustancias para impedir ser ingeridas por los herbívoros (las plantas no pueden correr o escapar y la evolución ha seleccionado varios tipos de defensas, incluyendo la defensa química). Este estudio sugiere que las plantas en algunos casos han modificado este sistema defensivo y usado estas sustancias para fidelizar a los polinizadores. Es una cuestión de proporcionar la cantidad adecuada para que los insectos recuerden bien y vuelvan a polinizar, pero sin que una dosis elevada aumente el amargor y las aleje (la mayoría de las sustancias tóxicas naturales son amargas porque los animales han sido seleccionados para detectar esas sustancias perjudiciales).
Aunque, de momento, los investigadores no pueden afirmar que las abejas sean adictas a estas sustancias, por lo que hace falta más investigación al respecto. Tampoco se ha podido comprobar que la cafeína mejore sustancialmente la memoria en humanos.

Pero este resultado no es el único sobre la fascinante relación entre abejas y plantas. Se sabía que algunas abejas sociales eran capaces de advertir a sus congéneres de la presencia de predadores en las cernías de las colmenas. Ahora, investigadores de la Universidad de Tours (Francia) y la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería (EEZA-CSIC) han realizado un experimento para estudiar si estos insectos son capaces de marcar con señales químicas las flores en las que han sido previamente atacados.
Para ello simularon el ataque de un depredador sobre determinadas flores, dejando el resto de las flores como grupo de control.
El resultado fue distinto de si se trataba de abejas solitarias o si se trataba de abejas sociales. En el primer caso no había distinción entre flores en las que se había producido ataques de las que no. En el caso de las abejas sociales sí que había distinción, pues la probabilidad de que las abejas sociales rechazaran una flor era mucho mayor si en esa flor se había simulado previamente el ataque de un depredador sobre una compañera.
Al parecer la abeja social que es atacada en una flor deja una marca química de feromonas que advierte al resto de sus compañeras sobre la presencia de un depredador en esa flor en concreto y permite a las demás evitarlo.

Como podemos ver, la coevolución de insectos y plantas con flores durante más de 100 millones de años ha dado lugar a resultados sorprendentes. Quizás usted, amigo lector, lo recuerde más fácilmente si ahora se está tomando un café mientras lee esto. Incluso tal vez sea cierto el dicho que sostiene que un matemático es el ser que transforma café en teoremas.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Noticia y podcast en la NPR. [3]
Artículo original. [4]
Nota de prensa. [5]
Artículo original. [6]
Foto cabecera: “The Bee in Tradescantia” por fesoj, vía flickr.