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Nuevo modelo político-social

Un modelo matemático basado en los sistemas complejos describe la situación político-social pasada y actual de los EEEUU.

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Si alguno quiere dotar de cierto aura de verosimilitud a algunas disciplinas entonces las llama ciencias, aunque no lo sean. Así por ejemplo, se roza el ridículo cuando se designa “Ciencias del Derecho” al estudio de las leyes o “Ciencias del Trabajo” al estudio de la reglamentación sobre contratación laboral. El llamar “ciencia” a esas disciplinas no les hace mejores, ni más exactas, ni más honorables.
Alguno incluso cree que la Historia es una ciencia, pero no lo es, ni falta que le hace. El estudio de las relaciones humanas, sociales y políticas a lo largo del tiempo nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y a comprender mejor el presente. La Historia no necesita llamarse “ciencia” para ser “útil” intelectualmente.
Ni siquiera se necesita que una disciplina sea útil para ser imprescindible, pues sin arte, literatura o cinematografía el mundo sería mucho menos interesante y encima nos comprenderíamos peor.
Podemos asumir que “ciencia” es sinónimo de “saber”, pero la realidad es que ciencia es sólo aquello que usa el método científico, nada más y nada menos.
El problema es que no siempre se puede aplicar el método científico a toda cosa que se nos atojen, porque hay sistemas que son increíblemente complejos y encima algunas predicciones modifican la realidad que pretenden describir. Si uno desarrolla un modelo sobre la cotización del oro y lo publica entonces no funcionará porque los compradores y vendedores de oro podrán usarlo en su beneficio y dejará de funcionar. Aunque hay alguno que ha conseguido algún éxito a este respecto imponiendo un embargo en el repositorio ArXiv a su predicción. En definitiva, hacer ciencia predictiva en economía o sobre la sociedad es sumamente difícil.
Asimov imaginó en su trilogía “Fundación” de novelas de ciencia ficción una ciencia denominada Psicohistoria que trataba de predecir la Historia a grandes rasgos. Con ella se calcularía el comportamiento estadístico de poblaciones extremadamente grandes de personas. Según él la sociedad sería como un gas (comunidad humana) hecho de una infinidad de moléculas (individuos). No se puede predecir el comportamiento de cada partícula (persona), pero, según la Psicohistoria si se podría predecir el comportamiento colectivo.
Según él el tamaño de dicha población debía de ser muy grande y el imperio galáctico humano (única raza inteligente en la Vía Láctea) del futuro, formado por incluso billones de personas, se podría ajustar a esto. Además, la población debía permanecer ignorante respecto a las predicciones de la Psicohistoria para que esta funcionase.
Obviamente se trata sólo de novelas de ciencia ficción, pero quizás no debamos rechazar la idea a priori. Quizás los individuos son menos importantes de lo que creemos y si se hubiera matado a Hitler antes de que este alcanzar el poder otro individuo o individuos similares hubieran creado el mismo lío. El problema es que no podemos realizar tal experimento.
Pese a todo hay estudiosos que crean modelos matemáticos que tratan de explicar los avatares históricos.
Peter Turchin, un ecólogo matemático de University of Connecticut, dice que, por ejemplo, el actual bloqueo del presupuesto de EEUU era predecible. Como sabemos, una proporción de los representantes en el congreso norteamericano ha bloqueado los presupuestos y esto amenaza con una debacle económica a nivel mundial. Es grupo de congresistas pide que se suspenda la ley aprobada en su día que crea el germen de una seguridad social en ese país y que es conocida popularmente como Obamacare.
Turchin es uno de un pequeño grupo de especialistas que han aplicado la matemática de sistemas complejos a la inestabilidad política. Han anticipado eventos como el actual bloqueo del presupuesto norteamericano y además sugieren que si no se buscan respuestas a las señales de alarma la situación empeorará.
Turchin dice haber encontrado ciclos históricos de 300 años en los que aparece la inestabilidad política y que esto ha afectado a estados e imperios desde la antigua Roma a Rusia. Según él los EEUU han experimentado este mismo ciclo. Admite, sin embargo, que su modelo necesita mayor contraste experimental.
Los trabajadores forman la mayor parte de la sociedad, con una minoría que ellos que constituyen los pocos de la cima que cobran un salario mayor. El modelo de Turchin predice que, según aumenta la población, el número de trabajadores supera el número de empleos disponibles, haciendo que los salarios bajen. La clase rica termina con ganancias aún mayores y acaparando un mayor porcentaje de la riqueza total. Como consecuencia la desigualdad aumenta aún más.
Esto es precisamente lo que está pasando, por ejemplo, en los EEUU. En ese país el sueldo promedio no ha subido desde la década de los setenta, pese a que el producto interior bruto sí lo ha hecho de manera continua desde entonces.
Este proceso crea además nuevos comportamientos, como un aumento en el acceso a la educación universitaria que permita a unos pocos trabajadores acceder a la élite. Finalmente esto resulta en lo que Turchin llama “sobreproducción de élite”, una situación en la que empieza a haber más gente en la élite que trabajos disponibles hay en ella. Entonces la competitividad aumenta y se hace más amarga.
Los ricos continúan haciéndose más ricos y, como en los sistemas complejos, se entra en un ciclo de retroalimentación que aumenta la riqueza de esos mismos ricos. El resto pelea por sobrevivir cada vez más fieramente.
“Siempre hay diferencias ideológicas, pero la sobreproducción de élite explica por qué la competencia se hace tan amarga sin que nadie se comprometa”, dice Turchin. Según este investigador el actual estado de la política norteamericana no es más que un síntoma de las fuerzas sociales que están operando, en lugar de ser un problema primario.
En la teoría de Turchin esta acritud política no es más que el reflejo del aumento del descontento entre los trabajadores, a los que se les deja cada vez menos, mientras aumenta la bancarrota del estado según la élite, que es quien controla el gobierno, gasta el presupuesto público. Al final la situación se hace tan mala que el orden no se puede mantener, el estado colapsa y entonces empieza un nuevo ciclo.
En el último siglo estas variables, como la desigualdad, han subido y bajado de acuerdo a las predicciones de la teoría de este investigador. Pero según la desigualdad alcanza a más trabajadores entonces surge la violencia política.
En el modelo una combinación de parámetros económicos genera una curva que encaja perfectamente con los salarios desde 1930, incluyendo las complejas subidas y bajadas de los ochenta. Según Turchin semejante acuerdo es excepcional en ciencias sociales.
La violencia política de 1590, o los periodos de calma de 1820 y 1950, con el aumento de la inestabilidad entre medias, pueden explicarse con este modelo. Los datos sociales reflejan que la oferta de mano de obra, la desigualdad y la sobreproducción de élite encajan con las fluctuaciones predichas. Según este investigador incluso la guerra civil norteamericana puede explicarse gracias a su modelo.
Según dice ahora nos encontramos en otra fase de inestabilidad que empezó en los años setenta, que es cuando la oferta laboral sobrepasó la demanda.
Este tipo de inestabilidad puede ser reconocida por un aumento de la polarización política y un aumento de la deuda pública, cosas que se dan ahora en Washington.
Salarios reales, salarios mínimos, supresión sindical, aumento de la riqueza del 1% más rico de la población y la obstrucción política y judicial han cambiado al mismo tiempo, lo que refleja una reducción del consenso social.
Mientras tanto la élite social se ha incrementado. Entre la década de los setenta y 2010 las tasas universitarias han aumentado sin parar y, sin embargo, el número de doctores y abogados cualificados se ha triplicado. Pero los trabajadores han perdido desde que en 1975 sus salarios alcanzaran el pico máximo. Las mayores perdedoras han sido las mujeres negras. Incluso ya hay problemas de malnutrición entre los trabajadores de salarios más bajos. Ninguna de estas tendencias presenta signos de mejora.
Yaneer Bar-Yam, de New England Complex Systems Institute (Cambridge, Massachusetts) está de acuerdo con los hallazgos de Turchin. Añade que la caída de la Unión Soviética no fue el fin de la Historia y que el gobierno de los EEUU también puede caer a no ser que los ciudadanos elijan adaptarse a una red de instituciones descentralizadas en evolución, sistemas que son mejores a la hora de manejar la complejidad.
Dirk Helbing del Instituto Federal Suizo de Tecnología también está de acuerdo y dice que se necesitan instituciones que permitan a los ciudadanos colaborar directamente y democráticamente para así resolver problemas a través de una nueva generación de medios sociales. Según él ya funciona en países pequeños como Suiza y puede ser exportado a países mayores.

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Fuentes y referencias:
Nota en New Scientist. [2]
Web del investigador sobre el asunto. [3]
Foto: www.hangthebankers.com [4]